Al escuchar la palabra “microhomofobia” lo primero que se nos viene a la mayoría a la cabeza es a su primo más cercano, el “micromachismo” y si, tal como pensáis hace referencia a lo mismo, pero con el colectivo LGTB+.

La microhomofobia son los prejuicios, comportamientos, expresiones y palabras que a pesar de ser excluyentes, a veces hirientes y sobre todo incómodas, están tan asimiladas en la sociedad que no las vemos “totalmente malas” o simplemente no le damos la importancia que debería.

¿Cuántas veces no hemos escuchado cómo estigmatizan a una persona por su apariencia o su comportamiento? Incluso nosotros mismos lo hemos podido hacer alguna vez. Ejemplos claros son “esa chica lleva el pelo corto, seguro que es lesbiana”, “mira ese chico, está rodeado de chicas, seguramente sea gay”, “¡madre mía! Vistes como una machorra” o el clásico “que pluma lleva ese encima”.

El machismo y los roles de género han tenido mucho que ver en los prejuicios sociales para todo el mundo, pertenezcan o no al colectivo, tanto que han contribuído a que apareciese la microhomofobia así como también han aparecido sus derivantes, como pueden ser la microbifobia o la microtransfobia.

Estos comentarios pueden resultar incluso agresivos dependiendo del contexto donde se utilicen: “entiendo que te gusten hombres o mujeres, ¿pero los dos? Eso es puro vicio”, “¿cómo que eres trans?¿eso es que en realidad de cintura para abajo eres del sexo contrario que de cintura para arriba?”, “es que por muy bisexual que tu seas, te pegan mucho más los hombres”, “ya decía yo que eras un hombre con rasgos muy femeninos, ahora lo entiendo al saber que eres trans”.

Es cierto que dentro de todas estas frases, que de alguna manera se centran más en ciertas personas del colectivo, podemos encontrar una amplia biblioteca de frases que casi todas las personas del colectivo han escuchado alguna vez en su vida: “¡ah, pues no lo pareces!”. Esta es la frase más recurrente cuando, por alguna circunstancia, hacemos pública nuestra identidad sexual.

O por el contrario podemos encontrar: “me lo imaginaba, es que se te nota mucho”. Incluso más típicas todavía: “tú lo que tienes es confusión”, “es una fase”, “no has dado con la persona adecuada” o mi favorita “¿cómo lo sabes si no lo has probado?” como si mi sexualidad fuese un plato de comida.

Luego, cuando nosotros nos encontramos de frente con estas frases o bien no hacemos nada o bien no sabemos que hacer. Es evidente que la mayor parte de estas frases son parte de gente que no pertenece al colectivo, pero eso no significa que dentro de él no se digan ni ocurran comportamientos microhomofóbicos.

Un comportamiento microhomofóbico claro es encontrar una pareja sentimental que al enterarse de tu sexualidad te rechace, aunque también pueden darse otras situaciones, como por ejemplo no acercarse o incluso evitar a una pareja cuyos integrantes sean del mismo sexo y vayan agarrados de la mano por la calle.

Otros comportamientos, los más dolorosos en mi opinión, son cuando familia y amigos presentan a tu pareja, de tu mismo sexo en éste caso, como “un amigo de” en lugar de presentarlo como realmente es, como tu pareja, y además, se atreven a excusarse con que “no todo el mundo lo entiende”. Creo que existen pocos que no hayamos escuchado la frase “no es nada malo, pero a ningún padre le gustaría que su hijo fuera homosexual”.

Que una persona tenga comportamientos microhomofóbicos tampoco lo convierte en la persona más horrible del mundo, es un comportamiento asimilado. Socialmente, es normal pensar así, es normal juzgar y estigmatizar a una persona por muy horrible que suene. No suelen ser comentarios que vayan con mala intención, e incluso algunos los tratan como una broma.

El típico “estoy harta de los tíos, me voy a hacer lesbiana” o el “¿qué tal estás pedazo de maricón?” también son comportamientos microhomofóbicos porque ni tú ni nadie puede cambiar su sexualidad, como mucho puede ocultarla y reprimirla. Y por mucha camaradería que haya en ese saludo, hay una palabra excluyente y despectiva.

Gente del propio colectivo acepta los apelativos “maricón”, “bollera”, “mariquita” o “tortillera” porque entre amigos y con ciertos contextos puede quedar gracioso y al ser personas de confianza pueden ser hasta términos amistosos, pero no por ello dejan de ser excluyentes. Otros sí que pueden ofenderse por los apelativos y no decir nada porque “es algo normal”.

La cuestión aquí es ¿está bien aceptar estos comportamientos porque son algo común en nuestra sociedad?¿O deberíamos arriesgarnos a corregirlos e incluso intentar eliminarlos?

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Un comentario en «Microhomofobia, daños mínimos con un gran coste»

  1. Gran artículo, que evidencia una ámplia gama de comportamientos que espero que vayamos erradicando poco a poco

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