El sol, el campo, el aire fresco, las excursiones en bicicleta, los riachuelos de agua fresquita y cristalina y las interminables noches de verano. ¿Suena bien, verdad? A muchos sí y la prueba de ello es que cada vez son más los que prefieren pasar sus vacaciones en los pueblos más cautivadores y acogedores que se encuentran escondidos alrededor de la geografía española. Lugares con encanto, lejos del estrés, la polución y las aglomeraciones de las ciudades, que se han convertido en todo un icono para muchos turistas que desean desconectar y encontrar la paz y la tranquilidad que les roba la rutia diaria.

Mundo Rural. Fuente: Freepik

Según los datos recogidos en una encuesta elaborada por Escapada Rural, casi el 50% de los turistas prefieren una estancia aislada y en plena naturaleza para pasar sus vacaciones. Además, el turismo rural, suele ser, por lo general, más asequible a nuestros bolsillos. Mientras que, los destinos de sol y playa pueden llegar a duplicar e incluso triplicar el precio por la misma estancia y periodo.

Sin embargo y a pesar de todos los beneficios que, a priori, tienen los estos pequeños rincones, el turismo rural sigue sin ser la primera opción de los viajeros. Ni siquiera para sus propios habitantes, que se marchan de sus hogares en busca de un próspero futuro laboral lejos del lugar que los vio nacer y que no abandonarían si existiesen más oportunidades para su desarrollo y el de sus familias.

Recordemos, sin ir más lejos, la multitudinaria manifestación “La España vaciada” que llenó la capital madrileña de gente que exigía soluciones urgentes a unos políticos que se olvidan de que cientos de pueblos de la Península están quedándose deshabitados. Más de 90 plataformas, entre ellas Teruel existe y Soria Ya reclamaban en las calles madrileñas un Pacto de Estado contra la Despoblación.

Manifestación en Madrid por la España vaciada. Fuente: Heraldo de Aragón

Reivindican atención porque se sienten abandonados, que solo se acuerdan de los pueblos en periodo electoral. Cada vez cuentan con menos servicios pero, sin embargo, continúan pagando los mismos impuestos. Además, poco a poco, están perdiendo su patrimonio y, con ello, la vida en sus calles. Los que se van lo hacen para no volver.  Todos tienen una seña de identidad, algo que los hace únicos y atractivos para los visitantes, nacionales y cada vez más internacionales. Además, cuentan con un rico patrimonio artístico, histórico y cultural en forma de iglesias, torres, museos, castillos… que se convierten en un enclave durante el verano pero que, el resto del año únicamente se recurre a ellos en ocasiones especiales.

Cuando acaban las clases y comienzan las esperadas vacaciones, estos pueblos se llenan de vida. Familias enteras llegan a estos municipios con niños y niñas que cambian sin ningún remordimiento sus Play Stations y móviles por las carreras y los juegos en la calle y las noches a la fresca en compañía de los más mayores que disfrutan de su presencia. Aunque con un pensamiento presente y es que, cuando acabe el verano, las casas, las plazas, las calles, se irán apagando y conforme pasen los años, seguramente, morirán, como sus últimos habitantes.

Y he aquí otro de los grandes problemas: la incapacidad de estos pequeños núcleos de soportar la gran afluencia de visitantes durante esta época del año. Las múltiples Asociaciones de vecinos se desviven para organizar actividades para todos los públicos y edades, para hacer que estas personas se sientan agusto durante las vacaciones, que no se aburran y, en el mejor de los casos, que les guste tanto el pueblo que piensen en quedarse a vivir allí.

Además, la mayoría de estas localidades celebran las fiestas populares, que todavía atrae a un mayor número de gente, por lo que el trabajo que tienen que realizar los vecinos, se multiplica. Sin embargo, existe una ecasez de finianciación por parte de los Gobiernos para que se puedan desarrollar ya no solo las acciones de tipo lúdico, sino también las más básicas y necesarias como la educación o la sanidad. Pues, como apuntábamos anteriormente, los más pequeños tienen que trasladarse a otros centros y los más mayores, que son la gran mayoría de la población en estos municipios, carecen de personal médico para las urgencias.

Repartidos por toda la geografía española, estos pueblos intentan sobrevivir creando originales propuestas para atraer a los turistas a la zona. Recordemos iniciativas como la de los vecinos Urriés, en las Cinco Villas (Zaragoza) quienes, a falta de una oficina de turismo, algunos de ellos, se ofrecen voluntarios para acompañar a los visitantes a realizar una visita guiada por el municipio. Vecinos que, por unas horas y de la forma más altruista, se convierten en guías turísticos cuando reciben un mensaje en su teléfono móvil del grupo de Whatsapp que crearon en su día para avisarse entre ellos cuando un turista demanda un paseo por las calles de Urriés.

Urriés, en la comarca de las Cinco Villas. Fuente: La Comarca de las Cinco Villas

Algo muy parecido ocurrió el año pasado en Ruesta, aunque no corre la misma suerte, ya que se trata de un pueblo ya deshabitado. La localidad recuperó, solo por unas horas la vida que perdió en 1965, cuando este municipio, también en las Cinco Villas aragonesas, fue expropiado por el Estado central por la construcción del embalse de Yesa.

Más de 150 antiguos vecinos, acompañados por amigos y familiares, se reencontraron con su pasado y compartieron recuerdos cargados de nostalgia. La II Jornada ¡Ruesta Vive! ofreció a los antiguos vecinos la oportunidad de conocer los proyectos de futuro para que  no termine desapareciendo ya que, tras décadas sin invertir dinero en este espacio, se ha puesto en marcha un proyecto para consolidar  el Camino de Santiago.

Ruesta, en la Comarca de las Cinco Villas. Fuente: La Comarca de las Cinco Villas

Estos dos son solo un ejemplo, pero son muchos los municipios que se encuentran en la misma situación en el resto del país. Que el turismo rural está de moda, sí, su paz, su tranquilidad, su naturaleza. Pero, recuerden, lo más importante, su vida, está en peligro de extinción.

 

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Un comentario en «El turismo rural está de moda, pero de ida y vuelta»

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