Acostumbro a escribir sobre temas de carácter social. Es normal, estoy estudiando ese campo de alguna forma. También es normal tener continuamente debates sobre actitudes generales de la sociedad, a menudo criticando comportamientos que creemos innatos pero que nos imponen desde que somos pequeños. Feminismo, discriminación racial, xenofobia, LGTBIfobia, discriminación por clase social o por simplemente la apariencia son temas que toco prácticamente todos los días. Pero en esta ocasión haré una excepción, y pasaré de las palabras a los dedos en un teclado.

Hoy, querido lector, querida lectora, vamos a hablar del amor. Pero no de cualquier amor, sino del amor romántico, o más bien de lo que nos hacen creer. Y por eso, tenemos que hablar.

Vamos a viajar juntos a una simulación (o no) de una familia considerada por la sociedad «normal», donde una pareja tiene un hijo, aunque realmente da igual el género.

Desde pequeño le contamos cuentos de príncipes y princesas, donde ella vive encerrada en una torre y tiene que venir un príncipe, alto, guapo, con pelazo, a rescatarla de la soledad. También le contamos la historia de aquella chica que queda envenenada y solo un beso de amor verdadero puede despertarla. O la de aquella chica a la que nadie quería, era invisible, y que, de un día para otro, con ayuda de otra persona, un hada que entiende mucho de amor, le convierte en una dulce y preciosa mujer, con un vestido nuevo, un peinado bien hecho, para que vaya en busca de su príncipe, su media naranja. ¿Os suena, verdad? Avancemos más en el tiempo.

Somos más mayores, llegamos al colegio donde los chicos y las chicas empiezan a gustarse (porque solo existe eso, chicos que gustan a las chicas, y chicas que gustan a los chicos). Y llegan las preguntas. ¿Y quién te gusta de tu clase?, ¿para cuándo vas a presentarnos a la novia?, ¿qué chica te gusta? o ¿y tienes novia?. Los cotilleos entre los pupitres empiezan, porque claro, estás mirando mucho a una chica, habláis mucho, y estáis hechos el uno para el otro: misma estatura, las miradas son especiales, personalidades muy parecidas y os sonreís cada vez que os cruzáis.

Avanzamos más en la historia. Plena pubertad. Bendita pubertad. Las hormonas a flor de piel, y todos necesitamos una novia, y todas necesitan un novio. Porque es lo que toca. Las emociones del romance de Romeo y Julieta se quedan cortas comparadas con las relaciones a esta edad. ¡Porque te quiero, eres el amor de mi vida!, ¡vamos a estar juntos siempre!, ¡eres lo que más quiero en mi vida, mi amor!, ¡da igual lo que digan los demás, yo te quiero por encima de todo!. Nos vemos casi todos los días, hablamos todos los días por WhatsApp, porque tenemos que contarnos lo que hacemos, el cuándo nos volveremos a ver, todo lo que nos echamos de menos, y recordarnos los aniversarios, eso que no falte, al igual que celebrar San Valentín. Y cuidado no te pille hablando con otro/a, porque entre nosotros no puede haber nadie más. ¡Y no soy celoso!, te lo digo porque te quiero y no quiero perderte. Por fin he encontrado mi media naranja, y tan pronto, que bien, ya tengo pareja para el resto de mi vida, y haré lo que sea para no acabar nunca, pienso.

Avanzamos la historia unos meses, estamos con el grupito de amigos en el parque haciendo lo normal a estas edades. Después de estar unas horas allí, acompaño a mi novia a casa, porque un chico tiene que ser atento, y los pequeños detalles importan. «Nena, quizás deberías el próximo día ponerte un pantalón en lugar de una falda, que a Javi se le iban los ojos», le dije. Tenía que aceptar lo que le pedía, porque bueno, como soy su novio, pienso mucho en ella y en nuestra relación, y la quiero mucho como para que se meta otro tío por medio.

A regañadientes lo hace, significa que me quiere mucho.

Avanzamos unos meses más. La relación va muy bien, estamos acabando la educación obligatoria y claro, después de estar tanto tiempo juntos tenemos que hacer lo que todas las parejas en las películas cuando se quieren mucho. Insisto mucho, incluso empiezo a dudar si me quiere de verdad cuando se niega al principio. Pero bueno, al final la convezco y ya puedo chulearme delante de mis amigos del tema.

Y de repente, de un día para otro, dice que me deja. ¿Acaso he hecho algo mal o habrá encontrado a otro? Seguro que nunca me ha querido. ¡Cómo la voy a echar de menos! Mi vida ya no tiene sentido. Es mi media naranja y lo quiere dejar así, y no lo puedo permitir. Le mando la canción La de la mala suerte, porque me representa a la perfección. La llamo para pedir explicaciones, y como no me coge el teléfono, me presento en su casa. Y discutimos bastante fuerte. Se me escapó un empujón, pero es que la quiero muchísimo y no puedo perderla. Creo que después de eso, ella lo entendió y me dio una oportunidad.

