«Siempre he creído que la implicación de los jóvenes en política debe ser una constante en nuestra sociedad. Los partidos políticos, en el actual sistema, necesitan de manera urgente la participación activa de la juventud.»

Estas palabras fueron escritas por un servidor hace algo más de dos años, unos días antes de las elecciones municipales y autonómicas de 2015, cuando España no era un país que repite elecciones generales. Y releyéndolas no puedo evitar pensar que nada ha cambiado, que todo sigue igual.Yo llevo en política prácticamente desde que tengo uso de razón. Con 19 años participé en el proceso de fundación de un partido político y he formado parte de dos candidaturas electorales. De modo que, humildemente, algo sé de esto.

He de decir que, tristemente, mi experiencia no ha hecho más que confirmar lo que pensaba hace más de dos años. La juventud es un pilar esencial sobre el que asentar la sociedad del futuro, que no se puede plantear, mucho menos construir, sin los jóvenes. Y los partidos políticos, principales catalizadores de los cambios en nuestra sociedad, no pueden permanecer ajenos a esta realidad. O, al menos, no debieran hacerlo.

Todos hemos visto el papel residual que tenemos los jóvenes en la vida pública. Los jóvenes, entendiendo como tales a los menores de 30 años, representamos algo más del 30% de la sociedad española. En cambio, de los 350 diputados del Congreso, apenas una decena -algo menos del 3%- tiene menos de 30 años. Además de que no estamos ante una representación fiel de la realidad social del país, lo que los jóvenes vivimos es un atropello.

Y en este punto debemos hacer autocrítica. La mayoría de los jóvenes huye del compromiso, de cualquier cosa que tenga que ver con tomarse la molestia de tomar partido, de involucrarse de verdad. En España, apenas hay 100.000 jóvenes afiliados a partidos políticos. Y es que, en esta sociedad que se mueve a golpe de tweet, los jóvenes nos hemos vuelto demasiado conformistas y cómodos.

Yo creo en una juventud informada, crítica, con valores e ideas propias, que no se deja manipular. Y esta juventud a la que yo quiero pertenecer. Una juventud que no cree todo lo que le cuentan, que tiene sed de saber, que analiza lo que ocurre a su alrededor de forma crítica; y que mediante esta información crítica construye sus propios valores e ideas, que son totalmente suyos.

Construyamos entre todos esta juventud para que, de verdad, tomemos partido en el futuro de nuestra sociedad. Porque muchas veces lo olvidamos, pero los jóvenes tenemos voz… y voto.

 

 

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