Sí, otra vez. Otro artículo sobre la España Vaciada; la que le chirría a la gran ciudad y la que sufre el resto del país. Como poca gente parece comprender la situación, dejémonos de tonterías y pongamos las cartas sobre la mesa. Aquí van los datos sobre una de las cuestiones más preocupantes, pero menos cuestionadas de España:

Según El Diario Rural, el 84,1% de la superficie total del país está ocupada por los municipios españoles rurales. Sin embargo, el 83,9% de la población se encuentra en el medio urbano. Solo 7,6 millones de personas están censadas en el medio rural frente a las 39,5 millones que lo están en las ciudades.

Este dato significa que el 84, 1% del territorio español está medio vacío, medio abandonado. Pese a que cuente con 6 678 municipios y el medio urbano con 1 453, en este último residen 100 habitantes por kilómetro² frente a los 17,8 del medio rural. Cómo no va a haber masificación en las ciudades si el peso de la población recae en el 15,9% de la superficie española.

¿Por qué ocurre esto? Es una pregunta que, sinceramente, no sé responder. ¿Por qué aglutinarse como sardinas en lata cuando existen miles de municipios desaprovechados y aislados? Porque es muy fácil quedarse en la cómoda burbuja de las calles abarrotadas sin pensar que a pocos kilómetros de distancia cientos de personas no disponen de centros de salud, empleos, carreteras y transportes públicos eficientes. Porque, tras años de actuar como un Robin Hood inverso, las instituciones no son conscientes del daño que están ocasionado no solo a esas 7,6 millones de personas, sino a las 46 millones que vivimos en el país. Abrir el cajón ahora sería aceptar que llevan años haciéndolo mal; y todos sabemos que lo que mejor se le da a la política española es aceptar cuando se equivoca, por supuesto.

Tampoco podemos pedirles mucho más. Parte de estos urbanitas de nacimiento no saben diferenciar un agricultor de un ganadero. No cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid entiende como “España olvidada” una localidad de 50.000 habitantes. Si ese municipio es considerado “olvidado”, el 78,2% de las localidades del país –que no llegan a 5.000 habitantes– ni siquiera existe desde la visión de la capital. ¿Cómo puedo sentirme española si parece que las instituciones no nos incluyen como parte del país?

El clímax cómico de esta situación es la politización del término “España vaciada” porque queda bien en los programas políticos. Todos sabemos que estos recuerdan que España son más de 10 ciudades cuando se acercan las elecciones. Coincidencias. Usan el término como un arma electoral en sus discursos políticos: que si la oposición solo ha visto un campo en Netflix, que si su familia ha trabajado en el campo con sudor y lágrimas –cuando medio árbol genealógico no ha pisado una granja en la vida– para treinta segundos después afirmar que los trabajadores de los agricultores son su familia. Y se quedan tan anchos. Como si el sector primario se resumiera en pequeños negocios familiares.

Cuando la única acción que se toma desde la política es hacer acto de presencia en una manifestación del 15M para luego seguir recortando en ayudas y llevándose empresas a las ciudades, apoyando casi únicamente a las macroempresas, queda claro que el gobierno no está representando a la totalidad del país.

A estos políticos que solo conciben como España los kilómetros que orbitan Madrid habría que comentarles una aclaración: no, la leche no sale del tetrabrik, ni la carne surge mágicamente en el supermercado. Detrás de la comida hay 983 300 personas que se encargan todos los días del año, sin espacio para vacaciones en paraísos fiscales, de criar animales, de cultivar, regar y cosechar los alimentos; y 565 700 personas que preparan ese producto para que lo ingieran las ciudades. El sector primario y la industria agroalimentaria compone el 6,8% del total de la economía española y, sin embargo, son las menos reconocidas. Mientras los alimentos llegan a todo el país regularmente, los campos hacen verdaderos malabares para sostenerse; consecuencia directa de los datos ofrecidos anteriormente.

Aquí ya no hablamos de izquierdas ni derechas, hablamos de una actitud generalizada de rechazo a lo rural. No es comprensible que en un país como España una persona de provincias como Soria, Huesca, Teruel o Segovia, que no cuentan con ninguna aglomeración urbana de alta densidad, disponga de muchos menos recursos y, por tanto, derechos, que alguien que vive en Madrid o Barcelona.

El constante robo a lo rural para dárselo a lo urbano se convertirá en un revés tarde o temprano del que, como no se empiece a actuar, ya no habrá vuelta atrás. Porque la masificación de ciudades no ha acabado y parece que, por mucho que hablen, no tienen intención de mover ni medio dedo por cambiar las cosas.

Necesitamos hacer más ruido; ya no sirve solo el de las calles dos días al año. Necesitamos más presencia en el Congreso y el resto de instituciones. A la vista está que, si no nos representamos desde dentro, nadie lo hará por nosotros.

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