La socialdemocracia europea está viviendo un momento de oro. Tras el éxito del SPD en las elecciones alemanas, en Italia el Partido Democrático ha ganado las elecciones locales en las cinco mayores ciudades. En la ola de alegría que siguió a la victoria, el secretario general Enrico Letta ha afirmado que “de la pandemia salimos a la izquierda». De hecho, el sentimiento más común entre los socialdemócratas europeos resulta ser la satisfacción, como si ya el continente estuviera bajo gobiernos progresistas. Sin embargo, así no es – y el estado de salud de la socialdemocracia en Europa es mucho más complejo.

El escenario socialdemócrata europeo

En el viejo continente la izquierda está atravesando un periodo de cambios. En Alemania, el SPD de Olaf Scholz ganó las elecciones del 26 de septiembre superando la CDU, huérfana de su histórica líder Angela Merkel. Actualmente el líder socialdemócrata está negociando un acuerdo con verdes y liberales, que han confirmado su intención de formar un gobierno liderado por Scholz. En Italia, la victoria de las coaliciones progresistas en las elecciones locales ha marcado un cambio de trayectoria en los consensos del PD. Por primera vez después de mucho tiempo, los demócratas no están lejos de ser el primer partido nacional. En las encuestas, el partido de Letta (19,9%) ha superado la Liga de Salvini (18,7%) y está cerca del partido ultraderechista Hermanos de Italia (20,1%). 

Un poco diferente es la situación española, donde el PSOE gobierna desde 2018 y está sufriendo ahora una disminución del apoyo popular. Para hacer frente a la crisis, que comenzó con la clara derrota en las elecciones autonómicas de Madrid, Pedro Sánchez impulsó un cambio en la clase dirigente del partido. En julio el presidente quiso remodelar su gobierno sustituyendo a la mayoría de los ministros socialistas por nuevas incorporaciones. Asimismo, en el 40° Congreso Federal del PSOE Sánchez presentó su nueva ejecutiva, formada por más jóvenes y mujeres. El objetivo de estos cambios es recuperar terreno frente al PP, que hasta la fecha triunfa en las encuestas (27,4%) justo por delante del PSOE (25,8%).

La socialdemocracia urbana no convence a los pueblos 

Sin embargo, es en Francia donde la socialdemocracia está sufriendo más. La subida de la ultraderecha y el nacimiento del partido centrista «En Marche» pusieron en dificultad el Parti Socialiste, que todavía no se ha recuperado. Las encuestas para las elecciones presidenciales de 2022 son implacables con los socialistas franceses: la candidata Anne Hidalgo, actual alcaldesa de París, no superaría el 5-7% de los votos. Todos los partidos harían mejor que ella, incluso los verdes y los ultraizquierdistas. Varios comentaristas atribuyen a la candidata la responsabilidad del probable fracaso, sin tener en cuenta que apenas en junio de 2020 Hidalgo fue elegida por segunda vez alcaldesa de París por el 48,49% de los votantes.

La razón de un consenso tan bajo tiene que ser investigada más a fondo, considerando por ejemplo las diferencias entre grandes y pequeñas ciudades. París, Berlín, Roma, Milán, Barcelona no votan de la misma forma que las pequeñas ciudades o los pueblos rurales, donde la izquierda encuentra más dificultades. Al parecer, en Europa la socialdemocracia ha perdido su capacidad para movilizar a la clase trabajadora, mientras que convence más a la burguesía ciudadana. La actitud moderada de la izquierda reformista se adapta bien al espíritu de este electorado progresista y cosmopolita, pero no conquista a los sectores más frágiles de la población. De esta manera, la extrema derecha consigue ganarse un espacio entre los más vulnerables, aprovechando sus miedos e incertidumbres para difundir ideales reaccionarios.

El futuro progresista pasa por Roma

Para debatir los retos de la socialdemocracia en Europa, el pasado fin de semana los líderes progresistas se reunieron en la cumbre “Global Progress 2021”. En el evento, que tuvo lugar en Roma al mismo tiempo que el G20, participaron también Enrico Letta, Pedro Sánchez y Olaf Scholz. El debate se ha centrado en el futuro de Europa y del progresismo tras la pandemia. El secretario del PD, fuerte de los éxitos de su partido en las ciudades italianas, afirmó que la clave de la victoria es vivir el cambio como una oportunidad para mejorar la sociedad. El principal enemigo de la izquierda, según Letta, es la soledad que sienten las personas ante el cambio. En este contexto es fácil para la derecha explotar el miedo y proponer soluciones populistas y conservadoras. Para evitarlo, la política tiene que desarrollar vínculos sociales, creando un sentido de comunidad que no excluya a nadie.

El presidente Sánchez, siguiendo el discurso de Letta, recordó que ser progresista significa querer avanzar. Por lo tanto, los socialdemócratas tienen que impulsar la transformación ecológica y digital que está emprendiendo Europa, siempre que sea justa y equitativa. Para no dejar espacio a los discursos de la ultraderecha, los progresistas tienen que involucrar más a la ciudadanía ofreciendo horizontes claros e inclusivos para el futuro. De estas palabras es testigo Scholz, cuya victoria en Alemania debe mucho a una campaña centrada en la colaboración con la sociedad civil. En su declaración, el futuro canciller explicó: “Mi objetivo fue reconocer la importancia del papel que cada uno desempeña en la comunidad. Para tener éxito, la socialdemocracia tiene que volver a ofrecer nuevas oportunidades y un futuro justo para los ciudadanos”. Así, actitud optimista y mirada hacia el futuro resultan las características esenciales para el bienestar de la socialdemocracia en Europa.

Objetivos futuros y retos actuales

En los próximos años, los partidos socialdemócratas tendrán que enfrentarse a varias pruebas electorales y aún es pronto para cantar victoria. Sin embargo, los buenos resultados en Alemania e Italia han demostrado que ofrecer una visión positiva del cambio e involucrar la sociedad civil son estrategias ganadoras para el progresismo. Como ilustran las encuestas, la amenaza de los partidos ultraderechistas sigue siendo real, pero la izquierda puede defenderse.

El principal desafío de los próximos meses será volver a ganar la confianza de los más débiles, que sufrieron las mayores consecuencias de la pandemia. Para hacerlo, la moderación del tono socialdemócrata no tiene que transformarse en mansedumbre en las batallas sociales. La transición ecológica y la transformación digital supondrán un cambio que no puede cumplirse a costa de los más frágiles. El papel de la izquierda tendrá que ser el de vigilante de los intereses ciudadanos, garantizando el mantenimiento de los puestos de trabajo y un reparto justo de los costes de la descarbonización, que no suponga una carga excesiva para las familias. Si la socialdemocracia quiere avanzar, es tiempo de que la sociedad vuelva a creer en un futuro mejor.

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