El número de divorcios va en aumento, como la frustración por no encontrar el amor perfecto del que tanto nos habían hablado cuando éramos pequeños. Pero ¿qué constancia tenemos de que eso que nos han vendido realmente exista?

El miedo a morir solos y la idealización del amor romántico es lo que hace que la gente se aferre, incluso consienta humillación o vejaciones, con el lema de “es que el amor es más fuerte” o “el amor lo puede todo”. 

Bonito, pero no es real. No es que ahora sea una mala época, es que la gente está abriendo los ojos. Nos han educado desde la necesidad de encontrar a nuestra media naranja, haciéndonos sentir incompletos, cuando ya somos naranjas completas.

Muchos psicólogos y la neurociencia, han dado una explicación científica al amor de pareja y sus etapas, que corroboran que el amor es efímero.  Lo que queda después es la habituación o la dependencia emocional.

En la fase del enamoramiento, se producen sensaciones muy intensas, fruto de los altos niveles de dopamina, oxitocina y serotonina, sustancias que desata el cerebro y que nos hacen sentir eufóricos. Pero biológicamente, nuestro organismo no puede soportar esta situación durante mucho tiempo, por lo que provoca el descenso de esa sobrecarga química y es ahí cuando la gente “ya no siente lo mismo”. Por ese motivo, se estima que el período en el que vivimos esas sensaciones tan intensas dura un máximo de cuatro años. 

Hay gente adicta a la fase de enamoramiento, que va en búsqueda de esa sensación mágica, pues el amor es adictivo, del que varios negocios se lucran, incluso se ha llegado a calificar como una droga.

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