Coger el móvil, abrir Twitter y ver cada día un debate nuevo. Hay quienes piensan antes de compartir su opinión, pero también las hay que escriben sin hacerlo o simplemente se basan en dar me gustas. Quizás yo esté en este grupo. No por falta de opinión o por falta ganas, sino por detenimiento ante mi falta de entendimiento en cuanto a comentarios llenos de rabia y sin escrúpulos.

Con esto digo que no todo lo que he observado es malo o comulga con opiniones distintas a las que yo lo hago. Más bien me baso en las respuestas de algunos debates que, en realidad, no sé ni cómo se han convertido en ello cuando debería estar normalizado.

Por un lado, ardió esta red social con la polémica canción ‘Ay mama’ de Rigoberta Bandini, aspirante a representar España en Eurovisión este año. Muchas fueron las personas que recogieron este (ya) himno y felicitaron la visibilización. Aun así, otras no entendieron el mensaje y compartieron comentarios machistas y haciendo de este gesto natural como es enseñar o mostrar una teta en algo supuestamente “asqueroso” o “provocativo”.

¿Hola? Creo que no va todo bien por esas casas o por esas mentes en las que hay falta de siglo XXI. No sé si dan miedo nuestras tetas como dice la letra, pero sí sé que ahora nos abrazamos (una vez más). La sororidad es imprescindible y este equipo humano y artístico lo supo trasladar.

Por otro lado, en este mismo espacio, se consideró a Chanel, que sí será la representante de España en el festival, un objeto. Se le ha cosificado, se le ha criticado, se le ha insultado y ella se ha tenido que cerrar su perfil en Twitter. Entiendo que este año podría haber sido una buena oportunidad para gritar en Europa que no había fronteras, pero eso nada lo quita. Siempre hemos pedido a un artista que bailara, cantara, desprendiera energía y tuviera ilusión. Ahora, que la tenemos, ¿por qué no la cuidamos?

Y ya al margen de Eurovisión, sino también en estilo personal. Yo me pregunto qué necesidad hay de criticarla, de meterse con la artista que ha trabajado igual que todas y que es super válida. Te puede gustar más o menos, pero es digna representante como los demás. Detrás de una cara, una voz o un certamen hay una persona que siente y lee.

Otro de los temas más notados en estos días ha sido el discurso de la actriz Petra Martínez en los Premios Feroz, que se celeberaron en Zaragoza el 29 de enero. La mayoría de mi feed la ha aplaudido, pero hay quien se ha atrevido a decir que era «una señora loca, mayor y asquerosa”. ¿Por qué? Por utilizar su voz para normalizar la masturbación femenina, esa que existe y que se ha metido en un cajón durante décadas.

Porque siempre se ha considerado el placer femenino como algo prohibido, que su dueño incluso era el hombre y que, si se hacía, era para provocar. La masturbación femenina existe, es una realidad y siento (nótese la ironía) que no te guste reconocerlo.

Petra Martínez confesó hacerlo tres veces al día, sola y acompañada. Y sin darse cuenta (o quizás sí) dio voz a miles de mujeres silenciadas que, además, nacieron y crecieron en una época en la que todo estaba mal visto. Incluida la libertad y los derechos de las mujeres.

Y, además, como la guinda del pastel de esta montaña rusa de opinión y reflexión, el domingo se emitió el programa Salvados con un especial sobre la salud mental en la que dos jóvenes anónimos, la cantante Amaia Romero y el actor y cantante Jaime Lorente hablaban sin tapujos sobre la realidad que acompaña a muchos jóvenes. Con ellos, un psicólogo y el presentador.

Somos considerados la generación de la ansiedad, frágil (aunque deteste este término) y con el suicido como primera causa de muerte no natural. Los problemas de salud mental existen. Muchos de nosotros convivimos con roles, con prejuicios, con comparaciones, con falta de reconocimiento y pérdida de oportunidades, más allá de haber vivido la crisis del 2008 y la actual que lo agravan.

Son muchos jóvenes a los que se les acelera el corazón, se le duermen las piernas o quieren dejar de sentir vacío. Algunos ni siquiera pueden pedir ayuda, ni gritarla ni pagarla. ¿Por qué no se hace algo al respecto?

No consigo concebir por qué pasan los días y ni siquiera se amplia la atención psicológica pública. Por qué no se crean protocolos de prevención y actuación acordes a cada espacio ni por qué no se habla de ello en las casas y en las aulas.

De verdad, tres debates en Twitter en tres días y una generación que suma más ansiedad y depresión que nunca. Mañana habrá otras reflexiones y otro sin fin de jóvenes querrán gritar y no tendrán voz. Tendrán que callarse, aparentar y ver cómo las redes sociales son espacios tóxicos y adictivos de los que deben salir, pero de los que no pueden hacerlo. Twitter atrapa, twitter envenena y twitter no te da un abrazo.

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