Los hechos son sagrados, las opiniones libres”, son las palabras que el periodista C.P Scott utilizó en su artículo para conmemorar el centenario del diario The Guardian en mayo de 1921. Siendo cierto que el texto recoge como idea principal lo que supone un periódico que, como bien comenta el autor, “es un negocio, como cualquier otro, y tiene que pagar en el sentido material para vivir». «Es una institución; refleja e influye en la vida de toda una comunidad; puede afectar a destinos aún más amplios”; también hace hincapié en lo que se refiere al arte de opinar.

La opinión es un fenómeno -o quizá no tan fenómeno- que persiste en cualquier sociedad. No es necesario encontrarlo en las páginas de diarios y revistas, sino que también se cobija en las barras de los bares, en el trabajo, en casa… hasta donde no llegan los rayos del sol. Por ello, incido en la idea de que todo el mundo tiene una opinión. No obstante, no cualquiera puede opinar sobre ciertos temas. Su opinión no es, por tanto, publicable. Y de ahí el concepto de opinión pública, cuyo origen está en Grecia bajo la nomenclatura dogma poleon (Protágoras) o, lo que es lo mismo, “el poder reside en la ciudadanía”. O también bajo el nombre vox populi, dotado por los romanos. 

«Los hechos son sagrados, las opiniones libres» C.P Scott 

Dogma poleon, Vox populi, Opinión pública 

Bien es cierto que la opinión pública viene reconocida jurídicamente en el Artículo 20.1 de la Constitución Española cuando dice: “1. Se reconocen y protegen los derechos: a) A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción; d) A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión”. Pero la opinión, al igual que va más allá de las redacciones periodísticas, pasando por los labios de las personas más influyentes del país, requiere un paso más. No solo un paso, sino un requisito: que sea publicable. Y, por tanto, que tenga rigor; que esté impregnada de sabiduría; y aquella en la cual la ignorancia y falta de conocimiento no tengan cabida alguna. 

Como bien alude Scott, un periódico “reconoce las auténticas voces de conciencia y convicción cuando las encuentra, y tiene una astuta intuición de qué aceptar y qué descontar”. Esto mismo es lo que sucede en todos los ámbitos. Al igual que un diario o una revista genera un filtro de información, nosotros funcionamos de la misma manera. No buscamos aprobación en personas que no consideramos dignas, ni tampoco consejo u opinión en aquellas que tomamos como inexpertas. 

Sin duda, otro punto de vista realmente importante es el que proporciona la politóloga Noelle-Neumann a través de su teoría de la Espiral del Silencio, la cual alude a una realidad verídica que se halla oculta en nuestro sistema, y que viene desarrollándose desde la incorporación de las nuevas tecnologías. Cómo la opinión pública es capaz de descartar aquella que no represente a las masas. Es decir, hay una minoría que no queda incluida en esa esfera pública como consecuencia de alejarse del consenso. Y este es otro gran problema para el fenómeno opinativo, ya que nuestra opinión siempre va a pasar un filtro social, previo a ser publicado.

Y de ahí los prejuicios, el silencio mediático y, en el caso de los más avispados, las fake news. Todo esto que venimos mencionando influye en que, no siendo o considerando toda información como válida, no toda opinión es legítima. Y lo digo yo que, sin apenas conocimientos y convicción, me hallo opinando. 

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