En las últimas semanas se retoma un debate por parte de algunas formaciones políticas a raíz del intento de implantación del “Pin Parental”. Un tema que, sin duda, creo necesario ponerlo sobre la mesa. Una necesidad, cuyos antecedentes situaríamos en el también denunciado adoctrinamiento en los centros educativos en Cataluña, que cuestiona cuál debe ser el papel educador del Estado. 

 

Sistema educativo como mecanismos de pervivencia

Empecemos por asentar un par de ideas. La primera. La implantación de un sistema educativo público basado en la ideología propia de un Estado es fundamental para asegurar su propia existencia. Para entender esto debemos partir de la consideración de que cualquier Estado tiene su propia ideología, la cual cala en el resto del ordenamiento jurídico. Leyes de educación incluidas. A pesar de que haya quienes se nieguen a reconocer esta idea, en el caso de España, en su texto constitucional se refleja de forma clara: “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho […]”.

Es lógico que para que un determinado Estado siga existiendo, deba educar a su población conforme a sus valores constitutivos. No obstante, habrá quien pueda contraargumentar dicha afirmación alegando que es propia de un pensamiento totalitario. Y tendría toda la razón del mundo en el caso de que entre los valores de los Estados no se encontrasen el de libertad de pensamiento y expresión. Estos son sin duda, los signos distintivos de las democracias frente a los regímenes represivos y dictatoriales.  

 

El Estado educa

A esta primera, le sigue una segunda idea. El Estado no solo instruye, también transmite valores. La mencionada propuesta del “Pin parental” esconde la vieja creencia, cultivada por sectores liberal-conservadores, de considerar que la tarea del Estado debe limitarse a instruir académicamente y no a transmitir valores. Ridículo, sin duda, por las razones anteriormente expuestas.

Entiendo que existan valores que conecten con lo más íntimo de cada individuo y que deban de ser cultivados preferentemente en otros ámbitos. Este puede ser el caso de la religión, aunque también pueda ser esto cuestionable. No obstante, existen valores propios de una ética social que corresponden al Estado y cuya presencia debe constar en el currículo educativo. 

 

Educar es adoctrinar

Es necesario que el sistema de valores del Estado se transmita a la colectividad ciudadana por una cuestión de mera supervivencia. De esta forma, podemos afirmar que educar es adoctrinar. Aquí es, a mi juicio, donde se conectan ambos casos -tanto la propuesta del «Pin Parental» como el presunto adoctrinamiento en Cataluña-. Para mí, es incompatible defender una medida que pretenda excluir ciertos contenidos cívicos del currículo educativo con el “Pin Parental”, y a la vez tratar de introducir la enseñanza de contenidos constitucionales en contraposición al supuesto adoctrinamiento en Cataluña. 

Todo aquel contenido cívico que con la polémica medida reaccionaria se quiere si no eliminar, sí torpedear es necesario para asegurar la pervivencia de nuestro Estado. Sólo una educación pública de calidad basada en valores constitucionales, con pleno respeto a la democracia, a los derechos humanos, a la igualdad, a la libertad de pensamiento y expresión y a la legalidad, garantizará la existencia de España a futuro. De esta forma, el papel educador del Estado se hace incuestionable. 

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