Durante estos días se cumple una efeméride que cambió la historia de España: La victoria arrolladora de Felipe González en 1982 y los consiguientes catorce años de Gobierno que transformaron este país para siempre. En ocasiones, me ha tocado debatir y charlar acerca de quién debería ser considerado el mejor Presidente de la democracia. Algunos defienden que fue Suárez por su papel durante la transición, otras personas de corte progresista defienden a Zapatero -especialmente, desde los colectivos LGTBI-. En mi opinión, es Felipe González quien merece ese honor. Siempre me ha llamado mucho la atención lo poco que se enorgullecen en el PSOE actual del legado de González, y lo mucho que defienden en contraposición las inefables gestiones económicas y sociales de Zapatero y Sánchez. Probablemente porque tal y como eran, no es como actualmente son.

Me van a permitir que haga una pequeña comparativa en mis próximas líneas. Las cuatro legislaturas desde 1982 a 1996 permitieron a España pasar de ser un país en vías de desarrollo, a un país plenamente desarrollado. La extensión de la sanidad universal, la red de autovías, la llegada de la alta velocidad ferroviaria, la generalización de la educación superior universitaria, la promoción del ascensor social, la reconversión industrial y potenciación de nuevos sectores de servicios de alto valor añadido… en definitiva, EL PROGRESO que transformó un país de alpargatas en uno de los países más desarrollados del mundo donde muchos querrían vivir.

En contraposición, el legado de las dos siguientes etapas socialistas de Gobierno han resultado ser bastante pobres. Con Zapatero, se lograron derechos civiles como el matrimonio homosexual, o la ley de dependencia, pero el nivel de progreso social fue nulo. La llegada de la primera crisis económica del siglo XXI en 2008 desbordó a su Gobierno y el resultado es por todos conocido. De la tercera etapa de Gobierno, la del Gabinete Sánchez, el legado es todavía peor. Su mandato podría resumirse en que votamos gestos, y tenemos gestos. Un Gobierno más preocupado en debates sobre el sexo de los ángeles, chiques y demás minorías que no suman ni el 0,5% de la población, que en lograr el progreso económico y social de una inmensa mayoría de la población. Probablemente porque su capacidad, y la de los interesados que tiene por debajo, para abordar esta empresa sea bastante limitada. Por si los gestos fueran poco, una errática y completamente equivocada gestión de las restricciones durante la pandemia de la COVID deja hoy un país con 13 millones de personas en riesgo de exclusión, casi un millón más que en 2018. Por ya no hablar de todo lo que implica la izquierda woke, siendo ellos los mejores exponentes -esto último lo dejamos para otro artículo-. Efectivamente, no son tal y como eran.

Cartel electoral del PSOE en 1982 y actualización conmemorativa de 2022

A mi entender, en contra del reconocimiento del legado de los Gobiernos de González han jugado dos factores. El primero de ellos es de suma gravedad: la corrupción. Al PSOE le mató la corrupción, en todos sus niveles y tanto la ilegal como la que sólo afecta a la buena ética y gobierno de las instituciones. En este caso, los gestos sí importan. El segundo elemento crucial en este reconocimiento ha sido la constante irrupción de Felipe González en la escena política, una vez retirado, con declaraciones conservadoras e histriónicas que muy poco tienen que ver con lo que su acción de gobierno representó una vez.

Llegados a este punto, ¿qué le falta a este PSOE para parecerse al de finales de los setenta y principios de los ochenta? Lo mismo que lo que a toda la política española: una catarsis. La política es desde hace años ese aparcamiento de intereses e incapaces que no tienen mejor oportunidad en su vida que parasitar de lo público. Por si fuera poco, el frenesí político que hemos vivido en los últimos años, desde el derrumbe de Zapatero y Rajoy, hasta el ascenso y caída de la nueva política no ha contribuido a atraer talento a la política sino, como bien escribió Sánchez en su libro, hacer de la res pública un auténtico Manual de Resistencia.

El año que viene, cuando pierdan las elecciones y Rajoy II -también conocido como Núñez Feijóo- llegue a la Moncloa, alguien debería replantearse lo que hoy comento en estas líneas. Porque efectivamente, no son tal y como eran.

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