Vivimos una época de cambio, eso es indudable. Ahora no lo vemos pero en un futuro los libros de historia a este periodo lo separaran del anterior. Desconocemos si lo llamarán industria 4.0, como llamamos ahora a los cambios tecnológicos de la actualidad, o buscaran otro nombre para definir este salto histórico.

La evolución humana ha tenido varios hitos a lo largo de su historia, sin los cuales no estaríamos donde estamos ahora. Podría hacer una cronología extensa, desde que la especie se irguió hasta nuestros días, pasando por recolectar alimentos, a fabricar coches o conquistar el espacio. Pero centrémonos en las revoluciones industriales desde el siglo XVIII. La mayoría de los expertos hablan de cuatro grandes cambios que han hecho que el mundo laboral haya evolucionado hacia lo que conocemos.

La primera gran revolución es aquella en la que pasamos de ser artesanos a utilizar las máquinas de vapor. Esto agilizó la fabricación y disminuyó el esfuerzo fisico y el tiempo empleado en la fabricación del producto. En esta época surgieron las grandes empresas industriales, lo que provocó las primeras migraciones del campo a las ciudades y la creación de barrios obreros. Esto a su vez favoreció el inicio de los sindicatos y su lucha por una mejora de las condiciones laborales: la exigencia de un horario y un salario dignos.

Con la llegada del siglo XX, Ford incorporó una nueva metodología de fabricación: la producción en cadena, que posteriormente fue exportada al resto de industrias. Este avance consiguió la producción a gran escala, el abaratamiento de los costes y la reducción de los tiempos de fabricación. En esta época los sindicatos consiguieron la reducción de la jornada laboral a unas 9 horas, 1 día de descanso o que menores de 10 años no pudiesen trabajar (aunque todavía quedan países que no lo cumplen).

Además a principio del siglo XX (1919) se creó a través del tratado de Versalles la Organización Internacional del Trabajo (OIT, o ILO en inglés), con el objetivo de proteger y promover los derechos relacionados con el trabajo. Quizás a todos os suene la película de Charles Chaplin en 1936, “Tiempos Modernos” (“Modem Times”), que refleja la vida de los trabajadores durante el principio de este siglo, especialmente durante el periodo de la gran depresión comprendido entre las dos grandes guerras mundiales.

Cuanto más nos acercamos a nuestros días, más división de opiniones hay, porque el siguiente cambio se produjo a mediados o finales del siglo XX, dependiendo la referencia elegida. Lo cierto es que la llegada del teléfono primero, de internet después, y la automatización de procesos (robótica) supusieron un cambio en el mundo laboral. Así se incorporaron metodologías como JIT (justo a tiempo o pedido bajo demanda) o la externalización de los mercados con la descentralización de los procesos. Es decir, una empresa podía tener su fábrica en España y su sede central en Estados Unidos.

En paralelo a estos cambios, se ha producido la incorporación de la mujer al mercado laboral, así como el asentamiento de los derechos de los trabajadores. Pero lo que sin duda habría que destacar es el aumento de la brecha existente entre los países desarrollados y  los conocidos como subdesarrollados, algo preocupante en lo que se debería seguir trabajando para disminuirla.

La cuarta etapa quizás sea la más complicada de clasificar, ya que todavía hay expertos que consideran que es pronto para calificarlo como algo disruptivo. Sin embargo, me quedaría con la opinión de la mayoría, que lo califican como la 4ª revolución industrial o industria 4.0. Sea como fuese, se sabe que el mercado está cambiando y las empresas deben subirse a la transformación digital si no se quieren quedar desfasadas. Las nuevas tecnologías de esta industria 4.0 son IoT, Big Data, Cloud Computing, Inteligencia Artificial, Machine learning, etc.

Sin duda esta innovación ha ido de la mano de los cambios sociales que se han producido a lo largo de la historia, y como ha pasado con anterioridad nos encontramos ante grandes interrogantes a los que debemos continuar buscando respuestas.

Una de las mayores preocupaciones es la pérdida de puestos de trabajo por el avance de tecnologías como la automatización, la inteligencia artificial, etc. Analistas de McKinsey Global Institute estiman que alrededor del 14% de la fuerza laboral será sustituida por máquinas en menos de 10 años, aunque hay expertos que aseguran que el porcentaje será mayor. Como ha pasado con todo cambio industrial, el mercado laboral se adapta al cambio.

Sin embargo, analistas de PWC insisten que no solo se va a destruir empleo, sino que se va a crear. En 20 años se crearán 7,2 millones de puestos de trabajo frente a los 7 millones que se destruirán. El problema viene en que en la actualidad, aun sabiendo esto, no se está reenfocando el aprendizaje hacia esos futuros puestos de trabajo. De hecho hay estudios que indican que alrededor de un 65% de los niños acabarán desempeñando tareas para las que no se les está formando.

Otro asunto que afecta al mundo laboral es la utilización de nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial, para la contratación. En 2018 fue noticia que Amazon utilizaba un programa de contratación que leía y clasificaba curricula. La sorpresa llegó cuando vieron que ante un CV similar entre un hombre y una mujer predominaba la masculina. Esto tiene su sentido en que estos programas se basan en algoritmos de aprendizaje que utilizan información del pasado y patrones establecidos por humanos. Así, cuantos más datos se analizan más exactas son sus conclusiones. En un mercado laboral dominado por hombres durante mucho tiempo y un sector como el tecnológico donde solo el 30% son mujeres, si este aspecto no se tiene en cuenta, predominarán las candidaturas masculinas. Pero no por ello podemos decir que la tecnología sea machista, simplemente hay que “enseñarle” que la sociedad cambia, para que nos ayude a avanzar.

Aún hay mucho por avanzar y conseguir, y esto conlleva que nos queden muchas preguntas por contestar, pero debemos seguir trabajando. Algunas de estas preguntas son las siguientes: ¿Deberíamos poner impuestos a las empresas que utilizan robots que sustituyen a las personas, para mantener un sistema social y de pensiones sostenible? ¿Deberíamos reducir la jornada laboral para fomentar la calidad de vida y el consumo de servicios? Sin duda son cuestiones que debemos hacernos y  contestar, para avanzar en calidad de vida, sin perder todo lo que nuestros antepasados han conseguido.

Lo que nos debe quedar claro que el tándem de humano y máquina siempre va a ser una apuesta segura. De hecho, es la manera óptima de conseguir los mejores resultados y el camino que debemos seguir. No veamos a las “maquinas” como enemigos, sino como lo que son: herramientas que nos facilitan la vida y nos ayudan a conseguir una sociedad mejor.

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Un comentario en «La innovación, el motor del cambio en la sociedad»

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