Dentro del conglomerado de actores políticos existente se encuentran tanto los movimientos sociales, como los partidos políticos. Aunque tienen varios elementos en común, se hace necesario destacar aquellas especificidades consustanciales a cada uno de ellos. De esta forma, se podrá pensar en la relación que existe entre los movimientos sociales y los partidos políticos. También de qué manera los primeros logran traducir sus exigencias en políticas públicas.

Los partidos políticos tienen como objetivo primordial formar gobierno. En cambio, los movimientos sociales pretenden influenciar en la toma de decisiones colectivas. Por ejemplo, incorporar una determinada cuestión en la agenda mediática o modificar la posición de ciertos actores gubernamentales. Habermas destacado filósofo y sociólogo alemán, afirmaba que “los discursos no gobiernan […] Generan un poder comunicativo, que no puede tomar el lugar de la administración, pero puede influir en ella”. En este sentido, las estrategias que usan unos y otros son diferentes. Los partidos políticos emplean la competencia electoral. Los movimientos sociales se orientan hacia el conflicto: un problema del que el estado tiene que hacerse cargo. Un ejemplo sería La Fiambrera, un colectivo de activistas nacido a mediados de los años 90 en Valencia. Estaba centrado en la lucha contra en la especulación inmobiliaria y en defensa de la creación de un parque de vivienda pública en alquiler.

La empresa periodística y los movimientos sociales

Esta forma no convencional de hacer política que tienen los movimientos sociales se caracteriza por las campañas, entendidas como un esfuerzo público sostenido en el tiempo y organizado para poder plantear reivindicaciones y demandas a las autoridades; y el repertorio, que sería la batería de acciones que desarrollan, entre los que se pueden destacar las huelgas o las manifestaciones.

La televisión es un medio clave en la comunicación política por tratarse del medio preferido, incluso para los internautas. Es un medio aún hegemónico y muy trasversal, porque es consumido por las distintas clases sociales y sectores de la población. La existencia es en la medida en que esta es representada. “Existir ya no es suficiente para existir”, recuerda Brigitte Vasallo en su último ensayo.

Los movimientos sociales y sus formas de comunicación política son relegadas al ostracismo, por no ser capaces de generar el capital suficiente como para considerarse rentables a ojos de estas grandes empresas mediáticas. Es importante recalcar que los movimientos sociales operan, especialmente, en el ámbito de lo social y de lo público. En este sentido, las redes sociales juegan un papel esencial. Lo que ha generado a su vez la dinamización o creación de esferas públicas periféricas. Han aparecido nuevos espacios de diálogo o discurso en los que las personas desempeñan su rol de ciudadanos y entran en los debates sobre los asuntos que les afectan.

Así pues, estas esferas públicas periféricas virtuales han posibilitado la interacción de públicos geográficamente dispersos, creando y facilitando un espacio de diálogo y de generación de una discursividad virtual. Sin embargo, si sus exigencias no se cuelan en la agenda mediática de las televisiones es muy poco probable que se traduzcan en objetivos cumplidos.

¿Intrusismo?

Las campañas de comunicación política son (o tendrían que ser) una tarea exclusiva de los profesionales del campo. No solo por las exigencias de la labor, sino además porque habrá otros profesionales dispuestos a encarnar el rol de adversario y que mantendrán una posición crítica con respecto a los mensajes e informaciones difundidas. En el caso de los movimientos sociales, esta exigencia se diluye en tanto en cuanto que su organización está menos estructurada.

En definitiva, los movimientos sociales y los partidos políticos son ambos actores políticos capaces de generar viejos y nuevos canales de participación. No obstante, también cuentan con características consustanciales a cada uno de ellos. Como consecuencia, la comunicación política derivada de los mismos será muy diferente, tanto en las formas y estrategias empleadas como en la correcta consecución de sus objetivos planteados. Mientras los partidos políticos basan su estrategia en la visibilidad y representación en medios tradicionales de gran impacto como la televisión; los movimientos sociales basan su discurso en el activismo social, lo que implica la necesidad de cambiar los formatos por medio de los cuales consiguen llevar sus demandas a los órganos de poder.

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