Desde que en 2014 se postulara como candidato a la Secretaría General del PSOE, el recorrido político de Pedro Sánchez Castejón ha sido más que convulso. Tras suceder a Rubalcaba, cosechó los peores resultados del partido hasta el momento en unas elecciones generales, las de 2015, con tan sólo 90 diputados en el Congreso. Una cifra que sin embargo no le causó ningún tipo de reparo a la hora de proponerse como candidato en una  dudosa investidura que finalmente resultó fallida.

Un año más tarde empeoraría todavía más los anteriores resultados obteniendo cinco diputados menos que en los últimos comicios. Una excusa que parte de la ejecutiva socialista utilizaría para forzar la dimisión de Sánchez. Proceso que meses más tarde culminaría con unas primarias que pretendían garantizar una clara victoria de la andaluza Susana Díaz y con ella la vuelta a un PSOE más conservador que contaba con el visto bueno de los grandes barones del partido.

La militancia habló y Sánchez volvió a liderar el partido

Sin embargo, la militancia habló y Sánchez volvió a liderar el partido ante la mirada atónita de aquellos que planificaron su derrota. Una nueva etapa que se caracterizaría por dos momentos clave. Por un lado, el apoyo al gobierno del Partido Popular en la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña. Y por otro, por la moción de censura a Mariano Rajoy tras el fallo de la Audiencia Nacional sobre el Caso Gürtel que señalaba directamente al entonces presidente del Gobierno y a su partido.

No es necesario explicar lo que ha sucedido a partir de entonces. Podríamos resumirlo como una polémica -y legítima- legislatura de ocho meses que ha se ha visto abocada a su fin por aquellos mismos que en su día la posibilitaron. ¿El resultado? Una nueva derrota de Sánchez que culmina con la convocatoria de elecciones generales sin precedentes: por primera vez en la historia reciente de nuestra democracia la ultraderecha puede convertirse en una fuerza decisiva a la hora de formar gobierno.

Pero lo cierto es que lo sucedido en los últimos años ha demostrado que el actual Secretario General del PSOE se crece ante las adversidades. De hecho, son muchos los que se preguntan cuál es el secreto de Sánchez para mantenerse intacto en primera línea después de la larga lista de desdichas que ha sufrido en los últimos cinco años. Si bien es cierto que el equipo de asesores con el que cuenta -destacando el papel de Iván Redondo- es más que robusto, al fin y al cabo es él y su imagen personal el blanco de todas las acusaciones.

Ha conseguido reducir las siglas de su partido a su persona

Porque ha conseguido lo que no todos son capaces de hacer, que es reducir las siglas de su partido a su persona. No nos engañemos: en las próximas elecciones una parte importante del electorado socialista no votarán al puño y a la rosa sino a Sánchez. Y lo mismo sucederá con la oposición, que centrará todos sus ataques en la figura del recién caído presidente, dejando en segundo plano el partido al que pertenece.

Es incuestionable que el líder del PSOE, a pesar de contar con un amplio ejército de detractores, ha demostrado ser mucho más coherente que otros políticos coetáneos. Sin ir más lejos, en su momento defendió su “NO A RAJOY” y con ello convenció al electorado socialista que en los últimos años había visto cómo los valores de su partido giraban cada vez más hacia la derecha.

Su última convicción, la de establecer diálogo con los partidos independentistas sin conceder ventajas en materia de autodeterminación, le ha acabado costando la legislatura. Precisamente por ello, por mostrarse firme y respetar lo que establece la Constitución. Mientras, Partido Popular, Ciudadanos y Vox seguirán vendiendo la idea de un pacto clandestino entre el ejecutivo socialista y los partidos secesionistas.

Como siempre, la última palabra la tendremos los ciudadanos. De nosotros dependerá no sólo el futuro del primer Secretario General del PSOE, sino del conjunto del país.

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