Fuente: «Calle Preciados en Madrid en navidad» por Huahe bajo licencia de CC BY-NC-SA 2.0

Vivimos la vida a contrarreloj, en un continuo vaivén y al son del devenir. Hace mucho tiempo que dejamos de controlar nuestros pasos, y nos movemos como marionetas autómatas en este teatro en el que se ha convertido nuestra existencia. Carpe Diem reza el tópico literario, mas nunca antes habíamos experimentado qué significa aprovechar el momento presente como hasta ahora. Con los sentimientos a flor de piel, vivimos en una constante incertidumbre, sin saber qué pasará hoy o qué podrá cambiar mañana, absortos en una excepcionalidad que se torna rutina.

La pandemia ha dado un giro de 180º a nuestra manera de concebir el mundo, cambiando cómo nos relacionamos y, sobre todo, nuestra forma de pensar. Allá por abril reflexionaba sobre cómo el confinamiento modificaría nuestros hábitos, haciéndonos bajar de la vorágine vertiginosa que nos absorbía. Hoy, 6 meses más tarde y sentada en el mismo balcón donde escribí esas primeras líneas, reitero que no solo nos ha cambiado la manera de pensar, sino la de concebir el mundo y lo que nos rodea.

Hace unos días preguntaba a mis amigos qué les dirían a sus yos de hace un año. Si en algo coincidía la mayoría era “que viviera el día a día”, “que saliera más” y “que disfrutara cada segundo”. Mas la respuesta que despertó mi curiosidad fue “no quieras de más”. Los seres humanos tendemos a anhelar y a ambicionar; a querer más y a doblegar nuestra curiosidad para alcanzarlo. “Lo esencial es invisible a los ojos” reza un Principito con su rosa en la mano. Cuando te obligan a frenar y tus sueños se convierten en papel mojado, te percatas de que quizás todo estaba mucho más cerca de lo que andabas buscando.

Hemos dejado de pensar en el qué pasará y nos recreamos en el instante como tabla de salvación ante el inminente naufragio. Vivimos con la inseguridad de no saber qué nos deparará el devenir y con el miedo a lo desconocido acechando a nuestras espaldas. Estamos atados de pies y manos, condicionando nuestros actos cómo nunca hubiéramos imaginado y buscando en el mañana un futuro que no llega.

La pandemia nos ha llevado a coleccionar momentos cuando nuestras experiencias se han limitado y a venerar al instante por miedo a no recuperarlo. Bebemos de lo efímero en un vaso que cada día está más vacío, susurrando al tiempo que pase demasiado rápido, o tal vez, demasiado lento.

Hoy comenzamos noviembre del año más raro que jamás hubiéramos imaginado. Las mascarillas son nuestro día a día y la nueva normalidad ha venido para quedarse a nuestro lado. Me pregunto qué nos dirán nuestros yos de dentro de un año, si todo habrá pasado o si tendremos que esperar un poquito más para volver a lo que todos anhelamos. El futuro es incierto y las incógnitas crecen ante nuestra propia realidad. Quizás sea tiempo de pensar, aunque ya lo hagamos demasiado, de encontrarnos con nosotros mismos, o de volver a empezar. Yo ya no sé qué esperar, envuelta en un eterno Carpe Diem, mientras veo la vida pasar.

About The Author

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.