El libro República de Platón, entendido como una de las primeras obras pedagógico-filosóficas, de la historia, refleja una alegoría acerca del conocimiento humano. En ella, se realiza una explicación meramente metafórica acerca de la existencia de dos mundos: el mundo sensible, conocido a través de los sentidos; y el inteligible, el cual es el resultado del puro conocimiento de las personas. 

El mundo sensible

Corresponde a lo que yo denomino, la “cárcel”. En ella, encontramos a los hombres y mujeres prisioneros desde su nacimiento, los cuales se hallan sentados en el interior más remoto de la caverna, adornados con grandes joyas como cadenas -nótese la ironía- , las cuales sujetan sus piernas para que estos no puedan moverse; así como su cuello, para que únicamente visualicen los objetos que se proyectan en las paredes. 

Tras los hombres encadenados, permanecen los “encapuchados”, es decir, aquellos que portan los objetos, cuya sombra es reflejada y entendida como realidad por los prisioneros. Son dos conceptos bastante simples pero, si lo pensamos mejor, podemos, al igual que hizo Platón ab illo tempore, encontrar una similitud con la actualidad que vivimos. Como siempre ocurre, están las personas que quieren -o pueden- ver, y las que no. Por esto mismo y tomando como ejemplo la alegoría, podríamos decir que la caverna haría alusión a la sociedad actual, mientras que las personas influyentes del país -así como del mundo entero- pertenecerían al grupo de los encapuchados, así como los cives ocuparíamos el puesto de los encadenados. 

Un ejemplo muy simple de entender es el de una noticia que podemos ver en nuestros televisores. Cuando tiene lugar un hecho noticioso, los medios de comunicación cubren la noticia de diferentes maneras, dependiendo de la cadena televisiva. De esta forma, el público va a interpretar una noticia de distinta forma. Así pues, si nos quedásemos con la visión de un solo noticiario, nuestra percepción de la realidad estaría sesgada. De esta forma, estaríamos siendo los prisioneros, mientras que la noticia sería la sombra reflejada por los encapuchados que, en este caso, atendería a los medios de comunicación. 

El camino al mundo inteligible 

Manteniendo el ejemplo que acabamos de mencionar, vamos a seguir escalando en nuestra cueva del saber. Ahora es cuando podemos contemplar una hoguera que deslumbra las paredes con sus llamas, es decir, hablamos de una nueva realidad. En este caso, Platón cuenta qué es lo que ocurriría si uno de los prisioneros fuese liberado. Así pues, hemos pasado de ver un noticiero a contemplar una gran variedad de cadenas televisivas y, por tanto, a ampliar nuestra opinión acerca de lo sucedido. Es decir, no nos conformamos con quedarnos en la imaginación, sino que optamos por dar un paso más. 

Nos referimos pues, a una realidad más profunda y completa. Una vez el hombre interpreta esta realidad, es cuando se siente obligado a salir al exterior. Como bien comentamos, a mitad de camino nos encontramos con ese fuego, causante de que las sombras de los objetos estén proyectadas en la pared. No obstante, si el prisionero se quita las cadenas y escala por la cueva, se puede dar cuenta que la realidad que han visto no ha sido más que una idea incompleta o, incluso, falsa. 

La idea del bien 

Uno de los prisioneros consigue salir de la cueva. Este es el mundo inteligible. El hombre se ciega los ojos debido al sol abrasador. Cuando consigue aclararse la vista es cuando ve los árboles, hombres, animales, lagos, etc. El sol es entendido por Platón como la “idea del bien”. La alegoría acaba cuando el prisionero que ha salido, entra a liberar a los que están dentro. Estos se ríen de él, ya que se supone que sus ojos se han nublado con la luz del sol. 

Ambos mundos, tanto el sensible como el inteligible son reales, pero el segundo posee más entidad. Según Platón, a cada tipo de realidad le corresponde un conocimiento: para el sensible, la opinión; entendida como saber, no como conocimiento, puesto que puede contener error. A continuación, el inteligible, al cual le corresponde la ciencia entendida como conocimiento cierto. 

Esto mismo podemos verlo reflejado en el ejemplo que mencionábamos. Cuando permanecemos prisioneros son la imaginación y los sentidos los que nos juegan una mala pasada, haciéndonos creer que lo que vemos es cierto. No obstante, la contemplación del mundo exterior a la cueva representa el pensamiento, un conocimiento que deja de ser una opinión o doxa, para ser un conocimiento cierto acorde con la realidad. Finalmente, el conocimiento adquirido con la contemplación del sol representa la idea de bien o de razón. 

Nuestra propia cueva 

Por ende, podemos ver que el ejemplo de los medios de comunicación solo es una pequeña pompa de lo que constituye toda una burbuja. Lo mismo sucede con las grandes empresas que tratan de vendernos sus productos; o con los políticos que hacen todo lo posible por estar en el poder; o incluso en nuestras familias y grupos de amigos, cuando hacemos todo lo posible por encajar. ¿Y esto por qué sucede? Porque somos esclavos de nuestra propia cueva, es decir, nacemos en una sociedad que no elegimos, la cual posee una serie de costumbres y tradiciones que nos inculcan desde que somos pequeños sin opción a elegir. Esto mismo puede estar vinculado a la idea que tenemos de la libertad. Por eso es hora de que abramos los ojos y nos hagamos con nuestra propia realidad. Pero quién soy yo para juzgar. 

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