En enero de 1919 la revista estadounidense Yale Review afirmó erróneamente en uno de sus artículos: “el arte de escribir se ha perdido”. El autor del texto explicaba que era una consecuencia directa de inventos como el teléfono, las máquinas de escribir o el telégrafo. Aunque los teclados hicieron que la correspondencia a mano fuera cayendo en el olvido, cien años más tarde, el arte de escribir cartas parece resurgir como parte de la nueva moda vintage. Y nos invita a practicar el afecto y los cuidados.

Hannah Brencher es escritora, oradora TED y educadora en línea con un corazón para formar líderes, así es como suele definirse. Nombrada como una de las «Mujeres que trabajan para hacer el bien» de la Casa Blanca y portavoz del Servicio Postal de los Estados Unidos, Hannah fundó en 2011, The World Needs More Love Letters (“El mundo necesita más cartas de amor”).

En la charla TED que realizó en 2014, explica cómo surgió esta iniciativa: “Era una de las únicas chicas en la universidad que tenía una razón para ir a la oficina de correos al final del día. Mi madre nunca ha creído en el e-mail, ni en Facebook, ni en los SMS, ni en los móviles en general. Y así, mientras otros chicos enviaban mensajes a sus padres, yo, literalmente, esperaba junto al buzón para recibir una carta de casa y ver cómo había ido el fin de semana”.

Cuando Hannah terminó sus estudios en la universidad, se mudó a Nueva York. Fue allí donde su depresión se hizo notar cada vez con mayor dureza. La única manera que se le ocurrió entonces para salir de la cama tenía forma de papel y bolígrafo. “Escribí a extraños la misma clase de cartas que mi madre me había estado enviando -cuenta Hannah durante su ponencia-. Y las escondía por toda la ciudad, decenas y decenas de ellas […]. Me hice una promesa: escribiría cartas a mano sin hacer preguntas a todo aquel que me las pidiera”.

Aquellas primeras cartas escondidas en distintos rincones de Nueva York y que sirvieron de salvavidas a Hannah, también fueron el inicio de un proyecto que hoy despierta sonrisas, aparentemente olvidadas, entre completos desconocidos. Cada mes, actualizan la página web del proyecto con nuevas solicitudes de misivas. Peticiones que son seleccionadas a mano por miembros del equipo y que algún conocido o familiar de la persona a quien irán dirigidas las misivas ha decidido remitirles sin que este lo sepa. Las historias que se presentan suelen ser desgarradoras: desde una joven que acaba de perder a su hermano, hasta un hombre a quien le han detectado un cáncer.

Historias reales que despiertan sentimientos muy profundos. Y que, sin duda, logran que quien las descubra sienta la necesidad de salir en busca de un papel, para enviar una carta de amor. Dispuesto a dedicarle a otra persona unos minutos que suelen desaparecer en el transcurso de una vida frenética, sin pausas. Preparado para hablar sin recibir respuesta, porque no hace falta, ya todo queda dicho con la desnudez de las palabras y quizá también de buena parte del alma.

La fundadora concluye la charla afirmando que “el solo hecho de que alguien se siente, saque una hoja y piense en alguien todo el tiempo, con una intención que es mucho más complicada de descubrir cuando el navegador está abierto y el iPhone suena y tenemos seis conversaciones a la vez, es una forma de arte. Aún podemos apretar estas cartas contra el pecho. Son palabras que hablan más fuerte. Hemos convertido las páginas en paletas de colores para decir las cosas que necesitamos decir, las palabras que tenemos necesidad de escribir”. Si las hojas se han convertido en lienzos, descubrámonos pintores.

Enviar cartas a completos desconocidos para hacerlos sentir acompañados es una iniciativa reconfortante para ambas partes. Propongo hacerlo primero con quienes tenemos alrededor. Practicar los cuidados con la gente que queremos y decírselo. ¿Por qué no hacerlo a través de una texto escrito a mano?

El mundo necesita más cartas de amor; más palabras amables que nos calienten el corazón en los días fríos de soledad; más cajones que encierren montañas de papeles amarillentos que un día alguien escribió esperando recibir una respuesta que, tal vez, jamás llegó. El mundo necesita más redes para que el miedo que nos da volar alto no nos obligue a permanecer atados a la tierra ni caer en abismos de difícil salida; más afectos que nos hagan sentir entre nubes; más comunidad, más escucha… y menos guerra. El mundo necesita más cartas de amor.

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