En 2018, el director artístico y coreógrafo británico Daniel Vais propuso a sus bailarines de la plataforma Culture Device adentrarse en el amplio mundo del drag. «Todos se mostraron muy entusiasmados con la idea. Sin embargo, antes que nada, les dije que el drag no es un disfraz. Es una transformación; una forma de hacer arte», explica en una entrevista para la revista Paper. Culture Device es un impulsor para la excelencia artística. Coreografían, producen y promueven eventos socioculturales tanto en el Reino Unido como en el extranjero. Desde su nacimiento en 2010, han estrenado más de 15 proyectos con artistas con síndrome de Down, llegando a más de 150 millones de personas.

Horrora Shebang, Lady Francesca, Lady Mercuri, Divina Starr, Nikita Gold, Gaia Callas, Frozita Hongkong, George the Lord, Gymma Black y Justin Bond son los nombres de las nueve drag queens y un drag king, respectivamente, que componen el colectivo Drag Syndrome. Desde el momento en el que Vias les presentó el proyecto, se pusieron a investigar sobre la historia del transformismo, los estilos… y empezaron a desarrollar sus propias propuestas. El drag les ha dado la oportunidad de experimentar con la moda, el maquillaje, la música y de hacerlo frente a grandes audiencias.

Como cada artista construye su personalidad, es el momento perfecto para que tomen el control de su propia narrativa y decidan qué quieren mostrar al mundo, cómo van a hacerlo y en qué habilidades van a profundizar. Hombres y mujeres con síndrome de Down que se alejan de la infantilización y los paternalismos a los que muchas veces se les somete. Son adultos decidiendo sobre sus cuerpos, identidades y expresiones de género; sobre su trabajo y su futuro. «Puedes ser tú misma y puedes actuar teniendo síndrome de Down. Te ayuda. Te guía. Persigues tus sueños. Simplemente, empiezas a amar quien eres», asegura Nikita Gold.

No obstante, sigue costando encontrar espacios verdaderamente interseccionales donde lo crip y lo queer entren en consonancia sin que lo primero sea relegado a un segundo plano dentro de la propia subalternidad de lo queer.

Algunos de los integrantes de Drag Syndrome forman parte del colectivo LGTBIQA+, otros no. Sin embargo, la escena drag siempre ha sido un espacio eminentemente creado por y para las disidencias sexuales y de género. No obstante, sigue costando encontrar espacios verdaderamente interseccionales donde lo crip y lo queer entren en consonancia sin que lo primero sea relegado a un segundo plano dentro de la propia subalternidad de lo queer.

Eli Clare, en su libro Una brillante imperfección, describe el capacitismo como «la creencia de que algunas capacidades (y algunas personas) son intrínsecamente más valiosas que el resto; que existe una división nítida entre unos cuerpos capacitados y otros no, unas creencias que se articulan a través de lo normal y natural. Dos conceptos tremendamente problemáticos por muchas razones. Unos diagnósticos que permiten que se violente a las personas en nombre del cuidado médico». Los espacios LGTBIQA+ tienen que ser también seguros para la comunidad disca que forma parte del colectivo. Espacios de libertad donde no tengan que resignarse a ser toleradas, a estar haciendo pedagogía o a exigir unos mínimos de respeto. Tienen que ser espacios donde se les celebre como las compañeras y hermanas que son.

Como dice Divina Starr: «Haz lo que quieras. Siéntete orgullosa, sé fabulosa. Sé tú misma, con la cabeza bien alta, y hazlo lo mejor que puedas». Recuerda que lo queer no te quita lo racista, ni tampoco lo capacitista. Asumir que lo somos y reconocerlo es el primer paso para empezar a alejarse de estas discriminaciones. Sigamos trabajando. Sigamos trabajándonos. Drag Syndrome es un ejemplo perfecto de la simbiosis de dos realidades, que al final, son una sola. El drag es arte, es una forma de expresión, pero por encima de todo y como reivindicó Killer Queen, una de las finalistas de la primera edición de Drag Race España: el drag es política.

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