Siempre he huido de las etiquetas, pues pensaba que etiquetar a alguien sólo limita nuestro conocimiento sobre ella, que es algo absurdo en una sociedad plural y avanzada como la nuestra. Pero el pasado 8 de marzo me di cuenta de que algunas etiquetas son más que necesarias, como la de «feminista».

» ¿De dónde venimos?

Otro día 8, el de noviembre, es el día a partir del cual, y hasta final de año, las mujeres españolas trabajan gratis: es el prorrateo de la brecha salarial. Casi dos meses. Por ser mujeres; que equivale a decir, en la mayoría de los casos que conozco, más competentes y preparadas que nosotros. Es un abismo, una aberración y una absoluta injusticia.

La violencia de género sigue siendo una lacra que sacude nuestra sociedad. Y es una lacra que debe ser erradicada de una vez por todas. Se debe educar en valores, inculcando el hecho de que hombres y mujeres somos iguales, y que la violencia nunca es la respuesta.

Ha habido quien, haciendo gala de seguir viviendo en una realidad paralela, ha sacado pecho. Yo pude ver como, desde el perfil de una agrupación local del partido del Gobierno, se editó un vídeo con motivo del 8 de marzo. En ese vídeo se podía ver a tres estudiantes, presumiblemente simpatizantes de dicho partido político, que decían estar satisfechas porque la brecha salarial en España estaba por debajo de la media de la UE. Al ver ese vídeo fui consciente del auténtico problema que tenemos como país.

La conformidad, en palabras de JFK, es carcelera de la libertad y el enemigo del crecimiento. A eso es a lo que nos arriesgamos si no asumimos la realidad, lejos de doctrinas y argumentarios partidistas. A ese es el futuro al que, lamentablemente, nos estamos asomando.

» 8M: un punto de inflexión.

El jueves pasado salieron a la calle miles y miles de españoles para algo tan simple y tan complejo como reivindicar la efectiva igualdad de hombre y mujeres. En las manifestaciones y concentraciones que tuvieron lugar a lo largo y ancho de nuestro país había gente de toda edad, género, raza, religión e ideología. Todos unidos bajo el paraguas de la igualdad. Y es en este punto en el que me quiero detener.

No me gusta la gente que reparte carnets. Nadie, absolutamente nadie, es quien pare decidir quién es catalán y quien no, quién es demócrata y quien no… ni quién es feminista y quien no. He visto imágenes deplorables que ensucian la que fue una jornada de éxito y un hito histórico.

Dejemos que cada uno sea lo que quiera ser, que defienda lo que quiera defender. Y que lo haga desde la más absoluta libertad. Abandonemos esa visceralidad y defendamos la igualdad real desde un prisma de inclusión y tolerancia. Sólo desde la transversalidad se podrá construir una sociedad igualitaria de verdad.

» Soy feminista.

Vosotras, las mujeres, sois las auténticas protagonistas de nuestro tiempo. Y me habéis servido de inspiración. Siempre he tenido, lo reconozco, cierta reticencia a considerarme feminista. Creo en la libertad, en la igualdad, en la justicia y en el pluralismo por encima de todo, de absolutamente todo lo demás. A pesar de esto, me costaba asumir ese «-ista» tan parecido fonéticamente a otros «-ista». Por ello debo pedir disculpas y decir que soy feminista.

El feminismo es una causa compartida entre hombres y mujeres, y todos debemos sentirnos llamados. Debemos sentirnos llamados todos los que estemos verdaderamente comprometidos con una igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres.

Un amigo intentaba ser pedagógico el otro día en twitter. Decía que si tienes un edificio de 35 plantas y otro de 10, y quieres que ambos sean igual de altos, tienes dos opciones: demoler uno o ampliar el otro. Por eso se llama feminismo. Porque se trata de construir 25 plantas en uno, y al otro no le hace falta ninguna.

A lo mejor hay que ser feminista porque es la única manera de conseguir que, efectivamente, seamos todos iguales de una buena vez. A lo mejor sí hay que ser feminista porque para alcanzar la igualdad tenemos que partir desde tan abajo que asusta. Pero a lo mejor es cierto. Si hay que ser feminista para proteger a las mujeres y darles el lugar que les corresponde, entonces yo quiero serlo.

Hay que ser feminista, pues sólo así podremos construir un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres. Y lo haremos posible.

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