El llamado “procés”, la calificada “desconexión” de Cataluña con España o mejor dicho, y hablando claro, el golpe a la democracia asestado por los políticos independentistas de Cataluña, no sólo ha generado tensión entre ciudadanos de España, bloqueo y ninguneo de las instituciones en Cataluña o violencia callejera con los Comités de Defensa de la República, sino que, además, ha conseguido que en España nazcan las primeras voces que critican a la Unión Europea, que abogan por desobedecer los dictámenes europeos y que nos invitan a reflexionar sobre nuestra permanencia en el proyecto europeo.

El momento en el que estas voces que cuestionan el proyecto común que es Europa, comienza con la decisión de un juez alemán de dejar en libertad bajo fianza a Carles Puigdemont. Ciertamente, muchos nos pensábamos que Puigdemont sería trasladado a España sin antes pisar suelo alemán, es decir, sin necesidad de salir de prisión, pero ha habido un juez que no lo ha entendido así. Yo no voy a entrar a valorar las resoluciones judiciales porque no me compete, pero sí que tengo una opinión y me limitaré a señalar que creo, modestamente, que este señor juez alemán que ha dejado en libertad a Puigdemont, se ha centrado en analizar temas que le competería analizar a un juez español.

En todo caso, y por no desviarnos de la cuestión, que la decisión de un juez no coincida con nuestros pensamientos, con nuestra opinión jurídica de la situación procesal del señor Puigdemont o, incluso, con nuestros anhelos más sentimentales, no es motivo que justifique el abrir un airado ataque contra todo lo que ha representado y sigue representando la Unión Europea.

Desde afirmaciones como “si Europa no nos respeta, nosotros no debemos seguir respetando a Europa” a “debemos pensarnos si seguimos acatando las órdenes internacionales”. Esto es lo que comúnmente llamamos “euroescepticismo” o “eurofobia”. Mensajes que nos llegan a los ciudadanos de partidos populistas, que se aprovechan de la compleja situación del Estado miembro en cuestión, en este caso España, y que apuntan sus objetivos hacia Europa en su conjunto.

Para la Unión, este tipo de mensajes y este tipo de partidos políticos, no son una novedad. Muy a nuestro pesar, en los últimos tiempos vienen originándose en muchos países de nuestro continente, movimientos populistas que o bien abogan directamente por abandonar la Unión Europea, o bien sólo tienen por objetivo desgastar y difamar el proyecto de integración europea con mensajes, ya digo, populistas y eurófobos.

Pero debemos poner las cosas en su sitio y no dejarnos llevar por las emociones o sentimientos que nos pueda despertar la puesta en libertad de un señor que como Puigdemont, ha delinquido públicamente y desoído las múltiples advertencias que desde los Tribunales y desde el Gobierno, se le hacían.

La culpa de que el llamado “procés” haya durado lo que ha durado, incluso, de que haya existido, no es de la Unión Europea. Si los políticos separatistas de Cataluña han llegado dónde han llegado, han incumplido los requerimientos y las sentencias judiciales que han querido, han utilizado dinero público para financiarse su capricho indepe, no es por culpa de la Unión Europea, ni mucho menos. En todo caso, la responsabilidad caerá sobre el Gobierno de la Nación, sobre un Gobierno que en mi opinión, no ha gestionado bien todo este desafío soberanista planteado por los separatistas. Las consecuencias de tener un Gobierno acomplejado, incapaz de hacer cumplir la ley y las resoluciones judiciales en Cataluña, que ha pactado y alimentado al nacionalismo de Cataluña en particular y al nacionalismo en general, que ha permitido que en España se celebrasen dos referéndums ilegales aun cuando nos decía que dichos referéndums no se iban a celebrar, que ha seguido manteniendo el FLA en manos de unos políticos que ya sabíamos que iban a malversar dicho dinero, que se ha negado a garantizar el uso del castellano para quién así lo quiera en sus estudios, todas esas consecuencias, no se pueden achacar a la Unión Europea por la decisión que ha tomado, con su criterio personal y profesional, un juez alemán. Porque es injusto, porque es desproporcionado, porque es oportunista y porque es populista.

La Unión Europea no es perfecta, claro que no, pero quién niegue todos los beneficios que nos ha aportado, que nos aporta y que nos seguirá aportando en el futuro, es que tiene una visión distorsionada de la realidad. Probablemente, España deba hacerse valer dentro de la Unión, conseguir un papel más destacado del que ya de por sí tiene, y a lo mejor, esto le pueda servir como punto de partida para comenzar a forjarse ese estatus que se merece.

Los eurófobos ahí seguirán, lanzando mensajes en contra del proyecto común de convivencia representado por la Unión Europea, aprovechándose de los temporales políticos y además, sin aportar soluciones alternativas. Porque lo curioso es que estos populistas nos dicen que hay que abandonar la Unión Europea, pero no nos cuentan que viene después. Por un lado, los separatistas catalanes querían abandonar España pero permanecer en Europa, y ahora, estos eurófobos, quieren abandonar Europa pero seguir permaneciendo en España. Y es que esas dos ecuaciones son imposibles, porque España y la Unión Europea forman parte de la misma ecuación, porque ya han pasado más de treinta años desde que decidimos subirnos al tren de la integración europea y porque nadie nos va a convencer de que Europa es el mal de todos los males.

Entretanto, los que sí creemos en el proyecto común europeo, los que sí creemos en una España más fuerte y con más presencia en Europa, debemos seguir caminando juntos, buscar las soluciones que nos permitan mejorar nuestro país y la Unión en su conjunto, y por supuesto, utilizar la pedagogía para combatir esta ola de euroescépticos que Puigdemont y la gestión del Gobierno de M. Rajoy, ha despertado. A mí me tendréis en esa consigna.

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