Muchos les hemos oído decir a nuestros abuelos eso de «ya llegarás» o «esto de llegar a viejo». Desde nuestra «eterna juventud» nos suena gracioso aunque a la vez nos entristece verles así. Recordamos tiempos mejores donde nos cuidaban, pero ellos con nosotros también iban creciendo. Crecieron tanto que otra vez precisan de cuidados atentos, más necesarios en plena pandemia.

La cara se llena de arrugas, los ojos ven cada vez menos y el cuerpo se llena de dolores. A veces la mente empieza a olvidar, es imposible fijar la atención cuando alguien habla o al ver la televisión. A lo largo del día, hay que estar pendiente de la medicación a tomar y las curas de la piel. A todo esto se le añade la pérdida de intimidad que supone el hecho de perder autonomía para ir al aseo. Creo que no es difícil adivinar de qué seres queridos hablo.

Los abuelos son pilares fundamentales en la sociedad, a todos nos vienen a la cabeza los días que pasaban cuidándonos. Incluso vemos a algunos que madrugan por sus nietos. Sin su apoyo, sus hijos tendrían grandes dificultades para incorporarse a su jornada laboral. Además muchos han sido el salvavidas económico de sus familias durante la crisis económica aportando una pensión que podía ser mínima.

Su vida comenzó durante una guerra fraticida a la que le siguió el hambre y la miseria. El telón gris de una dictadura que duró 40 años cayó sobre ellos robándoles libertades que ahora nos parecen perennes. Solo podían trabajar mucho para prestarles un futuro mejor a su descendencia. Hicieron llegar la democracia, viendo los cambios en la sociedad española tras décadas de miedo y paz turbia. Al hacerse mayores tendrían una vejez decente, no se merecían menos. O eso pensaban.

La vejez no está resultando placentera. No hay premio tras tanto sacrificio. El mundo los va apartando, no cuenta con ellos a cada nuevo paso que da. Los ve como estorbos y como generadores de un gasto enorme. A veces quienes los tienen que cuidar los maltratan cruelmente y lo suben a la red, insultando en la cara a familiares y a los verdaderos profesionales que se encuentran sobrepasados. Si sucumben ante el virus, sus familias no se pueden despedir como es debido. La muerte amarga por partida doble.

Como la cultura audiovisual refleja la sociedad, no puedo olvidar una pequeña nota cultural. Durante esa primera ola se emitió en Aragón TV la serie «El último show» protagonizada por Miguel Ángel Tirado (Marianico el Corto). En esta se puede ver a un hombre que trata de entender el mundo de mano de su nieta. El mundo tampoco parece comprenderle, lo ve muy viejo como para cambiar. Si ha actuado siempre de una manera, siempre será de esa manera. Su registro artístico tampoco cambiará, la sociedad lo recuerda por eso. Un hombre mayor ya ha tenido mucho tiempo para cumplir sus metas, es hora de dejar paso a la gente joven y sus movidas. Una serie imprescindible que me trajo un pedazo de Aragón a Irlanda, con una gran reflexión. Nunca es tarde si hay ayuda, el amor siempre se puede sentir. Altamente recomendable, nos puede ayudar a empatizar.

Hagamos fácil llegar a viejo porque, como dicen los abuelos, todos llegaremos.

 

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