Pero después de esa bronca, sospecho que hay otro, porque se comporta de forma distante, no me escribe cuando se levanta ni me cuenta todo lo que hace a lo largo de los días. Un día, mientras ella estaba distraída con sus amigas, cojo su teléfono y reviso sus conversaciones de Whatsapp, pero solo para comprobar, luego lo dejo donde estaba y no digo nada. No me mires así, querido lector.

Mi novia me ha contado que sus padres y sus hermanos no están contentos con la relación que tenemos, que la consideran «tóxica». No saben de lo que hablan. Nosotros nos contamos todo, así que esto no iba a ser una excepción. Dicen que su comportamiento ha cambiado desde que está conmigo, pero yo la veo igual. ¿Tu que crees, querido lector?

Lo que nosotros sentimos es amor.


Es momento de reflexionar.

En este artículo de opinión me he centrado en los más jóvenes, pero siento decirte que el mito del amor romántico es transversal a todas las edades. Estoy seguro que en algún momento de la historia de Código Público, alguno de mis compañeros o compañeras trate este tema con más profundidad, porque ganas os aseguro que no faltan. Yo me conformo con que hagas una brecha en esa capa de imposiciones culturales que tenemos ante los ojos y veas más allá de lo que hemos considerado normal durante mucho tiempo.

Volviendo a la historia que os he presentado, que aunque sea una simulación, esa misma narración ocurre todos los días en las vidas de chicos, chicas, mujeres y hombres de todas las edades. He tenido la suerte de trabajar con adolescentes durante unos meses, y este tipo de actitudes están más presentes de lo que nos gustaría (es decir, que están presentes cuando no deberían).

Nuestros sentimientos y emociones están influenciadas por factores sociales y culturales. Es un hecho. Continuamente, desde que somos bien pequeños, hemos recibido mensajes de lo que es el amor en forma de imágenes, películas, vídeos, anuncios, textos, noticias o conversaciones. ¿Quién no conoce un príncipe azul que salva a una princesa? ¿Quién no quiere esa relación perfecta? ¿Quién no busca a su media naranja? O un… ¡lo que nos queremos puede con eso y con más!, ¡si siento celos es porque te quiero y me importas!

Comenzaré por decirte que no existe la relación perfecta, no es real. Y me diréis que lo sabéis, que sólo es una película o un anuncio, o una simple historia de críos, y que eso en vuestras vidas no pasa, pero siento decirte que, inconscientemente, hemos incorporado esos mensajes a nuestro día a día. El amor ideal de nuestra cultura ofrece una conducta que dice lo que significa enamorarse y qué sentimientos han de sentirse, cuándo, cómo, y con quién.

Documentándome para escribir este artículo encontré un monográfico de la Fundación Mujeres que ilustra algunos datos que quizás nos haga ver que este mito está más presente que nunca. Intentaré no aburriros mucho con cifras y porcentajes, pero creo que es necesario mostrarlo. Los datos son de un informe realizado en 2011 a chicos y chicas de entre 14 y 16 años, algo que sigue sucediendo a 14 de septiembre de 2017. Agárrate.

  • Como se suele decir, en las relaciones “quien bien te quiere te hará sufrir”. El 68% de los chicos y el 75% de las chicas piensan que el amor y la violencia son compatibles.
  • En alguna parte hay alguien predestinado para cada persona, “su media naranja”. El 66% de los chicos y el 71% de las chicas creen que necesitamos a alguien externo a nosotros y nosotras para desarrollarnos en la vida. Se consideran ‘la mitad de algo’, y necesitan buscar a su otra mitad.
  • Si tu pareja te daña o te hace sufrir…. Un 67,5% de los chicos y 50,4% de las chicas del estudio caen en mentiras del cambio por amor («no, cambiará, ha sido una cosa puntual»), «el amor lo perdona todo», o «lo hace porque me quiere demasiado».

 

¿Qué serías capaz de hacer por amor?

¿Cuántas veces hemos escuchado esa pregunta? De nuestros amigos, amigas, o en entrevistas en diferentes medios de comunicación o programas destinados al amor. ¿Harías de todo? ¿Cambiar tu manera de vestir, el estilo de vida? ¿Darlo todo sin esperar nada a cambio, o cambiar algo que me gusta para conseguir a alguien?.

No seamos hipócritas. Seguro que conocemos a alguien, o incluso nosotros y nosotras mismas lo habremos hecho en algún momento. Un gesto tan tonto como cambiarnos el peinado, dejar de llevar una camiseta determinada porque la persona que te gusta te ha dicho que no le gusta, o hacer todo lo que esa persona necesite, son gestos que se incluyen dentro de estas actitudes. Sin excepción.

