Éste podría ser un artículo más, de los cientos y cientos que se han venido escribiendo en las últimas fechas, sobre las próximas elecciones catalanas. Ésta podría ser otra disertación sobre las bondades de permanecer en España y el desastre que supondría la ruptura. Podría serlo, pero no es el caso.

A nadie se le escapa que el resultado que emane de las urnas el próximo 21 de diciembre marcará un antes y un después en la vida política catalana. Esta cita electoral es todo un asunto de interés público; pues, si atendemos al actual escenario político y social de Cataluña, no es para menos.

Tenemos a personas que han desafiado el imperio de la Ley y el Estado de Derecho y que han malversado fondos públicos en prisión; tenemos a un President golpista, y a la mitad de su gobierno, paseándose y pululando con impunidad por las calles de Bruselas; tenemos a un Gobierno de España que ha reaccionado tarde y mal ante el desafío secesionista; y tenemos a miles y miles de personas haciendo creer a cualquier hijo de vecino que hoy en España hay presos políticos (y no políticos presos). Lo cierto es que me reiría, si no fuera porque no tiene ninguna gracia.

No tiene ninguna gracia la manipulación en la radio y la televisión públicas, herramientas que han estado al servicio del poder. No tiene ninguna gracia el adoctrinamiento en las aulas, principal cantera de adeptos al régimen. No tiene ninguna gracia la crispación y la división de la sociedad, el enfrentamiento por las ideas y la ausencia de cualquier atisbo de civismo. No tiene ninguna gracia el sometimiento de una minoría sobrerrepresentada sobre una mayoría infrarrepresentada. No tiene ninguna gracia el ninguneo y el constante pisoteo de los derechos de los partidos de la oposición No, no tiene nada ninguna gracia.

Vivimos una situación excepcional, eso es evidente. Y no es sólo por todo lo relatado anteriormente; sino porque, por primera vez, existen opciones reales de que un partido constitucionalista gane unas elecciones en Cataluña. Y para que esto se convierta en una realidad es necesario no atender a distracciones y concentrar todos los esfuerzos, por encima de intereses partidistas, en conseguir este hito que está más cerca que nunca: desalojar al independentismo del poder y constituir un gobierno constitucionalista en Cataluña. Es el momento de que los catalanes asuman el reto de erigirse como un pueblo libre y soberano y rebelarse contra la imposición doctrinaria del independentismo.

Todos los sondeos coinciden en que la victoria se la van a disputar Esquerra Republicana y Ciudadanos. Ante esta situación la opción de los constitucionalistas, de los defensores de la democracia y de la libertad no puede ser otra que no sea un voto naranja. No desprecio al resto de partidos constitucionalistas, pero no habría mensaje más potente que una victoria holgada de Inés Arrimadas el 21D.

Los catalanes tienen ante sí la oportunidad de enterrar para siempre el fantasma del separatismo, la oportunidad de tener un gobierno constitucionalista que se ocupe de los problemas que tiene la ciudadanía. En definitiva, tienen ante sí una oportunidad única. Confío en que la aprovechen.

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