Situado en el corazón de los Balcanes y declarado independiente en 2008, España continúa sin ceder en el no reconocimiento de Kosovo.

Con capital en Pristina, esta república para algunos y territorio para otros, cuenta con poco más de 2 millones de habitantes. Permaneció incorporado como región autónoma dentro de Serbia de la ya disuelta Yugoslavia, donde la muerte de Tito prendió la mecha del conflicto étnico. Y es que por mucho que permaneciese integrado a Serbia, la mayoría de sus 2 millones de habitantes son étnicamente albaneses y profesan el islam secular como religión.

Entre 1991 y 1995 consiguieron su independencia de Yugoslavia las repúblicas de Eslovenia, Croacia, Macedonia y Bosnia Herzegovina, quizá la más recordada a causa de los terribles efectos de la guerra en el país. Olvidada en este frenesí estaba Kosovo, región en la que estalló la guerra con retardo, en 1998. En este momento saltan todas las alarmas en la comunidad internacional. Finalizada la Guerra de Bosnia en 1995, se decidió que toda Serbia y Montenegro permanecieran unidas para evitar precisamente que una posible secesión  provocara un efecto dominó en el resto de Europa. Sin embargo, ante el terror de revivir un genocidio como el vivido en Bosnia hacía apenas unos años, la OTAN decidió intervenir. Terminada la guerra en 1999, Kosovo pasó a ser administrado por la ONU.

Entrado el siglo XXI, se rompe el consenso de mantener viva la federación de Serbia y Montenegro. En 2006, ambas repúblicas deciden disolver su unión y caminar por separado: Montenegro acelera las reformas para una eventual entrada a la Unión Europea. Serbia, sin embargo, todavía con aspiraciones de ampliar su territorio, se estanca en sus reformas hacia Europa y continúa sin colaborar para resolver los crímenes de guerra pendientes.

Como pronosticaban los gurús de los 90, disuelta por completo Yugoslavia, se entiende que en los Balcanes tan sólo Bosnia quedará como país multiétnico. En 2008, el Parlamento de Kosovo aprueba la declaración de independencia de Serbia. Suenan las alarmas de nuevo entre la comunidad internacional. Después de la intervención militar de la OTAN, una mayoría de algo más de 100 países deciden dar el visto bueno al reconocimiento de Kosovo. Entre ellos los Estados Unidos, Francia, Alemania… Pero no España

¿Cómo puede ser que España, miembro de la OTAN, decida no apoyar el reconocimiento de Kosovo ahora? Bastan dos palabras: Euskadi y Cataluña. Gobierno y oposición asumieron las teorías de efecto dominó. En 2008, con ETA en activo y vigente el amplio Estatut de Cataluña de 2006, reconocer a Kosovo podría desmembrar España. Se dibuja por lo tanto un peligroso paralelismo entre las aspiraciones vascas y catalanas – y eventualmente gallegas – y un verdadero conflicto étnico que podría desembocar en un nuevo genocidio como vivido en Bosnia.

Y aunque pueda parecer increíble, la negativa de España continúa siendo uno de los mayores escollos para las aspiraciones del pequeño país. En la esfera europea, España bloquea cualquier intento de Kosovo de entrar en la Unión. En la esfera iberoamericana, el ejercicio diplomático junto con la existencia de gobiernos anti-OTAN, hacen que su reconocimiento sea muy limitado en el continente. Lo mismo sucede en África, donde se ve la intervención de 1999 como una continuación del colonialismo.

Y más curioso si cabe es el caso de Israel, que liga su futuro reconocimiento al de España y los demás países europeos. Puesto que Serbia acogió a judíos que huían del Holocausto, el estado israelí se atreve a contravenir la política de Washington. Teme además un enfado en Europa por reconocer a Kosovo pero no así a Palestina.

A 2019, poco ha conseguido España no reconociendo a Kosovo. Cumpliéndose las profecías, en 2011 cristaliza el auge del independentismo catalán, y en 2014 Escocia vota por un estrecho margen permanecer en el Reino Unido. Este país, a su vez, decidió en 2016 divorciarse de la Unión Europea, algo interpretado por algunos como una independencia de Bruselas.

En definitiva, Kosovo funciona como un estado completamente soberano, pero muy dependiente de la gestión de la ONU y la defensa de la OTAN. España, por su parte, parece ver en la república balcánica su manera de marcar una política internacional propia. Parece que mientras tanto, la nueva república balcánica es, de facto, independiente, por mucho que medio planeta opine lo contrario.

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2 comentarios en «El reconocimiento de Kosovo: la última batalla en Yugoslavia»

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