¿Alguna vez has pensado en mandarlo todo “a la mierda”? ¿Has pensado qué hacer con tu vida nada más graduarte? ¿Alguna vez has sentido que no era tu vida sino la de otros viviendo en la tuya? Perfecto, porque si es así te recomiendo que veas la siguiente película de Netflix: La lista de a la mierda. Una película que no te dejará indiferente, te lo aseguro, y sobre todo si estás en esa etapa en la que todos dictan tu vida o básicamente no sabes qué hacer con ella.

Brett Blackmore es un joven de 17 años al que acaban de anunciar su entrada en siete de ocho universidades privadas. Su vida siempre ha estado enfocada en sacar buenas notas, hacer lo correcto y a seguir el camino para ser uno mismo. Sin embargo, una pequeña inocentada en la que nuestro protagonista participó le lleva a arruinar todos sus planes de futuro. Producto de esa frustración le lleva a crear una peculiar lista: una lista de todas las cosas que le habría gustado hacer a él y no a sus padres que consigue convertirse en todo un fenómeno viral en redes sociales.

Aunque la película desde un principio no tiene claro su género puesto que dudamos entre si se trata de una comedia o un drama, Michael Duggan en su papel como director ofrece un producto muy atractivo para los jóvenes. Lo que sí es verdad, es que consigue plasmar todas las inquietudes, miedos e inseguridades de los más adolescentes en su etapa de más incertidumbre: ¿a dónde ir después de tu graduación? El mensaje es claro. No se trata solo de una simple película de comedia juvenil, sino que intenta enseñar una lección sobre redes sociales y la relación de padres e hijos en cuánto al qué hacer con sus vidas. Y, sobre todo, cumple con su principal función y es que muchos que hemos pasado por esta situación nos identificamos con los sentimientos del personaje protagonista, aunque no estemos en las mismas circunstancias que este.

La lista de a la mierda es una película que recomiendo sobre todo a ese público más adolescente, a aquellas personas que están a punto de terminar sus estudios, de graduarse, de entrar a la universidad, etc., para que consigan responderse a sí mismos la pregunta que muchos no se atreven: ¿qué quieres ser ahora y no de mayor? Una pregunta que siempre nos ha marcado desde pequeños y que marcaba a su vez nuestro futuro. La película se centra en la historia de Brett Blackmore pero podría ser el caso de cualquier persona que sigue los sueños de sus padres en vez de los suyos, no se trata de egoísmo, puesto que sabemos que siempre nuestros padres van a querer lo mejor para sus hijos pero sí que refleja aquella idea que busca más la estabilidad que la felicidad.

Ese es uno de los fallos del sistema educativo

¿Nos educan para estudiar una carrera que proporcione más estabilidad e ingresos o nos educan para estudiar lo que uno quiere? ¿Cuántas veces hemos estudiado algo que no hemos querido básicamente porque no sabemos qué es lo que queremos? ¿Tenemos la suficiente capacidad para decidir el rumbo de nuestras vidas nada más salir la educación secundaria obligatoria o en nuestra preparación para selectividad? Algunos sí. Otros no. ¿Qué pasa con los qué no?

Desde pequeños nos preguntan qué queremos ser de mayor y muchos contestamos lo mismo, pero otros vamos cambiando de oficio a lo largo del tiempo, sin embargo, cuando te tienes que hacer la pregunta a ti mismo: ¿sabrías responder?

Nos dedicamos una mayor parte de nuestra vida a memorizar conceptos que muchos en sí no quedan retenidos durante nuestra memoria e incluso ni si quiera somos capaces de utilizarlos en la práctica que es cuando se adquiere un aprendizaje más completo. Nos han enseñado a aprobar exámenes como si nuestras notas definieran nuestro nivel de inteligencia o para posicionarnos en un ranking en el que quienes mejores notas sacan, es a los que mejor les va a ir en la vida. Pero la gracia está ahí. La vida no viene con un guión. La vida no viene con instrucciones. Marcas el camino. No viene definido por un número. No viene definido por tus notas. ¿Estabilidad o felicidad? ¿Y si existiera un punto medio? Eso queda a juicio del lector.

El otro día realicé una entrevista a una cantante. Le pregunté si tuvo trabas al decirle a sus padres que quería ser cantante. Y a pesar de ello, me afirmó que, sabiendo la dificultad de vivir de la música al empezar en ella, sí que podía vivir de ello. Que animaba a la gente a decidir sus caminos. Y es lo que vengo a contaros en este post hoy. Decide. Piensa. ¿Perjudica a alguien? ¿Qué es lo qué quieres? ¿Te has parado a pensarlo? Equivócate las veces que hagan falta para conocer tu camino. Por lo menos sabrás que ha sido decisión tuya.

Entonces, ¿apuesto por algo que sabemos que no tiene muchas salidas profesionales? La respuesta no la tengo yo. Pero algo que he aprendido viendo esta película es que si de verdad quieres hacer algo, es muy fácil. Hazlo. No lo pienses. Es más fácil intentarlo que vivir el resto de tu vida arrepintiéndote del qué pasará si lo hubiera hecho. ¿Y en cuánto a los ingresos? Lo único que puedo decir ante esto: no hay nada fijo en esta vida. Piénsalo. Hazlo. Y a la mierda.

 

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