Abro la puerta del Museo de la Radio de Roda de Berà y se impone ante mí un amplio salón con suelo de ajedrez. Al fondo de este, un espacio de conferencias vacío donde espero, nerviosa, a una de las eminencias del periodismo español: hoy, 5 de febrero, Luis del Olmo viaja desde Barcelona para pasar unos días en su segunda residencia que, casualmente, se encuentra en el pueblo donde crecí. 

Luis del Olmo es periodista desde que salió del instituto. Nunca trabajó de algo que no tuviese que ser con la comunicación, a pesar de que durante su adolescencia en Ponferrada siempre pensó que se dedicaría al sector de la minería. No pasó demasiado tiempo hasta que surgió su amor a primera vista con la radio; un amor que le correspondió para el resto de su vida. 

Con 84 años recién cumplidos, Luis se sienta frente a mí y me pregunta, con un tono altanero, quién soy, de dónde vengo y a quién represento. Contesto inmediatamente: “Muchas gracias por aceptar esta entrevista. Me llamo Constanza Vacas. Estudio Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. Es un placer estar hoy aquí con usted”. Y, tras avisarle de ello, le doy al botón de grabar.

Más que una entrevista, me gustaría que fuese para usted una charla; un intercambio de ideas entre un experto y una aprendiz. Sin duda, el periodismo que viviré yo no será el mismo que vivió usted. ¿Qué opina, de formal general, sobre la situación actual del periodismo?

El periodismo goza de buena salud. El periodismo está vibrante ahora mismo: se están contando las cosas tal y como son. Las noticias no son demasiado buenas pero el periodismo da cuenta de esas noticias. Yo creo que, en este momento, nunca se han vendido tantos periódicos, nunca se han visto tantos programas informativos de televisión y nunca se ha escuchado la radio tanto como se escucha ahora. Es decir, gozamos de buena salud. Yo vivo lejos de ese periodismo al que pertenecí durante 50 años, pero creo que gracias al periodismo nos estamos enterando de cosas muy desagradables relacionadas con lo que estamos padeciendo. En todas las profesiones hay sinvergüenzas y canallas que intentan enturbiar la buena nueva que tiene nuestra profesión. 

Entonces, ¿considera que, durante su trayectoria, ha podido observar que la tendencia en las prácticas del periodismo era positiva?

Yo he vivido un tiempo donde se terminaba la dictatura y España se abría a la democracia y a las libertades. He tenido la suerte de ser parte de esa transición, pero, insisto, no hay fuerzas capaces de romper la libertad que tiene el periodismo en este momento, en todos los medios: radio, televisión y prensa. La tendencia es positiva y esperanzadora. Es auténticamente apetecible saborear este momento del periodismo. 

Es una alegría escuchar que un periodista como usted tiene una visión positiva sobre la profesión. Y ya que menciona la palabra “transición”, en las aulas de periodismo se habla de la transición de medios tradicionales hacia medios digitales. ¿Cree que el periodismo se está adaptando correctamente a estos cambios? ¿La radio, por ejemplo?

La radio es invencible: te entretiene, te acompaña y te divierte. Yo me alegro por todos los compañeros y compañeras que trabajan ahora en emisoras; lo están disfrutando y no hay fuerza moral que tumbe eso. 

No sé si sabe que la primera Facultad en España donde se imparte periodismo es la de Ciencias de la Información de la Complutense, donde, al igual que yo, estudian muchos futuros Luises del Olmo. Para esa época, usted ya trabajaba como periodista. Así pues, ¿dónde aprendió?

Pues yo me enganché en la Cadena SER, a través de Radio Asturias de Oviedo. Cuando montaron una emisora en Ponferrada, hice algunos pinitos en Radio Juventud de Ponferrada y tuve la fortuna de ser escuchado por los dueños de la Cadena SER de Asturias. Me invitaron a acercarme a Oviedo para trabajar. Allí gané la primera peseta como locutor de radio. Desde entonces, tomé el futuro maravilloso que tenía la radio.

Después de aquel capítulo en Oviedo vinieron otros más: La Voz de León, Radio Nacional Española. Un día me llamaron de Barcelona para cubrir la plaza que dejaba Joaquín Soler Serrano y me arriesgué. En Barcelona se me abrieron los cielos y empecé a trabajar en serio. Me hicieron la oferta de realizar un programa llamado Protagonistas: allí pasé los 50 años de radio más apasionantes de mi vida, saludando todos los días a primera hora de la mañana. La radio me ha dado muchas satisfacciones y me ha permitido viajar por el mundo: yo hago el programa en Pekín, en Moscú, en el Vaticano… Amo la radio. 

¿Y nunca ejerció el periodismo en otro medio de comunicación: TV o prensa escrita? ¿Le hubiese gustado?

En televisión hice algunos escarceos. Acudía a las entrevistas a las que me invitaban. Estuve durante 4 meses haciendo un programa relacionado con el humor, pero realmente yo era fiel a la radio. La radio me enamoraba hasta tal punto que nunca se me ocurrió abandonarla por la televisión. Me hicieron muchas ofertas, pero la radio era mi vida; mi vida, mi amor y mi locura. No me arrepiento de nada. Al contrario: mil veces que naciera, mil veces volvería a elegir lo que elegí. Con todos los errores que cometí. 

He oído muchas veces en boca de profesionales o docentes que “se es periodista las 24 horas del día”. ¿Qué opina sobre esta afirmación y, en general, sobre el concepto de vocación?

El periodismo es vocación, desde luego. Si no tienes vocación, tarde o temprano: o el medio de comunicación te echa, o echas tú al medio. Quien venga a trabajar al periodismo tiene que estar enormemente enamorado. Esa afirmación es cierta hasta el punto de que yo casi abandonaba a mi familia por la radio. Yo me levantaba a las 5 de la mañana y volvía a casa a las 9 de la noche. Aquello me enloquecía y volvería a meter la pata donde metí la pata con tal de repetir todo lo que he vivido gracias a la radio. 

Lo que me cuenta puede ser muy motivador para jóvenes estudiantes de periodismo. ¿Qué consejo les daría? 

Les diría que no se han equivocado. Que persistan y que continúen sus estudios porque, tarde o temprano, tendrán la oportunidad que tuve yo de tener un micrófono o una columna. Quien haya acertado esta profesión yo le diría: enhorabuena y tira adelante porque no te vas a equivocar. 


Tras agradecerle los minutos que me había dedicado, la eminencia me acompaña hasta el vestíbulo y me va mostrando, al mismo tiempo, su colección de aparatos antiguos de radio: tocadiscos, micrófonos, vinilos… 

Orgulloso, señala una fotografía enmarcada donde aparece él junto a una de las cuatro hijas de Guillermo Marconi: “No fui yo a visitarla, ¡ella me invitó a mí!”

Luis del Olmo sabe quién es, y espera que los demás también lo sepamos. Es un señor serio y estricto, pero se le desenoja el corazón cuando escucha la palabra radio

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