La Navidad se ha convertido en la vuelta a casa oficial y por excelencia.

En proximidades al 24 de diciembre, además de pensar en el atracón de polvorones que nos vamos a dar, las miles de comilonas que están por llegar y las múltiples botellas de cava que nos vamos a beber (…cero conocimiento); rápidamente, nos viene a la mente el ansiado reencuentro con nuestra familia y amigos.

Para todos los que no os habéis ido de vuestra ciudad natal la situación es la misma porque, por fin, vuelven vuestros familiares o amigos a los que hace meses que no veis, con ganas de estar con vosotros y compartir unas fiestas de lo más alegres.

Aunque vayamos a pasar horas en las interminables filas que se montan en las tiendas, esperando para sacar (o cobrar) la lotería o en la carnicería para recoger el cordero, cogemos las fiestas con ganas porque sabemos que nos vamos a reunir con personas a las que no vemos frecuentemente.

Como en el caso del turrón El almendro, todos aprovechamos estas fechas para hacer un «vuelve, a casa vuelve, por Navidad».

Nos inundamos del espíritu navideño, vemos películas como Love actually o Solo en casa (1, 2, 3, 4 …) hasta que salimos locos, y nos acompañamos del ritmo pegadizo de villancicos típicos como el «pero mira como beben, los peces en el río», y canciones a lo All I want for christmas is you de una Mariah Carey muy navideña.

Y, es que, a pesar de que en otras fechas a lo largo del año nos dejamos ver por casa, las Navidades suelen darnos un mayor margen de días. Durante el resto del año podemos volver de vez en cuando a pasar un fin de semana con el tiempo justo para dar dos paseos, saludar a la gente y volvernos.

No obstante, más allá de lo bonito de esta festividad, a mi me entra la nostalgia al ver la otra cara de la moneda.

Que esta época nos haga tanta ilusión es porque es exclusiva y no ocurre a menudo.

Entonces, ¿no deberíamos intentar que algo que nos aporta felicidad se repitiese con más frecuencia? ¿Perdería la gracia un reencuentro extraordinario que, dejando de serlo, se convirtiese en habitual?

A continuación, os dejo mi punto de vista al respecto.

La repetición de los encuentros

No se a vosotros, pero a mí la publicidad en esta época me suele tocar la fibra sensible. Este año, se lleva la palma la de Ruavieja, bajo el lema «Tenemos que vernos más».

Anuncios como este, muestran el poco tiempo que pasamos con nuestra familia o con nuestros amigos de toda la vida.

Implícitamente, nos hacen reflexionar sobre lo poco que volvemos a casa o, de un modo más rebuscado pero que también vale, lo poco que nos vienen a ver.

El tiempo pasa a ser uno de los bienes más preciados del ser humano. Y cuando alcanzamos una edad, nos encargamos en primera persona de gestionarlo acorde a nuestras posibilidades y conveniencias.

En qué decidamos invertirlo no es, para nada, fácil.

La pérdida de la magia de la Navidad

Pero ¿qué hay del refrán «lo bueno si breve dos veces bueno» o «lo poco gusta y lo mucho cansa»?

Innumerables análisis afirman que la exclusividad que tienen las cosas es precisamente lo que las hace tan interesantes y preciadas.

Si un bien exclusivo se convirtiese en algo al alcance diario de todos, ¿perdería su encanto? Para muchos sí.

Si un acontecimiento, al estilo de las Navidades, se repitiese varias veces a lo largo del año, al final no sería esperado con las mismas ganas, habría dispersión, la gente se lo tomaría de otro modo e incluso se perderían el objetivo y el intríngulis del «reencuentro».

Además, hay que tener en cuenta que, en muchos casos, esta vuelta a casa con más frecuencia no es posible. Muchas familias se encuentran separadas por miles de kilómetros que hacen que este retorno solo tenga sentido para plazos superiores a dos días contados.

Fines de semana, puentes y vacaciones de verano

En cuanto al resto de épocas en las que volver puede parecer una buena idea, no resultan comparables a las de invierno.

En verano, más allá de que aprovechemos nuestras escasas vacaciones en viajes a donde sea, cuando alguien decide volver a casa, hace buen tiempo y la gente se va a la piscina, a sus pueblos o también de vacaciones a otro sitio distinto para variar.

Por tanto, el espíritu familiar o de reunión amistosa se pierde y hace mucho más complicado.

Intentar organizar una comida con tus amigos en agosto es más complicado que ir dos días seguidos al gimnasio después de Navidad.

Por lo que respecta a los fines de semana, como os comentaba anteriormente, resulta muy difícil aprovechar esas 48 horas viendo a todo el mundo que tienes que saludar. Así que, por falta de tiempo, es complejo gestionar este tipo de vuelta a casa de un modo 100% provechoso.

Y lo mismo sucede con los puentes. En la mayoría de los casos cuando juntas más de 48 horas de no ocupación laboral, la gente aprovecha para hacer planes, excursiones y viajes que, de nuevo, impiden que el reencuentro sea pleno.

Conclusiones

El espíritu de reencuentro que traen consigo estas fiestas hace que, indiscutiblemente, el pobre Macaulay Culkin en Solo en casa nos de penita al ser olvidado en una fecha tan especial.

La realidad de esta época es que, por mucho que nos cueste reconocerlo, resulta idónea para convocar la gran reunión con seres queridos que, en otros momentos del año, no nos es posible cuadrar.

Podemos plantearnos si deberíamos hacer un uso distinto del tiempo libre que tenemos, conocido como fines de semana, puentes o mini vacaciones. Pero, en todo caso, si esto fuese posible y convirtiésemos ese reencuentro navideño en algo frecuente a lo largo del año, perdería todo su encanto y nos alejaríamos de ese sentimiento que nos trae la Navidad.

En conclusión, debemos seguir disfrutando de estos días tan especiales, y de sus costumbres puntuales ya que, son unas fechas que no se repiten a lo largo del año… y que, en cualquier caso, si se reiterasen, perderían su esencia y espíritu de reencuentro.

¡Feliz Navidad y próspero año nuevo!

 

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Un comentario en «La vuelta a casa por Navidad»

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