La pandemia no ha sido nada más que una ladrona. Lo más parecido a un sueño pasajero o un futuro borroso. Durante estos dos años en los que el coronavirus ha reinado en nuestras vidas, uno de los factores más sorprendentes ha sido la fragilidad del ser humano y el fin de lo que considerábamos normal. La vida que solíamos conocer, los besos y los abrazos que nos dábamos, las quedadas, el trabajo y los estudios en compañía y algo tan básico como poder respirar directamente aire puro terminó por desaparecer de un momento a otro.

¿Quién diría que todo lo que estaba sucediendo en Wuhan llegaría a España? Parecía imposible. Hasta que lo fue. Un 14 de marzo de 2020, algo tan sencillo y usual como ir a dar un paseo, se convirtió en motivo de multa. Vamos a pararnos a pensarlo durante un segundo. Parece una auténtica locura, ¿verdad? Imagínense explicarle esta situación a las generaciones futuras. Se asemeja al apocalipsis. Pero lo cierto es que es un apocalipsis, que hoy, en noviembre de 2021, todavía no ha terminado. En nuestro vocabulario, están más que integradas las palabras: coronavirus, restricciones, cuarentena, confinamiento, mascarilla, vacunación o pasaporte COVID. Y muchas de ellas, antes, quizá no las habíamos ni utilizado jamás.

Esta situación nos ha robado muchísimo, y sabemos lo mucho que odiamos a los ladrones, más si nos están quitando cosas todos los días durante casi dos años. Entre todo lo que nos arrebataron, las vidas de nuestros seres queridos son el principal elemento a mencionar. Abuelos, madres, padres, tíos, hermanos… Ya no solo fuimos espectadores de cómo toda nuestra vida fue cambiada sino también del fallecimiento de muchos de nuestros seres queridos sin ni siquiera poder despedirnos, ya sea porque no nos permitían reunirnos para un funeral o porque viviéramos a miles de kilómetros de nuestra familia y no se podía viajar. Sin embargo, en ocasiones parece que se nos olvida, pero la COVID-19 no solo ha tenido como consecuencia la muerte de millones de personas.

En los medios de comunicación, coronavirus es igual a muerte y hospitalizaciones. Y sí, desde luego que es el principal elemento preocupante, pero detrás de ello, hay muchos otros más elementos a los que prestarle atención. A veces se olvida mencionar como la salud mental de las personas ha ido en picado, como las mascarillas se han convertido en un elemento más que destroza el planeta, como las mujeres que sufren violencia de género tuvieron que confinarse con sus agresores, como a las personas sintecho no les sirvió el #quédateencasa, como las clases online solo sirvieron para no aprender casi nada y el teletrabajo se convirtió en una obligación –y para muchos otros ni siquiera fue una opción–, o simplemente como el coronavirus, de un día a otro, se convirtió en pura política y dejó de ser una emergencia.

Los destrozos psicológicos, físicos y monetarios son muchas de las consecuencias que la pandemia nos ha dejado, y seguirán aquí hasta que esta situación esté controlada. Sin embargo, a pesar de ello, también se puede decir que algo hemos aprendido aunque no lo parezca.

Una de las cosas de las que más se ha hablado es el planear. Vivimos planeando, pensando en nuestro futuro, intentando constantemente establecer una serie de metas que cumplir. Pero si algo hemos aprendido es que esto ha resultado imposible y lo sigue siendo. De nada nos servía hacer planes, porque al día siguiente, todo podía cambiar. Por tanto, hacer previsiones es algo inviable.

No obstante, otro elemento que hemos aprendido es que el “de esta salimos más fuertes” son meras palabrerías. Quizá a principios de la cuarentena nos resultó esperanzador, pero conforme han pasado los meses, me resulta hasta cómico. La pandemia, no nos ha hecho más fuertes, sino que nos ha hecho darnos cuenta de lo mal encaminado que está nuestro país y la ayuda que realmente necesita.

La COVID-19 sigue aquí presente, y las vacunaciones parecían una luz al final de túnel, sin embargo, el hecho de que los casos sigan subiendo constantemente no ayuda en absoluto a remediar el cansancio y la desesperanza de los ciudadanos, la economía y la salud. Al fin y al cabo, España, antes de todo esto, era un hogar al que ya le faltaban de por sí cosas, pero con la llegada de la pandemia, lo poco que quedaba nos fue arrebatado dejándonos prácticamente vacíos.

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