Es la hora de comer. Nos sentamos en la mesa solos o acompañados, pero para muchos encender la televisión sigue siendo un ritual, ya que es la hora de ver el informativo/telediario/las noticias/el parte (expresión premillenial). A pesar de que mi fuente principal de información es internet, yo sigo teniendo esta costumbre, y a la hora de comer veo uno u otro canal dependiendo de la hora que sea, pero cada vez lo hago con menos ganas. Y es que si te paras a pensar en el contenido de estos programas informativos, musiquitas pegadizas y chistes de Matías Prats aparte, te das cuenta de lo precisamente poco informativos que son estos espacios.

Tirororii tirori, comienza y… “Esta es la alegría de los vecinos de Villaescasa de Fontesca al conocer que su pueblo ha sido elegido para grabar un anuncio de lavavajillas sueco, luego conectamos con ellos”. Tras este notición, se produce una charla amable entre los presentadores y después, el sumario. A continuación suele venir el bloque de política, que consiste en… llenar quince minutos con declaraciones de líderes políticos, unos respondiéndose a los otros, sin ningún tipo de análisis, sin tratar de ir más allá en la información, sin preguntas. La objetividad llevada a su extremo dejando que los hechos hablen por sí mismos, sin aportar ningún valor a la información. Y esta es la parte seria.

Después se habla del tiempo. La información meteorológica es un servicio público muy útil, pero la cuestión es que ya tiene un espacio propio al final del informativo. No contentos con esto, dedican otros diez minutos a hablar de que en invierno hace mucho frío y de que en verano hace mucho calor. Todo esto acompañado de declaraciones de señores y señoras que así lo atestiguan: “Uy sí, sí, menudo frío, así no apetece salir de casa” o “hace 20 años por lo menos que no caía este chaparrón”. Análisis sesudos y rigurosos.

Y tras esto, sucesos. Muchos sucesos. “Una vaca muere en Utah tras comerse un Iphone 8”, “dos gatitos cruzan una carretera en China y no les pasa nada”, “Japón abre el primer supermercado que admite que entren loros y periquitos” o “incendio en Idaho deja sin casa a una abuelita muy tierna”. Y no es que sea frívolo y no me importen las abuelitas de Idaho, pero me pregunto cuál habrá sido el criterio para elegir dar esa noticia y no otras.

En fin, podría ser incluso más crítico y también podría haber exagerado menos, pero espero que alguno de vosotros sepáis leer la idea que subyace bajo estos lamentos. ¿Las causas? Por supuesto que no ayuda la premura y presión con la que trabajan muchos periodistas, que les permite hacer más bien poco, pero no creo que haya falta de profesionalidad. En España tenemos periodistas muy buenos, y algunas cadenas y medios están destinando cada vez más energías a tener equipos de investigación fuertes y competentes, pero estos equipos parecen no tener cabida en la redacción del telediario, por lo que sea. Ahora son otros espacios los que se dedican a desgranar las declaraciones de los políticos y a aportar valor periodístico a los datos y chorradas varias, lo cual quiere decir que por lo menos no todo está perdido, hoy por hoy.

El boom de programas sobre política en nuestro país puede ser el causante de este vaciamiento de contenido de calidad de los programas informativos. Pero temo que cuando las grandes audiencias se harten y estos espacios tertuliescos dejen de ser rentables y desaparezcan, aquellos que quieran informarse con rigor en la televisión y la enciendan a la hora de comer ya no encuentren lo que buscan. En su lugar, un presentador estrella seguirá hablando de localidades estadounidenses raras y animales cuquis. Entonces la tele habrá muerto como medio periodístico. No sé si soy demasiado idealista, pero creo que estos espacios deberían ir desligados del rendimiento económico. En mi mundo ideal e imaginario las cadenas de televisión seguirían ganando millones de euros con sus programas sobre corazón, moda, cocina, etc, pero a las tres de la tarde dedicarían una hora a desgranar la actualidad y a buscar las causas y los porqués, sin preocuparse por si ganan o dejan de ganar, simplemente satisfaciéndose de estar ofreciendo un servicio público. Ser aquello que solía llamarse cuarto poder.

Y si la solución es internet, miedo me da. Miedo me da porque no paro de ver noticias de gatitos y exclusivas de famosas sin sujetador en medios “serios”. En definitiva, miedo me da que los espacios fijos, de referencia, aquellos que siempre están aunque no los busques y  donde sabes que no te van a mentir desaparezcan. Cada vez dependemos más de algoritmos para encontrar información de calidad entre vídeos de perretes y persecuciones en Los Ángeles.

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