Con los resultados de los caucus del Partido Demócrata en Nevada escrutados a un 60%, el candidato Bernie Sanders ganaba con un 46% de los votos, más del doble que el segundo, el exvicepresidente Joe Biden. Tras ganar también las primarias de New Hampshire y el voto popular en el caucus de Iowa, a falta de conocer el determinante resultado del “supermartes” todo indica a que es el que más posibilidades tiene de salir elegido candidato presidencial en las elecciones de 2020. Claro, que el complicado sistema de primarias norteamericano y la pluralidad de candidatos no se lo van a poner fácil, jugando con todo en su contra.

Algo significativo del desglose de los votos de Nevada es el motivo por el que los demócratas eligen a Sanders. Entre aquellos que elegían al candidato que mejor reflejaba sus ideas, Sanders era el favorito con un 54%, dejando al resto en posiciones marginales. En cambio, bajaba significativamente entre aquellos que buscaban un candidato que pudiera derrotar a Trump a un 23% y empata con Biden en un 21%. Toda la carrera ha girado en torno a esto: quién podrá vencer a Trump.

Con esta meta, el candidato Biden era el favorito para el núcleo del partido: no sólo fue vicepresidente de la era Obama, sino que su perfil moderado puede ser un atractivo para los votantes republicanos. Pero la estrategia es errática, en tanto que acaba pensando más en el votante del Partido Republicano que en el del Partido Demócrata. Sanders es hoy el candidato con más respaldo popular, que por el sistema de delegados y superdelegados no se traducirá necesariamente en ser el nominado. La posibilidad de que sus rivales elaboren una estrategia para desbancarlo es alta, por ejemplo, concentrando los votos en un candidato de consenso como Buttigieg. Ya quedó descartado en 2016 frente a Hillary Clinton mediante los superdelegados (que tienen “libertad de voto” en caso de empate entre dos candidatos) y para el sector más progresista del partido supuso la desafección en las urnas, lo que en parte llevó a la victoria de Trump.

Este sector progresista es el más heterogéneo y difícil de contentar, pero los resultados de las primarias demuestran que el efecto Bernie los arrastra a todos, al mismo tiempo que sus medidas económicas lo hacen el más popular entre las rentas más bajas. Forzar a un moderado como candidato volvería a traicionar la confianza en el sistema tradicional de partidos, refuerza la posición de los outsiders y a la larga daría paso a una mayor polarización en el país.

Se suele decir que el americano promedio siente desinterés por la política y preferirá un candidato como Biden que da estabilidad y calma a otros como Trump y Sanders que generan polémica constante. Pero 4 años de Trump han trastocado el panorama político. La institucionalización de su discurso ha llevado a una normalización que ahora ya no choca tanto al conjunto de la sociedad. No sólo eso, sino que el crecimiento económico del país le refuerza, y para el votante “centrista” la bonanza económica es más importante que las cuestiones sociales (es la economía, estúpido).

La posibilidad de que un candidato demócrata tradicional recupere votantes de Trump es remota, teniendo en cuenta que su popularidad sólo aumenta entre sus votantes. En cambio, sí es plausible atacar en aquellos que directamente se han visto afectados por él: minorías y trabajadores asalariados. A estos es a los que empuja Sanders a votar, y lo hace estableciendo una dialéctica en la que sale ganador: “el pueblo vs la élite”. Multimillonarios como Trump o Bloomberg pueden intentar ganar a las bases aprovechándose de su conservadurismo, pero en el aspecto económico van lastrados en tanto que no representan a la clase obrera. Un candidato que es capaz de mover masivamente al colectivo obrero sin renunciar a una defensa de los derechos sociales es la antítesis directa de Trump, el único que establece una comparativa de cambio real.

Pero finalmente lo que pone a Sanders por encima de otros candidatos es que, aunque sea el más opuesto al statu quo, no existe por y para vencerle. Centrar la carrera demócrata en únicamente vencer al candidato republicano en vez de en ofrecer un proyecto genuino propio es crónica de una derrota anunciada. Los movimientos de Trump acabarán determinando toda la campaña y se dejarán de lado los principios políticos que inspiran al Partido Demócrata (aunque estos sean difusos y heterogéneos). El proyecto Sanders está definido por sí mismo, puede competir y diferenciarse tanto del de Trump como del de Biden. Lucha contra las desigualdades económicas y sociales, contra el cambio climático, una política exterior no intervencionista y una reforma para hacer más democráticas las instituciones. Lo que se plantea es un modelo diferente de lo que debería ser Estados Unidos. Y ese proyecto lejos de ser radical simplemente quiere cambiar un sistema que ha demostrado estar plagado de contradicciones.

La posibilidad de cambio (sea a mejor o peor) ilusiona al votante, lo mantiene activo. Es efectivamente el triunfo del populismo, pero Trump ganó jugando con esa baza a pesar de que desafectaba a los conservadores más moderados. Para sacar un clavo puede hacer falta otro clavo, y lo mismo es necesario un candidato con un proyecto en el que crea de verdad y que mueva a las masas a las urnas. Se le intentará demonizar en los medios, pero eso sólo le dará más cobertura y popularidad, y la experiencia nos demuestra que no se ha impedido así el triunfo del presidente Trump. El Partido Demócrata debería confiar en Sanders, porque supone confiar en sí mismo, en un proyecto político. La noche de las elecciones de 2016 cuando muchos se preguntaban como podía haber ganado Trump muchos votantes respondieron: “quizás era demasiado radical, pero al menos creía en lo que decía”. A veces, y sólo a veces el “Power to the people” y escuchar a la gente ganan elecciones.

 

 

Nota del autor: Este artículo fue escrito antes de las Primarias demócratas de Carolina del Sur y del Súpermartes. Las impresiones posteriores y las consecuencias de dichas votaciones serán analizadas en contexto con lo escrito aquí en un artículo posterior.

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