¿Puede un peón cambiar el desenlace de una partida de ajedrez? ¿Determina el pasado nuestras vidas? Son las preguntas que nos plantea El peón en el tablero, de Irène Némirovsky.

A todos nos horroriza la trágica historia del genocidio judío durante el nazismo, la persecución y el internamiento en campos de concentración de casi seis millones de personas. Todos conocemos historias de supervivientes, como Si esto es un hombre de Primo Levi. Pero hay mucho más, muchas vidas truncadas, muchas familias rotas, muchas historias que merece la pena contar.

La de Irène Némirovsky es una de ellas. Nacida en Rusia, aunque de origen judío, acabó huyendo de la revolución bolchevique y viviendo en París durante los años veinte y treinta del siglo pasado. Pese a vivir en libertad, vivió en una época y un lugar que no le pusieron las cosas nada fáciles. Ser mujer y trabajar no era lo habitual en la época. Aun así, se dedicó a la escritura, trabajando como consejera literaria y publicando varias novelas mientras le fue posible.

Sin embargo, el auge del nazismo pudo más que su talento. Nunca le fue concedida la nacionalidad francesa, por lo que, en 1940, tuvo que esconderse junto a su marido y sus dos hijas en Issy-l´Eveque, donde aguantaron durante dos años. Hasta que, en 1942, tanto ella como su marido fueron deportados a  Auschwitz. Allí, ambos murieron en pocos meses, Irène murió de tifus, mientras que a su marido lo mataron en una cámara de gas al poco tiempo de ingresar.

La de Irène Némirovsky es una dramática historia personal que se plasma en casi todas sus obras. Las más conocidas son dos novelas póstumas, pertenecientes a la colección Suite francesa, que fueron escritas entre 1940 y 1942. Estas novelas quedaron en un cuaderno que pasó a manos de las hijas de Némirovsky tras su arresto. Fueron dos novelas muy especiales, ya que permanecieron inéditas durante sesenta años, dado que sus hijas no se atrevieron a leer lo que su madre escribió por miedo al horror de los recuerdos. Y no fue hasta que sus hijas decidieron donar los manuscritos de su madre, que se animaron a leer su contenido y las descubrieron. A partir de ahí se convirtieron en un éxito internacional que rescató del olvido el resto de las novelas de esta autora.

Pese al aura de misterio que rodea a la Suite francesa, la mayoría de las novelas de Némirovsky fueron publicadas antes de la persecución a los judíos en Francia. Son novelas realistas que narran la difícil situación que se vivía en los años treinta en una Francia golpeada por la crisis económica. Este es el caso de El peón en el tablero, que narra la historia de Christophe Bohun. El protagonista es el hijo de un magnate del acero que se ve obligado a trabajar como peón en la empresa de su padre tras perderla este debido a la crisis financiera. Vive una vida corriente, sin grandes ambiciones ni grandes esperanzas, hasta que descubre una carta de su padre que lo cambiará todo.

¿Pueden el poder y el dinero cambiar realmente una vida? ¿Hasta dónde es lícito llegar para progresar en la sociedad? ¿Pueden las decisiones de los padres marcar para siempre la vida de sus hijos? Son las grandes preguntas que nos plantea esta novela. Preguntas que eran fundamentales en el París de los años treinta, pero que siguen siéndolo en la actualidad. Al fin y al cabo, vivimos en un momento en el que la ambición juega un papel fundamental en la vida de muchas personas. Creemos, como sociedad, que el éxito viene de la aprobación de los demás y del poder económico, cuando ambas ambiciones no conducen más que a la autodestrucción, tanto personal como social. Y pensamos que, si tenemos más dinero o más poder, seremos más felices.

Tal vez sea esa la mentalidad que Némirovsky quiso criticar, un problema inherente, no solo a nuestro tiempo y nuestra sociedad, sino a cualquier sociedad occidental desde hace siglos, como muestra el cuento alemán «El pescador y su mujer» de los hermanos Grimm. La pregunta es: ¿Somos capaces de desprendernos de la ambición que no nos deja disfrutar de lo que tenemos?

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