La llegada del 2021 no solo ha dado por terminado el año que todos queríamos dejar atrás. Ha entrado arrasando con la tercera ola de Covid–19, consecuencia de las reuniones familiares en Navidad, y con la oleada de frio que ha dejado la borrasca Filomena. Con todo esto, casi parece surrealista que los universitarios tengan concentrados sus pensamientos en los exámenes de enero. Aunque todavía lo es más que parezcan ser los únicos.

Este mes no solo tienen que preocuparse por memorizar el temario de todas las asignaturas para «vomitarlo» en una hoja de papel, sino que también tienen que hacer frente al temor de contagiarse o ‘congelarse’ mientras lo hacen.

Y es que, mientras las medidas para frenar la incidencia del virus se están reforzando en una carrera contrarreloj con la subida de contagios, los universitarios se aglomeran en las aulas durante dos o tres horas para cumplir con las evaluaciones, día sí y día también.

La lógica se pierde cuando se restringen las reuniones a cuatro personas como máximo, pero se considera viable que permanezcan las convocatorias presenciales sin estar las clases habilitadas. Sin metro y medio de distancia, pasillos atestados de universitarios esperando a entrar… con la única protección de una mascarilla. Ilógico es también que hayan grados que no hayan pisado una clase en todo el curso, ni siquiera para las prácticas, y ahora tengan que ir todos el mismo día para un examen presencial, de clases online.

Por otra parte, las nevadas han dejado temperaturas bajo cero en gran parte del país. La normativa de ventilar continuamente el espacio ya no es tan efectiva, pues las temperaturas exteriores rozan lo insalubre. Como se ha generalizado en las redes sociales a modo irónico: “En la universidad casi es más probable coger una hipotermia que el coronavirus”.

La falta de comunicación entre la universidad y sus estudiantes no es algo nuevo. Pero, ahora más que nunca, los universitarios están sintiéndose desprotegidos y abandonados. En universidades de Castilla y León, más de 5.700 alumnos han protestado por las condiciones de “frio”, al igual que en Sevilla y la mayoría de universidades de España.

La cuestión es, ¿cómo es posible que las universidades vean los cinco dígitos de contagios al día y sigan metiendo en una clase a 60 o más estudiantes, siendo la única medida previsora abrir las ventanas en pleno invierno? ¿Se trata de una falta de recursos tecnológicos y su ineficiente docencia online? ¿De una falta de confianza en los estudiantes? La sociedad universitaria quiere respuestas y no las está obteniendo, ni por parte de sus instituciones, ni por parte del Ministerio de Universidades.

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