Alicia Pacas es empleada del hogar y Secretaria General del primer sindicato registrado a nivel nacional en nuestro país, el Sindicato de Trabajadoras y Cuidadoras del Hogar (SINTRAHOCU). Hablamos con ella para conocer más sobre la situación en la que se encuentran muchas mujeres que trabajan en el sector del servicio doméstico, un nicho de mercado que agrupa hasta 72 millones de trabajadoras en el mundo, según cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Precariedad y vulnerabilidad es lo que se encuentran a la hora de enfrentarse a la realidad. Comentarios como la “chacha” o la “sirvienta” conforman esta nueva etapa de “esclavitud moderna”. Un espejismo del que deberíamos cuestionarnos como sociedad: ¿quién cuida a las que cuidan?

¿Cómo es el sector del servicio doméstico?

Somos un sector invisibilizado totalmente. Somos profesionales en nuestra profesión. Cuando migramos, muchas compañeras venimos en busca de una mejor oportunidad.

¿Qué buscáis en esas nuevas oportunidades?

Tomamos esta decisión para poder sacar adelante a los nuestros. Pensamos en viajar, en salir del país, y buscar una oportunidad que nos permita tener esos sueños. Nos convertimos en la esperanza de los que se quedan en nuestro hogar. Y salimos con una mochila cargada de muchas responsabilidades, pero con la ilusión de que lo vamos a lograr. De que vamos a lograr mejorar la vida de nuestra familia.

¿Qué es lo que os encontráis al cruzar al otro lado del charco?

El nicho de mercado que nos espera a todas las mujeres migrantes es el del servicio doméstico, el del trabajo de los cuidados. Es el nicho que nos espera en cualquier país. No importa que seas abogada, psicóloga o enfermera. No importa la profesión que tengas. Necesitas conseguir un trabajo sea el trabajo que te encuentres.

¿Os ofrecen alguna ayuda?

No. Porque la necesidad es lo que nos obliga a aceptar cualquier trabajo, cualquier pago. Y si es de interna, te alegras más, porque vas a tener un sitio donde dormir, donde estar protegida entre comillas, etc. Pero comienzas a trabajar y descubres otra realidad que no te esperabas. En el trato, en la carga de trabajo que te imponen o incluso en lo que te pagan que apenas te alcanza para enviar a tu país.

¿Cómo es ese trato?

Cuando comencé a trabajar de interna, lo primero que me señalaron fue: “Aquí tienes tus trastos. Tu vaso, tus platos. Siempre ponlos aquí”. Mira, todas estas cosas te hacen sentirte diferente. Como que marcan tu lugar directamente o indirectamente.  

La necesidad por tener una mejor vida es tan grande que te ha obligado a que dejes tu país, a que dejes tu tierra. Y las mujeres que lo logran se sienten como “ya cumplí mi meta”. Es cuando comienzan a hacerse dueñas de sus vidas y de preocuparse por ser felices.

Y, ¿cómo es trabajar como interna?

La vida de interna es un trabajo, además de deprimente, es estresante.

Yo trabajé con una familia alemana. Cuidaba a dos niños pequeños. En un principio todo bien. Hacía todito lo de la casa. Era un piso enorme y limpiaba todos los días, arreglaba las camas, hacía desayuno, comida, cena, metía la lavadora, planchaba, hacía los licuados para el bebé. Pero la cosa es que tuve un problema de corazón. Me dio una fibrilación severa y me ingresaron en el hospital. Luego me dejaron una medicación y entonces volví a mi trabajo.

 

«Ellos no se ponen a pensar en como uno se involucra emocionalmente con la persona que está diariamente con ellos. No les importa»

 

 

Fuente: Unsplash
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¿Te ofrecieron descansos o una baja?

No. Yo siempre hacía el trabajo. Nada más que en lugar de hacerlo más rápido, yo misma era consciente de que había bajado mi velocidad. Pero nunca dejé de hacer las cosas que tenía que hacer. Entonces, los padres se fueron a trabajar. Estaba en la habitación del niño cambiándole y no sentí el momento en el que entró a la casa ni las pisadas de la habitación. El padre del niño se había quedado observándome y me dijo serio: “Cuando termine venga aquí al comedor que quiero hablar con usted”.

Me pareció extraño. Y me dijo, mire Alicia, nada más he venido del trabajo para comunicarle que estamos muy agradecidos con su servicio pero que ya no la vamos a necesitar. Me dijo: “Voy a ser sincero. Nosotros hemos observado que usted últimamente está más lenta a la hora de hacer el trabajo, su velocidad ha disminuido y que ya no funciona igual”.

Me puse a llorar porque le cogí mucho cariño al niño más bebé. Por que mira, también nos pagan por dar amor. Ellos no se ponen a pensar en como uno se involucra emocionalmente con la persona que está diariamente con ellos. No les importa.

¿Es difícil no implicarse emocionalmente?

Siempre nos decimos entre las compañeras que tenemos que evitar encariñarnos. Pero es bien difícil porque uno no es un robot ni una máquina. Ellos no lo valoran para nada. Por eso todo esto tiene que ver con la falta de valoración que le dan a nuestro trabajo. Cuando nosotras decimos que este mundo no se mueve sin nosotras, lo decimos de verdad. Si tienes a tus hijos o a tus padres mayores, y tienes que salir a una hora determinada par salir a tu trabajo. Si no cuentas con nadie que los cuide, tú no podrías ir a trabajar.

SINTRAHOCU es el Sindicato de Trabajadoras y los Cuidados del Hogar. Se fundó el 15 de octubre del 2020 como un proyecto agrupado entre diferentes asociaciones de todo el país. Es el primer sindicato de este tipo registrado a nivel estatal que persigue el objetivo de dignificar las condiciones laborales precarias en las que encuentran las trabajadoras en el servicio doméstico.  

 

 

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