El pasado miércoles 14 de noviembre, los estudiantes fuimos convocados a secundar una huelga general propulsada por el Sindicato de Estudiantes y el colectivo creado el 8M, Libres y Combativas. Dicha huelga se posicionaba en contra del sexismo en las aulas.  Se exigía al Gobierno la instauración de una asignatura sobre educación sexual obligatoria y el lanzamiento de un decreto ley urgente que prohíba los reglamentos internos sobre la forma de vestir, recogiendo el respeto a la libertad sexual de todas las personas. A propósito de ésta, sugiero desglosar el término (ya casi vacío) que estaremos hartos de escuchar: la huelga.

A estas alturas, no nos parece nada raro que cada cierto tiempo aparezca un nuevo anuncio de una próxima huelga general que apoya las injusticias sociales que son más que evidentes en la sociedad que habitamos. Pero es por esa relativa periodicidad con la que se están dando, uno de los factores que puede hacer que lleguen a perder la esencia revolucionaria e impactante que acompaña a este sustantivo. Pero, ¿qué más relacionamos a este término?

La definición que da la Real Academia Española, a la que tanto me gusta recurrir, para el término ‘huelga’, es la de: interrupción colectiva de la actividad laboral por parte de los trabajadores con el fin de reivindicar ciertas condiciones o manifestar una protesta. Es decir, la huelga en sus inicios, servía a las clases más perjudicadas por los dominantes para expresar su descontento con las acciones que estaban llevando a cabo, ya que éstas no representaban lo que el pueblo demandaba. A día de hoy, lo único que ha cambiado es la fecha, las ropas y los peinados. El problema es el mismo.

Los ciudadanos siguen saliendo a la calle para manifestarse por su notable descontento con las actuaciones del Gobierno, pero al menos mantiene ese matiz característico: los ciudadanos siguen saliendo a la calle. La gente que realmente entiende, apoya y decide secundar la huelga manifestándose. Por otro lado, encontramos un gran sector de la población juvenil que a la vista del aviso de huelga concluye que será un precioso día para poder dormir un par de horas más y disfrutar del arte de no hacer nada, saltándose las clases de ese día.

Con todo esto, lo único que se consigue es desprestigiar las huelgas, restarles el valor que merecen y su verdadera función; por ello considero que también sería más conveniente que se nos proporcionara, una vez que ya contamos con el derecho de huelga, una información sobre ellas, como por ejemplo, cuándo podemos secundarlas, cuáles son los motivos que la impulsan o quién la convoca, entre otras.

Puede haber quien piense que estas huelgas tan sucesivas ya no sirven para nada, que han perdido el verdadero valor que tenían en sus tiempos de auge y que simplemente quieren llamar la atención mediática. Y puede que aquellos que piensen así, desgraciadamente, estén en lo cierto.

A día de hoy, el espíritu revolucionario sigue en nuestro interior como una llama, pero tenemos que saber cuando encenderla. Las huelgas pueden ser una de esas chispas que la prendan, pero tenemos que saber cuándo, cómo y sobre todo por qué.

No es tarde todavía para que éstas recobren su sentido y dirección. Para que se vuelvan a tener verdaderamente en cuenta y dejen de ser simplemente un foco de atracción para holgazanes estudiantes que buscan un día libre, o aprovechados políticos que pretenden identificarse con una causa que meses atrás criticaban y ahora hacen suya. Hagamos que un día de huelga vuelva a ser algo para recordar en la historia y que tenga influencia en la sociedad, que se note que si todo se para por un día, el mundo se desmorona. Que la protesta es latente.

 

 

 

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