A pesar de que el color que caracteriza a Europa sea por excelencia el azul, esta vez, más que nunca, se tiñe al completo. La Unión Europea ha puesto en marcha la tan célebre ‘Tarjeta Azul’, la cual, a pesar de que suene a una papeleta que se utilice para adquirir descuentos en El Corte Inglés, consiste en un permiso para trabajar, por supuesto, en Europa.

Por su parte, esta tarjeta concede la “entrada y residencia únicamente a trabajadores altamente cualificados”, indica el Consejo Europeo. Como bien comenta el ex diputado del Parlamento Europeo Claude Moraes, este nuevo sistema “no pretende atraer una inmigración masiva, sino una inmigración dirigida a cubrir los déficits de competencias”. No obstante, uno de los problemas es la difusión de la tarjeta, puesto que no llega a ser conocida en su totalidad. De esta forma, para aumentar su atractivo, la Unión Europea ha pensado en facilitar su obtención a través de una bajada del umbral salarial, así como acortando los contratos, e incluso ayudando a aquellos titulados que lo necesiten.

“Europa confía en atraer a más de los mejores y más inteligentes del mundo”, fueron las palabras que pronunció Claude Moraes en el vídeo de presentación de la tarjeta. Desde mi punto de vista, esta tarjeta puede ser una gran oportunidad para toda Europa para no solo implementar el empleo, sino también para cubrir esos déficits de competencias que mencionaba anteriormente. Pero también es cierto que no todo es óptimo. No solo hay un punto de vista. Porque, ¿qué pasa con aquellas personas sin empleo que no están “altamente cualificadas”? ¿qué rol ocupan? Es fácil solicitar profesionales altamente cualificados, pero no es sencillo para aquellos que no lo son acceder a un empleo fuera de sus países natales. ¿Dónde están esas ayudas? Son preguntas que uno podría plantearse. Pero el quid de la cuestión es por qué Europa no se lo plantea. Porque está muy bien querer a los mejores, ¿y el resto?

Migración e inmigración

La migración europea es conocida desde hace años. En el siglo XIX y comienzos del XX, Europa fue conocida, principalmente, como un continente de emigración, con grandes salidas por las rutas transatlánticas. No obstante, desde finales el siglo XX, Europa ha pasado de ser un país principalmente emigratorio, a ser un país propiamente de inmigración. Actualmente, como con todo, las tradiciones perduran y, por tanto, la migración es un tema recurrente por mucho que pasen las décadas.

Con esto me refiero a que, si partimos de la idea de que las rutas principales son las del Mediterráneo occidental, la cual comprende países como Argelia y Marruecos, así como las rutas de África occidental, tales como Sáhara Occidental, Mauritania, Senegal; no creo que personas que procedan de países tan poco desarrollados sean personas altamente cualificadas. Y por no mencionar los requisitos necesarios para solicitar la tarjeta. “Contar con estudios o experiencia profesional; así como con un contrato de trabajo o una oferta firme para un mínimo de seis meses; probar que se dispone de un seguro médico; contar con un visado”, etc. El salario que se percibe debiera estar entre el salario medio bruto del país.

Por su parte, la validez de la tarjeta azul es relativa. Este período de validez oscila entre los 1 y 4 años, en función del país en el que se vaya a trabajar; España durante 12 meses, Austria durante 24, y Alemania y Francia durante 48 meses -entre otros-. Esto mismo también supone otra limitación, ya no solo por lo que comentaba antes, sino por el tiempo con el que cuenta un solicitante de este nuevo sistema. Porque igual con ese poco tiempo consiguen acabar con esos déficits en “x” empresas relativas al mercado empresarial europeo, pero ¿qué les puede aportar Europa a ellos además de experiencia y ciertos beneficios? ¿Qué pasa cuando vuelven a su país? Preguntas sin respuesta.

El empleo, las malas condiciones, la búsqueda del bienestar, la devastación por las guerras, son algunas de las cuestiones por las que estas personas deciden dejar a sus familias, y emprender un viaje caótico y desfavorable en busca de un trabajo. Entonces, ¿cuántas personas cualificadas se cree que va a haber detrás de todo ello? Algo que está claro es que las ayudas no dejan de ser ayudas, pero ¿de qué sirve hablar de la Tarjeta Azul como ayuda humanitaria si, en verdad, todos tenemos que estar altamente cualificados? A priori, la única gran beneficiaria es la Unión Europea; lo demás son chascarrillos.

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