El término “intersexual” hace referencia a la “cualidad por la que el individuo muestra, en grados variables, caracteres sexuales de ambos sexos”. Es decir, se trata de personas que no tiene unos caracteres sexuales claramente femeninos o masculinos, por lo que no se le puede asignar fácilmente el género de “hombre” o de “mujer”. Se estima que afecta a entre un 0.05% y un 1.7% de la población, aunque en diferentes grados.

Existen varias formas en que podemos darnos cuenta de que alguien es intersexual. Quizás una de las más frecuentes sea al nacimiento, cuando un bebé nace con unos genitales que no son claramente masculinos o femeninos, como, tener un pene pequeño (o clítoris grande) sin testículos. Pero no siempre es así. A veces, al nacimiento, los genitales son claramente femeninos, y no es hasta la pubertad, cuando, ante la ausencia de menstruación, se descubre que, en vez de ovarios, hay testículos, como sucede en el síndrome de Morris.

Las causas de la intersexualidad son diversas, aunque las más frecuentes son hormonales. Tanto un déficit de andrógenos (hormonas masculinas) en un bebé con cromosomas XY, como un exceso de andrógenos en un bebé con cromosomas XX pueden dar lugar a una persona intersexual. Pero esa no es la cuestión. La pregunta fundamental es, ¿Cómo podemos hacer que vivan bien?

Hasta hace unos pocos años, la intersexualidad se consideraba una enfermedad. Es decir, se diagnosticaba, se le realizaba un cariotipo (un análisis genético para determinar el sexo cromosómico), y, a continuación, se programaban, muchas veces en la infancia, intervenciones para “adecuar” y modificar los genitales en función del sexo cromosómico, o bien del género que más sencillo sea asignarle, en función de sus genitales.

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Y aquí es donde empiezan los problemas. Porque, si no lo diagnosticas al nacimiento, ¿cómo le explicas a una adolescente que se siente mujer que, en realidad es un hombre y debe sentirse un hombre?¿Qué haces, si, al ser mayor y una vez operado, un niño dice que se siente niña, o al revés? ¿Cómo le explicas a alguien que sus padres y su médico decidieron qué genitales debía tener antes de que tuviera edad para opinar?

Las sucesivas “leyes Trans” de las diferentes comunidades autónomas, y la Ley Trans estatal que se aprobó en junio del pasado año son las que tratan de solucionar este problema, e incluyen dos puntos fundamentales. El primero es dejar de considerar la intersexualidad como algo médico y patológico, y considerarla una identidad más. Es decir, dejan de ser “pacientes” para ser personas a las que hay que escuchar y hacer que se sientan a gusto con su cuerpo.

La segunda es dejar que la persona intersexual asuma el control de su vida y de su cuerpo, dejar que se definan ellos mismos, que se operen, o que no se operen, pero según su decisión. Y que decidan qué es lo que quieran hacer. Con la ley trans se prohíben las operaciones (excepto las que sean estrictamente necesarias por problemas de salud) hasta los 12 años de edad.

Pero lo más importante es que ha sacado las diferencias sexuales a la luz. Debemos reflexionar sobre el hecho de que el sexo no es blanco o negro, u hombre o mujer, sino que es un amplio espectro en el que cabemos todos. También las personas transexuales, intersexuales y no binarias, y cualquiera a quien no podamos encasillar fácilmente en aquellas nociones sobre el sexo y el género que nos enseñaron en primaria. Porque la vida se engrandece mucho cuando conocemos cosas diferentes a las que estamos acostumbrados, y este es un gran ejemplo de ello.

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