El volunturismo es un nuevo concepto que fusiona “voluntariado” con “turismo”. El objetivo de este modelo de viaje es realizar acciones solidarias en el destino y, al mismo tiempo, aprovechar los ratos extra para disfrutar libremente. Sin embargo, la popularización de estos programas pone en debate las motivaciones reales tanto de agencias como de viajeros.

Cada año, la tendencia del voluntariado crece un 20%. Así lo demuestra el estudio Viajes solidarios de Oxfam Intermón, que define la práctica como una «manera responsable de conocer el mundo». Si bien muchos de los planes de viaje se relacionan con el turismo sostenible, otros incluyen voluntariados en los que intervienen comunidades de personas en situación de vulnerabilidad. En este sentido, los principales destinos se encuentran en países empobrecidos y ubicados en Asia, África y América Latina.

Los estudiantes o personas en un momento de standby en su vida suelen ser los más interesados en realizar este tipo de programas. El deseo de encontrarse a uno mismo suele ser una de las principales motivaciones y, en ocasiones, nubla la verdadera intención de solidaridad. Es por ello que muchas activistas del ámbito del antirracismo denuncian no tanto a los jóvenes que se embarcan en la aventura, sino a las agencias que promueven el turismo voluntario como una experiencia de autoconocimiento y espiritualidad.

La cara invisible del turismo solidario

La periodista Clara E. Mengual recuerda que Cooperating Volunteers (@cooperatingvolunteers) sorteó a través de Instagram una plaza para realizar un voluntariado en Uganda, sin requerir ningún tipo de formación a quien la ganase. Evidentemente, atraídas por las experiencias altruistas de sus influencers favoritos, alrededor de 6.800 personas participaron en el concurso.

«En muchas ocasiones me he encontrado con personas voluntarias con una gran falta de confianza en sí mismas que de repente se sienten útiles e imprescindibles al darse cuenta de que hay personas que, en cierta manera, dependen de ellos», explica la redactora para Afroféminas.

Estas motivaciones superficiales surgen de convertir un modelo aparentemente solidario en una aventura de la cual sacar provecho y reconocimiento en el entorno social. Al mismo tiempo, fomenta un tipo de turismo que coloca a la persona «no privilegiada» en una posición pasiva respecto a su desarrollo. Pablo Sánchez, director de The Health Impact, menciona que la publicación en redes sociales de fotografías relacionadas con el voluntariado contribuye a «hacer de la pobreza un espectáculo».

Es por ello que el volunturismo, aunque es una buena idea en la teoría, no tiene un impacto positivo en la práctica. Al menos, no para quien recibe la ayuda.

Ser solidario y, además, viajar

Del mismo modo que no es necesario viajar para encontrarse a uno mismo, la solidaridad es un sentimiento que se puede experimentar todos los días y cerca de casa. Con acciones pequeñas se puede mejorar la vida de quienes nos rodean.

En España, según la Dirección General para la Igualdad de Trato y Diversidad Étnico Racial, un 60% de la población afroespañola asegura no sentirse español como consecuencia de la discriminación que sufre. Este, entre otros, es un ejemplo de que también se puede colaborar para luchar contra la desigualdad en el entorno próximo.

Antes de emprender un voluntariado, activistas como Desirée Bela-Lobedde recomiendan formarse, conocer el contexto social del país de destino y, sobre todo, investigar sobre las intenciones reales de las agencias que usan el pretexto del altruismo para seguir facturando.

Estas son las claves indispensables para construir un nuevo modelo de turismo realmente solidario.

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