El pasado lunes, Quim Torra obtuvo la confianza necesaria para convertirse en el nuevo presidente de la Generalitat de Cataluña. Un presidente excepcional para una situación excepcional.

Hoy tomará posesión Quim Torra como nuevo presidente de la Generalitat de Cataluña. Un presidente que fue investido con los votos de JxCAT y Esquerra, y gracias a la abstención de la CUP. Será el punto final a estos cinco meses de tiempo perdido, investiduras fallidas, entradas en prisión y otros acontecimientos bochornosos para la política catalana.

El actual escenario político, con un 155 en vigor, con políticos presos (no confundir con presos políticos), y con un expresidente fugado de tour por Europa; precisaba de un nuevo gobierno, pero no a cualquier precio. Quim Torra, la opción escogida por Puigdemont, no es más de lo mismo: es incluso peor.

La situación política catalana demandaba a gritos una opción que, aun viniendo del independentismo, pudiera resultar ligeramente moderada. Un candidato que tuviera como objetivo la conciliación y el retorno al diálogo con Moncloa. Quim Torra es todo lo contrario. Torra es confrontación, división y ruptura. Hablamos de un expresidente de Ómnium Cultural, católico, muy de derechas, catalanista y profundamente independentista. No estamos ante un independentista de nuevo cuño, como sí lo son muchos en Junts per Catalunya, sino que estamos ante un independentista convencido desde hace años.

La polémica de los artículos.

Torra es un verdadero amante de la lengua, historia y cultura catalanas. Tanto que, acudiendo a la hemeroteca -como varios líderes políticos catalanes han hecho-, se puede vislumbrar una ideología cargada de sectarismo y supremacismo. Hablamos de un hombre que se refiere a los españoles como «bestias con forma humana que gorgotean odio», que cree que «no es natural hablar español en Cataluña» y que «cuando se decide no hablar en catalán se está decidiendo dar la espalda a Cataluña», que habla del PSC diciendo que «la vieja y honorable raza del socialista catalán se dará por extinguida, aunque, de manera totalmente acientífica, haya ciertos individuos que se reclamen continuadores», que valora con un «¡Qué deterioro!» el hecho de que «el castellano avanza, implacable, voraz, rapidísimo», que dice que «España ha sido un país exportador de miseria, materialmente y espiritualmente hablando», que piensa que «si somos catalanes es que no podemos ser otra cosa, si somos uno más de los que forman la patria catalana es que no podemos ser parte de otra». Una joyita, vamos.

El escenario que se dibuja es seguir adelante con el fracaso que ha supuesto todo el procés. Ojalá me equivoque, pero Quim Torra va a dejar a Puigdemont en una broma. Crear una Assemblea d’Electes y un Consell de la República son las metas del nuevo president. Nada de educación, nada de sanidad, nada de bienestar social, nada de empleo… nada de nada. Ya lo dejó escrito el propio Torra: «He decidit que només m’interessa la independència».

Torra ha emprendido una huida hacia adelante. Pero, como dijo Maldita Nerea, «la respuesta no es la huida».

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