Nos han enseñado muy bien a callar. A ocultar. A sufrir en soledad. A sangrar todos y cada uno de los meses del año sin decir nada. Nos sumimos en un silencio sepulcral en el momento en el que notamos que nuestro cuerpo está menstruando y estamos fuera de casa. Porque pensamos que cualquier prueba del delito, será difícil de ocultar. Si hay rastro de alguna mancha o destrozo, no habrá quién nos libre de las miradas. De la vergüenza. Del “horror”.

Qué curioso resulta que nos feliciten cuando tenemos nuestra primera regla –por convertirnos en todas unas mujeres– para posteriormente hacernos callar. Después se convierte en un proceso rutinario. Uno que, en algunas ocasiones incluía llorar hasta dormirse del dolor, y otras, aguantar un dolor medianamente soportable que con un ibuprofeno se te pasa. A veces te pegas tres días así y otras siete. Te gastas un dineral en compresas, tampones o copas menstruales, todo lo que exista y que pueda hacerte olvidar que este proceso existe. Y bueno, a veces también te ves envuelta en un vaivén de emociones –que a cada una afecta de una forma diferente–, donde en ocasiones lloras a mares porque se te acaba de romper una pulsera.

Ojo, que no siempre es así, todo hay que decirlo. De vez en cuando hay meses agradables. Meses en los que la regla de verdad puede llegar a parecerse a uno de esos anuncios de támpax de televisión. Te pones uno y sales a la calle a hacer tu vida como si nada pasara. Pero esto sucede una vez de cada cinco quizá. Y para algunas mujeres, directamente ni pasan.

Según un estudio realizado en 2021 por la empresa de análisis de datos Kantar en 2021, un 49% de las mujeres sufren de estas reglas dolorosas, y en jóvenes puede llegar a ser un 70%. Y no nos olvidemos del 15% que sufre endometriosis, una enfermedad que nace en el endometrio y que recubre el interior del útero, saliéndose de este y creciendo en los ovarios o las trompas de Falopio. Los dolores que sufre una mujer con esta condición, son extremadamente fuertes.

Imagínate tú pegarte una semana todos los meses de esta forma y tener que ir a trabajar, porque, claro, no puedes faltar un motivo como este ni mucho menos decirlo directamente, porque madre mía qué vergüenza. Que triste es pensar que durante tantos años ni nosotras mismas lo hemos considerado un motivo de peso, sino como algo avergonzante.

Por tanto, cuando llevas muchos años viviendo con semejante tabú en tu cuerpo, aguantando todos sus lados buenos y malos, gritas de alegría al escuchar que cuando sientas que tus ovarios van a explotar puedes cogerte la baja de tres a cinco días al mes. Y con esto, nadie se está refiriendo a simplemente no ir a trabajar cuando estés menstruando, sino únicamente cuando sientas que el dolor te incapacita.

Luce hasta demasiado bonito para ser real. Pero lo que no es tan bonito es que esto sea un debate. Que un hombre esté poniendo en duda un dolor que no ha experimentado jamás. O que una mujer se crea que esto puede llegar a estigmatizar aún más a la mujer. Cuando es todo lo contrario. Nos libera.

Entonces, dada la situación, no puedo evitar preguntarme, ¿por qué yo no pongo en duda tu baja por contractura y tú si pondrías en duda la mía por la menstruación?

Me parece que todo se acaba resumiendo a lo mismo y a lo que tanto duele decir en voz alta: les molesta (no a todos) que alcemos la voz. Que hablemos de ello. De lo que nos incomoda, duele y preocupa. Es más, si fueran ellos los que tuvieran la regla o los que hubiesen intentando implantar una ley para esto, lo habrían logrado. Y no se les habría cuestionado tanto como a nosotras. Al fin y al cabo, como en muchos otros aspectos, la gran mayoría de cosas relacionadas con nosotras, llevan más tiempo de lo normal. Hay que planteárselas demasiado. No son para tanto. O siempre hay mil excusas más que estamparnos en la cara al respecto.

Y en cierto modo, no resulta ni sorprendente que piensen así, si hasta los mismos médicos no hacen más que normalizar las reglas dolorosas recetándonos ibuprofenos y paracetamoles que hemos ingerido hasta atragantarnos. Salimos –y me incluyo– de las consultas sin ningún tipo de diagnóstico. Con recetas que ya hemos probado o con anticonceptivas (que no vamos ni a hablar de la larga lista de efectos secundarios que tienen).

Una ley como esta, no es sinónimo de novedad –eso seguro- porque, lo cierto, es que hace tiempo que una mujer puede cogerse la baja por menstruación dolorosa. Es más, nos lo dice el mismo Manual de Tiempos Óptimos de Incapacidad Temporal de 2018. Sin embargo, lo que sí cambia es poder cobrar desde el día uno. Cambia el hecho de volver a retomar este tema y gritarlo a los cuatro vientos. Porque así se les planta cara a estas ideas, al silencio y al tabú que es la menstruación. Le da la visibilidad y atención necesaria. Nos da a nosotras un respiro.

Si un dolor, independientemente de la índole, te incapacita, no debería haber más discusión. Ni debates. Ni opiniones. Porque nadie debate un dolor de espalda patológico. Pero como siempre, para las mujeres siempre hay algo más que objetar. Y así es como llevamos años luchando por unas cosas u otras que nos deberían haber sido dadas desde hace mucho tiempo.

About The Author

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.