Capítulo 1. ‘La culpa’. Por Sevie Pastrana.

Aviso de contenido: Leve mención de autolesión y suicidio.

Roberto había sido el causante de la muerte de toda su familia. Al menos, eso se decía él en las largas noches que no paraba de recordar aquel accidente. En bucle, como si se tratase de una maldición.

Recordaba a la perfección estar sentado en el asiento de atrás del coche junto con su hermana, mientras hablaba del último capítulo de su serie favorita. Sus padres estaban acompañándole a su primer día de prácticas de la universidad, ya que él todavía no tenía el carnet de conducir. Se le había olvidado, como tantas otras veces, rellenar el bono de transporte público y por eso se lo había pedido como favor.

La carretera estaba completamente en silencio a excepción de los automóviles pasajeros y todavía no había terminado de salir el sol. Un montón de tonalidades naranjas y violetas inundaban el cielo y se difuminaban en el azul de la mañana.

Lo pensaba muchas veces desde aquel día: si no le hubiera pedido a sus padres que le llevaran, los frenos nunca habrían dejado de funcionar. Era mucho más sencillo echarse la culpa que reconocer el fallo técnico de un vehículo ya entrado en años; sobre todo porque él había resultado prácticamente ileso. Todos los demás habían muerto.

Cuando cerraba los ojos visualizaba de nuevo cómo había sido todo. A veces, se preguntaba si se había quedado atrapado en ese momento del tiempo por alguna razón, ya que desde ese día no sentía que los minutos fluyeran. A modo de mantra, se repetía una y otra vez las mismas palabras: «Fue mi culpa, fue mi culpa». No era capaz de comprender por qué no le habían metido en la cárcel, junto con la peor escoria de la sociedad.

Conforme los días pasaban y le alejaban del suceso, no podía parar de pensar que tenía que haberse ido con ellos. A veces, incluso impedía que las magulladuras que se había hecho durante el incidente desapareciesen, porque así podía tener un recuerdo de que lo que estaba sintiendo era real. No era un sueño, no se estaba volviendo loco.

Sin poder soportarlo más, dejó que el dolor le invadiese en forma de pastillas y alcohol. Quería despedirse de aquel mundo y reencontrarse con los suyos. Se dejó llevar por Morfeo esperando que no le devolviera donde pertenecían los vivos.

Al abrir los ojos no encontró el cielo, ni tampoco el infierno; sino la sonrisa de su hermana pequeña, la cual lo miraba con sus expresivos ojos color avellana.

— Te has quedado dormido, Rob — Comentó algo divertida, como burlándose de él por haber madrugado y no ser capaz de aguantar el tirón.

La ignoró y miró por la ventana para ser recibido por los mismos colores anaranjados y violetas que recordaba y, cuando pensó que todo había sido una pesadilla demasiado vívida, se percató de la pastilla que quedaba en su mano como único vínculo a lo que ya había ocurrido. Lejos de aliviarse, Roberto sintió el pánico en su interior incrementarse a un ritmo vertiginoso mientras el coche se acercaba, otra vez, a la curva donde habían muerto sus seres queridos.

 

El siguiente capítulo de esta serie se publicará el domingo que viene. Su autora será Raquel Bernal.  

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