Hace unas semanas leí una noticia sobre un restaurante de Bilbao que prohibía la entrada a menores en su local o, dicho con otras palabras, «niños no». Evidentemente esto causó polémica. Una horda de padres y madres cabreados mostraban su descontento en redes sociales, aludiendo a que sus hijos se portaban bien en cualquier sitio, y que los adultos también pueden ser muy molestos. ¡Incluso leí a un hombre que aseguraba que que los niños también son clientes que pagan! Seamos realistas: un menú infantil de ocho euros no es un beneficio muy interesante para un restaurante que puede cobrar veinticinco a un adulto. 

Empezaré por señalar que cualquier local se reserva el derecho de admisión. Un restaurante con una buena decoración, una zona para tomar copas y una estética más bien diseñada para que los influencers se saquen fotos no pretende que ningún menor entre a pedir un agua y unos macarrones. 

Seguiré con un punto más polémico: no todos los padres saben educar a sus hijos, ni saben comportarse en espacios públicos. Que un bebé llore no es el problema. Lo molesto es que sus padres no le hagan ni caso porque están demasiado ocupados charlando sobre lo que sea; «ya se cansará de llorar», dicen. Los niños que andan y hablan también gritan, piden ser entretenidos. Y ningún adulto quiere oír y ni ver a niños en un lugar con una carta que incluye cócteles. 

Una decisión que se transforma en denuncia

Ante la noticia, Facua-Consumidores en acción ha denunciado al restaurante. E incluso ha comparado la situación con prohibir la entrada por etnia, género o lugar de origen. Porque claro, todos sabemos que los niños de seis años llevan décadas sufriendo discriminación; un colectivo muy maltratado sin duda. 

Esta situación me recuerda a cuando le dices a alguien que te está molestando y se ofende porque nunca ha aprendido a aceptar las críticas ni a tratar con la verdad. Y ocurre mucho con los padres. Tienen hijos y de repente actúan como si todo lo que hay alrededor girase entorno a ellos. Y Dios les libre de reconocer que no lo hacen tan bien como padres, ni que sus hijos son tan buenos como los pintan.


Solo me queda concluir con una propuesta para esos papis que esperan que los demás soportemos a sus hijos: id a McDonalds, que encima tienen parque infantil.

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