Si existen los paraísos fiscales es porque existen los infiernos fiscales. Y no se trata de victimizar a los que son gravados más severamente en estos últimos; al fin y al cabo, son los que ingresan las rentas más altas, los más privilegiados de una sociedad. Lo que podría ser demagógico es querer que el Estado se ensañe con esos ciudadanos al punto de quitarles su capital privilegiado y que transfieran ese privilegio a los demás. No se es más o menos egoísta por pagar impuestos, por el simple hecho de que pagar impuestos no es una actividad voluntaria. ¿Cómo podríamos tildar de solidario a alguien que hace algo a lo que está obligado por ley?  ¿Es aquel que aguanta una presión fiscal más alta más solidario? ¿Somos los españoles más solidarios que los andorranos, pero menos que los daneses?

A los que deciden no aguantar más tal carga, y respetando a los que se quedan, los llaman antipatriotas. Esto es, cuando menos, peligroso. Y es que el patriotismo, querer a España en arquitectura, geografía, gente y cultura, poco tiene que ver con ser fan del Estado. Confundir el estatismo con el patriotismo, el Estado con los ciudadanos, es teóricamente la base del autoritarismo. Lo que sí es antipatriota es obligar a tus coterráneos a quedarse para que sean objeto de la más dura presión confiscatoria que impone el Estado sobre los españoles en ejercicio de su soberanía. Lo que se tiende a ignorar, a veces deliberadamente, es que los ciudadanos también ostentamos soberanía.

El debate sobre los tipos impositivos es eterno y supone una discusión perenne basada en ideología y eficiencia. Pero, en el terreno pragmático, es imperioso que la mesa redonda se cierre más pronto que tarde. En un país ya golpeado por las altas tasas de desempleo, reducir algunos tipos debería ser una conclusión fácilmente alcanzable que no tiene por qué ir en contra del popular Estado de Bienestar explicado en el artículo 1 de nuestra carta magna. ¿Es preferible forzar el exilio de las personas antes que bajar los impuestos para incentivar que se queden tributando en el país? Si una nación tiene una fuga masiva de capital humano, talento y activos líquidos, lo más sensato sería la autocrítica.

Decía el hermano del ministro de consumo que el que no tribute, que no consuma. ¿Una antesala vil del cobro de impuestos a turistas? El espacio entre el nacionalismo y los que dicen ser de izquierdas se va estrechando, y lo único que me viene a la mente es que de ahí al «¡Exprópiese!» hay un solo paso. Los no liberticidas respetarán que se vaya quien se tenga que ir al país que esté en consonancia con sus planes de vida. Por la razón que fuere y dentro de la ley. Porque las libertades individuales también están dentro de la ética. Excepto para los que dicen querer un poco más a España que los demás. Casi como en una suerte de relación tóxica, para ellos irse de una sociedad que te maltrata es de inmorales.

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