El número de turistas procedentes de otros países que llegaron a España alcanzó los 75,3 millones, incrementándose un 10% con respecto a los datos de 2015 y batiendo el récord nacional.  Las previsiones indican que, a lo largo de 2017, este máximo va a pulverizarse con más de 83 millones de turistas. De esta forma, España aspira a desbancar a Francia como destino preferido del mundo. Paralelamente, el gasto por turista y por día no para de ascender. Según datos del INE, el gasto medio diario por turista se incrementó hasta los 138 euros. Si se tiene en cuenta la estancia media, cada turista internacional deja en España una media de 1.023 euros. Multiplicándose gasto medio y número de turistas, se obtiene el gasto total de los turistas internacionales: 77.000 millones de euros. Todo ello, unido al turismo nacional por parte de los españoles – el 91,4% de los viajes realizados por españoles en 2016 tuvieron como destino una ciudad o pueblo de España – convierten a este sector como el principal impulsor del PIB patrio.

Ahora bien, dado que España es el segundo país más extenso de la Unión Europea, a diferencia de países como Malta, Luxemburgo o Chipre, que en una semana te da tiempo hasta para aprenderte los principales accidentes geográficos del país, «ir a España» es, en realidad, ir a una pequeña parte de su territorio. Como consecuencia, el turismo se centra en unas determinadas Comunidades Autónomas. En concreto, Cataluña, Canarias, Baleares, Andalucía y la Comunidad Valenciana concentran el 70% del turismo total.

Eso sí, llama la atención la mayor dispersión existente en el turismo nacional. Por poner un ejemplo, mientras que solo el 1,61% de los turistas internacionales deciden ir a Castilla y León, el 11,19% de los turistas nacionales deciden ir a esa comunidad. Esta polaridad se manifiesta en otras comunidades como Castilla-La Mancha, Galicia o Aragón, comunidad tan espectacular como desaprovechada en ese terreno.

Son precisamente en las Comunidades Autónomas más visitadas en las que ha aparecido un rechazo a estas actividades que el sector del turismo ha denominado «turismofobia». Las acciones que se centraban en pintadas con lemas como Tourists, go home o All tourists are bastard se han intensificado con el ataque a un autobús turístico en Barcelona. Tan cierto como que este acto representa a una pequeña parte de la sociedad barcelonesa es que los vecinos de barrios que se han convertido en centros neurálgicos del turismo low-cost como la Barceloneta llevan años denunciando los excesos del turismo.

Una de las consecuencias del turismo masivo ha sido el aumento en el precio del alquiler de viviendas en las principales ciudades, especialmente, en Madrid y Barcelona. El auge de proyectos de economía colaborativa que, en España, ha derivado en auténticas fuentes lucrativas como Airbnb han destrozado el mercado de alquiler. Solo en la ciudad condal, el precio del alquiler de vivienda se ha elevado un 19% desde el 2013. Este aumento ha repercutido, asimismo, en los principales municipios del área metropolitana de Barcelona, a priori, nada turísticos como Sabadell u Hospitalet. La lógica de «¿para qué alquilar un piso a habitantes de la ciudad por 1000 euros al mes si puedo alquilarlo a cuatro grupos de turistas, una semana cada uno, por 500 euros?» se está reflejando en la expulsión de inquilinos para convertir el piso en apartamentos turísticos y en la reducción de la oferta en el mercado del alquiler, con las tensiones inflacionistas que ello supone.

Como resultado, la población local está abandonando los centros de las ciudades para irse a vivir a la periferia o a municipios colindantes. El aumento del precio de las viviendas y del alquiler es la principal razón que origina este fenómeno, aunque se complementa con otras como la reconversión de comercios locales o supermercados en tiendas de souvenirs o la transformación de bares y restaurantes tradicionales en lugares de ocio para el turismo. Posiblemente, Venecia sea el ejemplo más representativo de este proceso. En 1970, Venecia contaba con 367.500 habitantes; en 2014, 264.557. La ciudad se ha convertido en un parque temático en el que es más fácil encontrar una tienda de máscaras o de recuerdos que una ferretería o un supermercado. De hecho, se estima que el centro histórico de Venecia no tenga habitantes en 2030.

El mercado español turístico corre el riesgo de morir del éxito. Cada vez son más las personas que prefieren otro tipo de turismo distinto al tradicional del «sol y playa». La gran suerte de España es que también puede atraer a ese tipo de turista que, en vez de sustituir el estrés de  la rutina diaria por el estrés de lograr el mejor sitio en la playa o en la piscina del hotel de la playa (reconozco que nunca he entendido lo de ir a la playa para acabar en la piscina de un hotel), prefiere perderse por la capital del reino visigodo, por los espectaculares paisajes que ofrecen cordilleras tan imponentes como los Pirineos o la Cantábrica o, incluso, por los pequeños pueblos pintorescos que todavía esconde el litoral mediterráneo.

 

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