Comer es, sin duda alguna, una de las necesidades humanas más importantes. Pero mientras que la tecnología hace que hoy en día otras muchas necesidades sean más fáciles y accesibles, gastamos prácticamente el mismo tiempo en cocinar y alimentarnos que el que gastaban nuestros tatarabuelos allá por mitad del siglo XIX. A pesar de la posibilidad de concentrar los nutrientes en una pastilla o un batido y poder comer en diez minutos, seguimos cocinando y comiendo varias veces al día. Todos sabemos que la alimentación es muy importante, pero ¿qué tiene la comida que la hace tan especial?

Bodas, bautizos, navidades, cumpleaños…todos se celebran alrededor de una mesa. La mesa es desde siempre el lugar donde juntarse para compartir experiencias, o simplemente, disfrutar del momento. Pero no sólo hay que pensar en ocasiones ceremoniosas, si recordamos algo tan simple como una cita, con toda seguridad la comida estará presente, aunque sea en forma de un bocadillo o un helado. Incluso si pensamos en comida rápida, nos viene a la cabeza el recuerdo de tardes de risas con amigos, en las que parecía que los problemas se esfumaban.

¿Quién no recuerda con cariño las croquetas de su abuela, el arroz con leche de su tía o las natillas que preparaba su madre? ¿Quién no ha vuelto alguna vez contento del colegio pensando que en casa le esperaba su plato favorito? Si echamos la vista atrás, muchos de los mejores recuerdos de nuestra vida tienen el sabor de platos cotidianos, pero con un toque especial, el del cariño con el que estaban cocinados.

Siendo así, no es de extrañar que muchas de las decisiones más importantes en la vida de una persona se tomen delante de un plato de comida, o que Mariano Rajoy, el día de la moción de censura, se instalara durante toda una tarde en un céntrico restaurante de Madrid. Al fin y al cabo, somos los que comemos. Y si no, que se lo pregunten a un catalán, un vasco, un gallego o un andaluz: el mejor plato del mundo es siempre el nuestro, es el que define nuestra esencia, nuestra historia y nuestra forma de ser. En este aspecto estamos todos de acuerdo, no importan todas las cosas que nos diferencien. Y es que la comida siempre será algo que una a las personas, más allá de himnos, banderas y fronteras.

Desde platos tan sencillos como la tradicional tortilla de patata o las lentejas con chorizo, pasando por la comida rápida y por la amplia variedad de comidas exóticas de la que podemos disfrutar hoy en día en cualquier ciudad, la comida ha ido evolucionando a lo largo del tiempo para mantener siempre la misma función: servir de nexo común entre las personas.

En la sociedad actual, en la que parece que el tiempo va demasiado deprisa y muchas veces comer no es más que un trámite entre las muchas actividades diarias, es importante recordar que comer no es sólo alimentarse, es poder juntarte durante un rato con las personas que quieres, poder disfrutar y compartir, no solo la comida, sino también tus vivencias y opiniones, y tener un momento para saborear los recuerdos y, sobre todo, el cariño y el amor.

Y es que comer no es solo comer, es la esencia de la vida.

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Un comentario en «La esencia de la vida»

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