Todos los días se escuchan comentarios para vejar a las personas que tienen sobrepeso u obesidad. Desde consejos para adelgazar, hasta chascarrillos ofensivos a los que se les quita importancia porque son “solo bromas”.

Muchas de las personas que estén leyendo este artículo habrá oído hablar de la gordofobia, ya sea de forma despectiva o reivindicativa, pero ¿de qué trata realmente?

El concepto de gordofobia sirve para definir una idea interiorizada – y por tanto, inconsciente -, que lleva a discriminar, objetivizar y minusvalorar a todo aquel individuo que, como he dicho antes, tiene sobrepeso u obesidad. Aunque este problema afecta a todo el mundo, sin importar su género, las principales afectadas son las mujeres.

Desde la infancia, nos meten en la cabeza que lo normal es estar delgado. Lo vemos en las revistas, la televisión, el cine… Donde no existen apenas variedad de cuerpos, sino un único canon que nos imponen, al que deberíamos parecernos: mujeres altas y esbeltas, con piernas kilométricas y ni un ápice de grasa; hombres musculados, con la mandíbula marcada y dientes perfectos.

Aunque en la actualidad hay muchas personas que están luchando por vencer el estigma, todavía es algo que está muy arraigado en nuestra sociedad. Lo que es normativo no representa a la mayor parte de las personas, solamente a un grupo muy pequeño de la población. Las tallas de la ropa cada vez son más pequeñas, más justas, más parecidas a esta norma que nos imponen; la presión por adelgazar también aumenta inevitablemente.

Decir que alguien está gordo también es un tabú.

La palabra «gorda» está asociada rápidamente a un significado negativo, cuando no deja de ser un adjetivo más. Se sustituye con timidez por palabras como «rellenita» o «gordita», como si usarla fuese el mayor insulto. Sin darnos cuenta, la convertimos en tabú.

Sin embargo, no falta tiempo para recalcar el físico de una persona: los kilos que ha cogido, que ha perdido, la forma de sus caderas, su trasero… Como si fuera normal acribillar el físico de alguien poniendo de excusa su salud y la estética:

“Es que si estuvieses más delgada, estarías más guapa.”

“A mí me da igual, es por tu salud.”

“Yo nunca me liaría con una gorda.”

“Los kilos de más no le hacen bien a nadie.”

“Un segundo en la boca y toda la vida en las caderas.”

¿Quién no ha escuchado esos comentarios alguna vez? ¿Alguna vez habéis pensado en cómo le quita valía a las personas este tipo de mentalidad?

No, no lo están haciendo por la salud de nadie. Hay personas gordas que tienen una alimentación más equilibrada y sana, que se cuida más, que hace más deporte que personas delgadas. Estar gordo no es sinónimo de ser poco sano, hay de todo: gente que se cuida más o menos, que come más o menos comida rápida y/o ultraprocesada, etcétera.

Se les quita valor como personas por simplemente pesar más, por no entrar en esos cánones que nos han metido en la cabeza. ¿Cuántas veces se pide en puestos de trabajo que las personas solicitantes tengan “una buena presencia”, cuando lo que realmente quieren decir que no esté gorda? Porque una persona gorda no da buena imagen, no es estéticamente bonita para la sociedad.

¿A quién afecta?

La cuestión de la gordofobia es que no solamente afecta a personas que están gordas, sino que también influye en las personas que no lo están: el miedo a engordar, a ser devaluada como persona, a ser menos por coger unos kilos… Todo por culpa de esos prejuicios que nos graban a fuego y que, en muchas ocasiones, acaban desencadenando problemas serios a las personas que sienten que no encajan, que acaban desarrollando un trastorno mental por culpa de lo que la sociedad nos impone y piensan que, a través de la comida, pueden controlar también su propia vida.

Teniendo todo esto en cuenta, hay que empezar a deconstruirse acerca del tema y aprender que todos los cuerpos son válidos, que no hay un único modelo de cuerpo, sino una amplia variedad, y todos merecen ser representados. La empatía debe ser nuestra gran aliada en cuanto a deconstrucción se refiere, al igual que el respeto.

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