No que me hayas mentido, que ya no pueda creerte, eso me aterra

Friedrich Nietzsche

A veces pienso que le doy mucha importancia, o que siempre tiendo a hablar sobre los mismos temas. Pero es que el amor, la confianza y la verdad son tres conceptos realmente complejos que considero de especial relevancia. ¿Qué hay mejor que sentir un amor verdadero, o que no estás rodeada de mentiras? 

Queramos o no, ambos términos van de la mano de forma involuntaria. Desde la Grecia clásica se ha ido en busca de la verdad, en busca del todo. Pero, ¿qué es la verdad? Creo que cada persona tiene una perspectiva jocosamente diferente sobre ello. Unos pueden relacionar o buscar este concepto en la ciencia; otros en los medios de comunicación, o incluso en la propia vida diaria. La gente tiende a relacionar la verdad con las autoridades, los gobiernos… con el poder. Qué gran error esto último.

Siempre he pensado que el poder está en la verdad, pero que la verdad no la encuentras en el poder. El problema está en que solemos buscarla en las personas con potestad, y no en las personas sabias y honestas o, lo que es lo mismo, en las personas con auctoritas. No somos capaces de mirar más allá. Me remito a lo que comentaba antes, nada más que para hacer una aclaración: soy yo la que tiene un problema y un ansia por la verdad, no es que me limite a generalizar. Ni mucho menos. Quizás es porque no soporto que me mientan, y más aún que me mientan mirándome a los ojos. 

Últimamente me he cuestionado si el problema se encuentra en la propia mentira, o en  ser tan ilusa de confiar en que no te mientan. Si tuviera que hacer una valoración a grandes rasgos, podría decir que confiar es algo increíble (-mente complejo). Es algo que te transmite seguridad, comodidad e, incluso, felicidad. Pero, como toda moneda, hay otra cara. La confianza puede dar miedo, provocar frustración e, incluso, ansiedad y desesperación. Además, como siempre se dice, es algo que se puede perder de la noche a la mañana o, incluso, en cuestión de segundos. 

¿Cómo podemos saber de quién nos podemos fiar? ¿Cómo sabemos si alguien nos está mintiendo? Son preguntas que, si tuviese la respuesta, no dudaría en compartirlo. Por suerte o por desgracia, no lo sé. No obstante, algo que he aprendido en base a ir perdiendo poco a poco la esperanza en las personas -no quiero que esto se interprete como algo que va más allá de lo que estoy expresando-, es que el problema no está en que te mientan, sino en la persona que miente. 

¿Qué valor le da a esa persona a sus palabras? ¿Cuán importantes son sus actos? ¿Empatiza acaso con su entorno? Una persona que miente es una persona que considera que tanto su vida como sus palabras carecen de valor. Entonces, ¿dónde está el fuste? No hay mejor cierre que una frase de Nietzsche que dice así: “No que me hayas mentido, que ya no pueda creerte, eso me aterra”. 

About The Author

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.