Aunque todos los servicios se han visto en peligro durante la pandemia, la hostelería ha sido una de las más maltratadas. Ahora se está hundiendo todavía más mientras paga el comportamiento de lo ocurrido en el ocio nocturno. Por eso, meterlos en el mismo saco es un gran error que puede acabar con miles de negocios e ingresos de muchas familias.

Si bien es cierto que el ocio nocturno ha sido uno de los sectores que más ha sufrido en la pandemia –establecimientos cerrados durante meses, sin posibilidad de abrir cuando otros ya podían–, esto no justifica las imágenes que se han visto estas últimas semanas en las discotecas de los focos turísticos y urbanos.

Las aglomeraciones de gente, el no respetar el aforo y lo poco que se ha visto la mascarilla no solo han causado un aumento exponencial de contagios en la población joven, sino un batiburrillo de medidas desequilibradas que se aplican de igual manera en negocios con características muy diferentes entre sí. Con el comportamiento de estas últimas semanas, de los establecimientos, de las personas que los frecuentan y de las instituciones que lo han permitido durante este tiempo, solo se ha conseguido volver a cerrar filas y que la situación se complique mucho más para los que nada tienen que ver con ese negocio. El desbordamiento ha arrastrado también al resto de sectores de la economía y sociedad española.

Sin embargo, si hay un sector que pierde más por culpa de esta situación es, como no, la hostelería rural. La hostelería rural, ajena a lo sucedido en sitios como Salou o Mallorca, se ha visto con las mismas medidas preventivas —cierre de establecimientos a las 23:00h, sin consumición en barra, etc— que las ciudades de miles y millones de habitantes. Cuando lo más aglomerado que puede llegar a estar son decenas de personas en una terraza.

Esto no es algo nuevo; se lleva viendo toda la pandemia. Cuando la ciudad está mal, sufre todo el país, pero cuando la situación es al revés, la ciudad ni se entera. Algo que da para reflexionar.

Se pierde el sentido común en el momento en el que se trata igual a una ciudad como Salou, Barcelona o Sevilla y a territorios de mil habitantes en los que la incidencia y la relación con estos focos es casi inexistente. Esta organización deja claro otra vez que España es dos países diferenciados: el rural y el urbano; y que solo se unen cuando el más grande se desborda, aunque esto suponga consecuencias terribles para el más pequeño, ya resignado a este trato de inferioridad.

Volviendo al panorama general, el mareo que se ha causado a la hostelería española durante este año no ayuda a estabilizar la situación, ni a mantener a flote uno de los sectores más importante y predominante de nuestra economía. Estas medidas no pueden ser la solución para mantener toda la hostelería. Sobre todo, cuando se ha demostrado que no es el mayor causante del repunte de contagios.

Aunque no cabe ninguna duda de que se debe priorizar la salud e intentar acabar con la pandemia de covid–19, debemos tener en cuenta que en algún momento saldremos. Y cuando esto ocurra, querremos volver a la vida de siempre. Si por el camino nos cargamos lo que teníamos, eso será completamente imposible.

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