Los mitos del amor romántico

Durante el relato he intentado incorporar los mitos del amor romántico que conozco, aunque estoy seguro de que existen muchos más. Paso a enumerar:

  • El mito de la media naranja. Tal y como he explicado antes, se basa en que somos personas incompletas, que nos falta una mitad, y que solo encontraremos la felicidad y la plenitud cuando encontremos a alguien que encaja con nosotros a la perfección. Esto sería más sencillo si desde bien pequeños se nos explicara que no necesitamos a otra persona para sentirnos completos, y que tener pareja es una elección personal.
  • «El amor lo puede todo», porque en las pelis el amor siempre triunfa. Esto puede llevar a que un miembro de la pareja acepte cosas inaceptables e intolerables de la otra bajo esa excusa. Jamás.
  • Nos tenemos que querer muchísimo siempre. Las hormonas, la ilusión y la pasión tienen que estar por las nubes y sin control. No. En una relación importan más aquellos momentos serenos, donde la confianza y el apoyo son los protagonistas.
  • Los celos. Los celos no son manifestaciones de amor, sino de inseguridad y dependencia. Si en una pareja no hay confianza, que a mi juicio es un pilar básico, no funciona nada. Y lo más importante, no invadas su privacidad, como por ejemplo revisar su teléfono móvil o el ordenador, entre otros objetos personales.
  • Tenemos que discutir, porque si una pareja no discute, es que no se quiere. Entendiendo la discusión como un momento donde decimos de todo sin filtro y faltando al respeto.
  • Eres solo mío/a. La exclusividad es uno de las peores actitudes que puede haber en una relación. A lo largo de nuestra vida conocemos a muchas personas y es normal que nos encontremos cómodos/as y queramos juntarnos con ellas y que no son nuestra pareja.
  • El mito de la pareja perfecta. La sociedad nos impone un modelo estándar de pareja heterosexual, un molde que debemos cumplir. Pero no, hay una gran diversidad de parejas, de géneros que la componen y actitudes y roles que pueden variar con el tiempo.
  • Los roles del hombre y la mujer. El cine, la televisión y la publicidad son los principales culpables de la transmisión de determinados roles que deben ocupar los hombres y las mujeres. Los primeros tienen que ser deseados, independientes, autoritarios, activos, protagonistas de experiencias eróticas, agresivos. Las segundas, como objeto de deseo masculino, son infravaloradas, ocupando un rol pasivo en la relación de pareja, incondicional a la pareja, se erotiza la sumisión. Hay que romper estos roles.
  • La violencia a veces está justificada. NUNCA. La violencia, en ningún espacio, está justificada. Se acabaron los discursos de «ha sido sólo una vez» o «me ha prometido que va a cambiar». Hay que recordar que la violencia no es solo física, sino verbal, psicológica, emocional o económica.

Hay muchos mitos más, pero he querido señalar los que a mi juicio son los más relevantes.

Querido lector, querida lectora, aquí termina nuestro viaje. Espero que este artículo te haya servido para abrir un poco los ojos y esa brecha de las imposiciones culturales, y que sepas capaz de detectar, y parar, aquellas situaciones tóxicas. Con eso me daré por satisfecho.

A modo de conclusión, me gustaría invitar a cualquier persona con formación en la materia a explicar en este espacio la problemática desde una mirada feminista. No he querido entrar en ese terreno, porque conozco a muchas personas que serían capaces de explicarlo mucho mejor que yo. La Violencia de Género y lo explicado en este artículo van de la mano. La formación en prevención es lo más importante para que miles y miles de mujeres puedan empoderarse y sentirse libres. Y a los hombres todavía nos queda mucho por aprender también.

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2 comentarios en «Tenemos que hablar»

  1. No me parece que este texto trate sobre amor. Más bien estás tratando cuestiones de violencia de género, de roles de poder y de obsesiones de control, pero eludiendo las palabras clave. ¿Que algunas personas aplican conductas tóxicas de estos campos en una errónea concepción del amor? Sí. ¿Es eso amor romántico? No, es sencillamente amor —quizás más bien cariño— tóxico. El amor —como la vida— está en otra parte.

    1. Buenos días Darío, como he explicado al final del texto, el mito del amor romántico se encuentra unido a la Violencia de Género, pero este tipo de actitudes también se dan en parejas no heterosexuales y suponen una construcción cultural. El mito del amor romántico es lo que se nos transmite desde pequeños de cómo deberían ser las relaciones, y yo lo he trasladado a diferentes edades partiendo de esa realidad y manteniendo los tópicos de la «relación perfecta». También he puesto el ejemplo del hombre hacia la mujer, pero el mito del amor romántico es bidireccional.

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