Se va acercando el mes de agosto, y el curso político también acaba. Para tomar el pulso a la situación actual y hacer balance, hoy he decidido analizar algunas de las expresiones más surrealistas que nos ha dejado nuestra política en los últimos tiempos.

Con la primera de ellas me voy a remontar un par de años atrás, cuando Podemos y sus confluencias locales accedieron a las principales alcaldías españolas. En aquel momento, se vendieron aquellas novedades como “los Ayuntamientos del cambio”. Los gobiernos municipales que habían desempeñado su función hasta entonces en la mayoría de estas ciudades acusaban un fuerte desgaste, y en muchos casos, la realización de la misma durante varias legislaturas afloraba incluso sospechas y casos de corrupción en algunos de ellos -que no olvide nadie lo necesario que resultaba un cambio en Ayuntamientos como Madrid o Valencia-. En un alarde de optimismo, alguna de estas candidaturas llegó a usar la divisa “nunca unas elecciones las había ganado tanta gente”, un lema pretencioso y poco apropiado que solo podía ser propuesto por quien se cree poseedor de la voluntad popular sin serlo -¿les suena de otros tiempos?-.

Dos años después de toda esta vorágine, el balance de los “Ayuntamientos del cambio” resulta, cuanto menos, decepcionante, y mejor podrían definirse como los “Ayuntamientos del REcambio”. Desgraciadamente, la mayoría de equipos situados al frente de estas corporaciones municipales han demostrado tener una visión de futuro para sus ciudades prácticamente inexistente, una capacidad de gestión pública y de su comunicación absolutamente desastrosa y sobre todo, han demostrado estar más preocupados por imponer su rancia línea ideológica que en trabajar por mejorar su ciudad. Un claro ejemplo puede verse en Zaragoza, gobernada por la confluencia Zaragoza en Común, una candidatura compuesta en un 70% de sus miembros por militantes de Izquierda Unida y el anacrónico Partido Comunista, cuyos concejales y Alcalde han demostrado ser lo más incompetente que ha pisado la casa consistorial en las últimas décadas. Tampoco se salvan el resto de Ayuntamientos. Conocidos son los errores habituales cometidos por Ada Colau en Barcelona, por “Kichi” en Cádiz, o la retahíla de concejales polémicos que tiene Manuela Carmena en su equipo. Con este panorama, poco costará a otros partidos -especialmente al Partido Popular- recuperar las Alcaldías perdidas en las próximas elecciones municipales. Como dice el refrán, “para este viaje no hacía falta tantas alforjas”.

La segunda expresión que permite hacer balance de este curso es la pronunciada por Albert Rivera a sus compañeros del PSOE durante la investidura de Rajoy y que decía algo así como “gobernemos juntos desde el Parlamento”. Alguien en el PP debe de estar todavía riéndose muy fuerte. Tal vez olvidaron darles unas lecciones básicas sobre Derecho Político a los líderes de Ciudadanos, y es que como su nombre indica, se gobierna desde el Gobierno, también conocido como Poder Ejecutivo. En consecuencia, la situación después de diez meses de “Gobierno desde el Parlamento” es igualmente decepcionante. El Congreso solo ha aprobado ocho leyes en su primer año de legislatura, muchas menos que en periodos anteriores. Además, todavía hay 28 pendientes y hasta 34 han sido vetadas por el Gobierno, tal y como permite el art. 134 de la Constitución. Por ya no hablar de las bombas de humo a las que nos hemos visto habituados los últimos meses -véase por ejemplo “la mayor oferta de empleo público de la historia”, que no será tal, la subida del SMI que a duras penas ha llegado a los 700 euros, o la esperada reforma de RTVE que tampoco acaba de llegar- y que no se han concretado en nada útil para el futuro de este país.

Por todo ello, este balance de fin de temporada permite concluir que todo el “show” al que nos hemos visto sometidos en los últimos meses tiene mucho más de entretenimiento que de real. También destaca lo poco que han sabido aportar aquellos que dicen ser “la nueva política”, y que se han quedado en poco más que meros avisadores de casos de corrupción. Mientras tanto, muchos seguimos esperando que empiecen a trabajar en medidas útiles para la sociedad como el establecimiento de planes de emancipación para jóvenes y de fomento de la natalidad, medidas y políticas que pongan freno a la incipiente burbuja inmobiliaria que está volviéndose a crear, o la necesaria reforma fiscal. El próximo curso político será ya completo -no comenzará en noviembre como el anterior- y tendremos ocasión de comprobar en qué acaba todo esto. Como les recomendé hace un par de artículos, cojan palomitas, que sigue el espectáculo.

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