Muchos de nosotros usamos día a día las redes desde nuestro smartphones o teléfonos móviles, de hecho, puedo apostar que en estos momentos estás leyendo esto desde el tuyo.

Y es que es increíble como estas máquinas han ocupado nuestras vidas de tal forma que actualmente ya hay más teléfonos móviles que personas. De hecho, la diferencia es de 300.000.

Han encontrado la forma de quedarse, facilitándonos la vida aparentemente en todo; me levanto por la mañana y reviso qué ocurre en el mundo con un par de toques a mi pantalla, metiéndome en Twitter. Luego, si me apetece ver qué hicieron mis amigos o familiares la noche anterior, no tengo más que desplazarme por la pantalla hasta Instagram. Puedo enredarme un rato sin levantarme revisando información que creo útil pero que, en realidad, no está haciendo más que consumir mi tiempo como una droga lo hace con nuestro organismo.

Irónico es que encuentre una noticia en la que Google haya hecho un informe llamado How People Use Their Devices, en donde dice que la población en el mundo usa de media el móvil unas 3h diarias. No es lo que dice el tiempo de uso de mi teléfono, o el de mi hermana, mi padre, mi madre, mis amigas…

Desayunando, haciendo los trabajos pertinentes, constantemente pendiente de si esa pantalla de no mas de 6.1 pulgadas se ilumina con una nueva alerta. ¿Estoy, estamos, enganchados por voluntad? Me creo con el control de lo que manejo, que yo soy quien elige qué ver y cuando.

¿Un vídeo divertido acerca de retos virales en Tiktok? Adelante, ¿Por qué no? Y de paso veo otros ocho más, y más tarde es YouTube quien me recomienda algo por el estilo, luego Instagram, Twitter, Google, una lista que nunca acaba. ¿Fotos de una falda monísima de cuadros? Bien, por qué no fotos de distintas modelos llevando algo similar en Pinterest.

Me sorprende el hecho de aquellas personas que trabajan o lo han hecho en el gran Silicon Valley no permiten a sus hijos manejar las tecnologías de las que todos disponemos y de las que ellos mismos han sido desarrolladores. ¿Hay algo detrás de esto?

Muchas de estas dudas quedaron resueltas cuando vi el documental de Netflix llamado The Social Dilemma. Desarrolladores, altos cargos, grandes mentes de la tecnología que habían dejado sus puestos porque las empresas habían tomado un rumbo oscuro del que no querían formar parte. Comprobé que todo lo dicho era completamente cierto, la manera en la que cada día somos bombardeados con aquello que nos gusta porque han descubierto cada pensamiento que tenemos. Ese mensaje inocente de tu tienda de ropa favorita, que uno de tus amigos ha subido una historia o ha comenzado un directo, incluso ese aviso en el que tu aplicación de comida rápida te dice que hay nuevas ofertas, todo eso está estudiado al milímetro.

Buscan lanzar distintas pelotas esperando que una de ellas la golpeemos con nuestra raqueta, devolviendo el juego para que ellos también te la devuelvan, de tal modo que una vez entras no puedes salir hasta que falles. De hecho, las empresas tecnológicas son las únicas que tratan a sus usuarios como consumidores, junto al mundo de las drogas.

¿Cómo puedo entonces controlar yo las redes y que no sea al revés? Un nuevo mañana, esta vez no me demoro viendo mil videos o fotografías recomendadas. Escojo ver aquello que realmente quiero buscar, decido informarme de lo que quiero, y, sobre todo, no acepto ser controlada levantando el teléfono cada vez que se ilumina la pantalla. De ese modo, retomo el control de mi vida, retomo mi control sobre la tecnología. El humano vuelve a estar al mando.

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