La Constitución española celebra este año su cuarenta aniversario. Por el contrario, nuestros representantes políticos se sitúan al límite entre lo absurdo y lo irracional. Si bien es cierto que no todos están al mismo nivel, cada vez son más las actitudes irrisorias que tenemos que sufrir los ciudadanos en boca de los parlamentarios.

Una coyuntura que se ha acentuado desde que las redes sociales han invadido nuestras vidas. Este fenómeno ha acarreado la aparición de una nueva especie que podemos denominar como el “político influencer”. Se trata de personajes cuyas intervenciones tienen como objetivo único conseguir el máximo número de likes y de retweets posibles.

Para estos nuevos especímenes, el Congreso se concibe como una plataforma para generar contenido viral. Atrás queda la noción del hemiciclo como centro de debate político entre las fuerzas representantes de la ciudadanía. Sin embargo, cabe recordar que si estos individuos no recibieran el aplauso de miles de usuarios que esperan semana tras semana sus paupérrimos monólogos vacíos de contenido alguno, se extinguirían.

El problema es que son muchos ciudadanos -cada vez más- quienes aplauden estas actitudes. Al parecer, se sienten identificados al ver cómo dos o más personas se faltan el respeto entre ellas. Si bien el debate en el Congreso siempre se ha caracterizado por el temperamento de sus internos, hacía muchos años que no escuchábamos públicamente insultos de la calaña de “fascista”.

Términos que estamos volviendo a normalizar olvidando lo que realmente significaron en su día. Precisamente, el “político influencer” que más ha recurrido a este vocablo para tratar de desprestigiar a sus antagonistas es Gabriel Rufián. Con más de 600 mil seguidores en Twitter, el diputado de ERC se presenta en sus turnos de palabra como el único abanderado de la democracia del graderío. De hecho, no tiene problema en calificar de “fascista” a todo aquel que no comparte sus planteamientos.

Quizás, el hecho de vivir en Madrid -para Rufián y los suyos, capital del estado opresor- le ha hecho olvidar que su partido fue quien fulminó de un día para otro la legalidad en Cataluña e impidió cualquier debate político en el Parlament que cuestionara las acciones de la bancada independentista. Al fin y al cabo, para qué preocuparse por estas tonterías. Lo que al final importa son los followers.

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