¿Cómo vivieron los españoles el conflicto bélico que dividió el país?

Josefa Gómez tenía 7 años cuando el 18 de julio de 1936 estalló la Guerra Civil. Su declaración permanece guardada en El Fondo de Memoria Oral de la Provincia de Málaga.

 “Me acuerdo del primer día de guerra, la gente salió loca por la calle, los de izquierdas llevaban hasta banderas”, explicó en su entrevista.

Una guerra que duró 3 años, en la que España quedó dividida entre la zona republicana y la nacional.

Este conflicto provino de la victoria del Frente Popular contra la derecha en las elecciones generales de febrero de 1936, las terceras celebradas en España en apenas 6 años.

Este triunfo trajo consigo el auge de la corriente comunista unido a un mayor número de jóvenes que se alistaban al movimiento fascista de la Falange, lo que resultó en muertes de ambos lados.

Es el caso de Joaquín Moreno, quien se alistó con 20 años en la 2ª Bandera de la Falange en Zaragoza; aunque él sí que consiguió sobrevivir.

Ante este panorama, un alzamiento militar contra el Frente Popular se gestó con el militar Sanjurjo y el general Mola como directores.

El asesinato de Calvo Sotelo, a manos de guardas y miembros de las milicias socialistas, fue el detonante para que el joven general Francisco Franco se sumara al golpe de Estado dirigido por Mola.

La Guerra Civil Española comenzó el 17 de julio de 1936 con la sublevación del ejército de África contra el Gobierno del Frente Popular; poniéndose a las órdenes del capitán Franco.

Fue un día más tarde cuando varias guarniciones de la Península unidas a las de Ceuta, Melilla y Tetuán se incorporaron a la sublevación.

El alzamiento no triunfó ni en la capital, ni en Barcelona gracias a la intervención de las fuerzas de seguridad, los ciudadanos armados y las tropas leales que frenaron la ofensiva.

Custodio Sánchez también sufrió la guerra en Málaga desde pequeño, con 4 años vivió cómo las fuerzas de Franco se dirigían hacia su pueblo malagueño.

 “Yo era pequeño, pero me contaron que la gente del pueblo se marchó porque el bando de Franco avanzaba”, explicó Sánchez en la entrevista para El Fondo de Memoria.

Para luchar contra el ejercito sublevado, el gobierno republicano presidido desde el 19 de julio por José Giral creó las milicias formadas por civiles armados.

Luís Ortiz se alistó a sus 19 años en un batallón republicano en Bilbao el cual no tenía casi armas:

“Mi misión era hacer de teléfono viviente, llevábamos los partes en un sobre de la comandancia a las trincheras”, declaró en la entrevista que le concedió a la AFP Español.

Los milicianos desataron el terror centrándose especialmente en la iglesia católica, matando a más de 8000 religiosos. El conflicto tomó aspecto de cruzada de los nacionales contra los enemigos de la religión.

Milicianos madrileños tras el saqueo de la Iglesia del Carmen/ José Antonio Doncel

“Aquí mataron a algún cura y a tres seminaristas por estar estudiando para ello”, alegó Manuel Merchán en El Fondo de Memoria, un civil que vivió la Guerra Civil en Yunquera.

El número de muertes producidas en la retaguardia se tornó similar a las producidas en el frente.

A finales de 1936 se produjo el nombramiento de Franco como generalísimo por parte de los altos cargos del bando nacional.

Al servicio de la patria

El avance de la Guerra supuso un detrimento en el número de voluntarios que querían apuntarse a blandir las armas, apenas unos 100. 000 en cada zona, lo que llevó a ambos bandos a comenzar un reclutamiento.

A partir de este alistamiento se empezaron a enfrentar dos ejércitos formados por soldados de quintas, muchos de ellos ajenos a la guerra ideológica.

Los combatientes luchaban en el bando que había triunfado en su pueblo, ciudad o provincia, la lealtad geográfica adquirió una gran relevancia.

Jaume Calbet fue uno de los 30.000 jóvenes entre 17 y 18 años que fueron reclutados por la República en 1938.

El ex soldado recordó en la entrevista con la Sexta como siendo menor de edad lo enviaron al frente, pero no fue consciente de ello hasta que se vio sobre el terreno.

«El primer día que nos llevaron allí, a los barracones, había pacas de paja para dormir por la noche, pero no dormimos, todo el mundo corría, no teníamos ni idea de lo que era una guerra«, expresó Calbet.

Estos soldados conocidos como la “Quinta del Biberón” tenían como objetivo pillar por sorpresa al ejército golpista. Sin embargo, muchos de ellos no llegaron a hacerlo puesto que los franquistas los descubrieron.

«Teníamos que saltar al río detrás de la infantería, pero como murieron tantos y había tantos heridos, nos dijeron que dejáramos las ametralladoras, que cogiéramos las camillas e hiciéramos de camilleros», manifestó Calbet.

Los jóvenes no solo tuvieron que aprender a ser soldados, sino que necesitaron saber ejercer las maniobras sanitarias básicas para sobrevivir ellos y sus compañeros.

«Tenía un cordón con un trozo de bastón para que cuando estaba en la tierra y bombardeaban cerca, ponerlo en la boca y que se quedara abierta, así no me estallaban los tímpanos», añadió.

Luis Ortiz vivió la misma experiencia desde su batallón en Bilbao:

“Había que recoger a la gente que estaba sangrando y asustada, vinieron carros donde subir a los que todavía no estaban muertos”

En ocasiones, los soldados acudían a ayudar incluso a los combatientes del bando contrario:

“Penetré en una casa medio derruida buscando agua. Cuando husmeé entre los escombros, me pareció oír unos crujidos y ver entre las sombras un cuerpo caído. Por el uniforme observé que era el enemigo y que parecía pedir ayuda. Le ofrecí de mi cantimplora un poco de agua, de la que bebió con ansia; pero al instante dobló la cabeza y falleció, describió Joaquín Moreno, exsoldado del bando franquista, en una entrevista para EL MUNDO.

“Se me humedecieron los ojos, dejé el cuerpo suavemente en el suelo y salí precipitadamente al exterior, donde continué con el combate fratricida”, añadió.

El objetivo de los sublevados era tomar la capital con una gran ofensiva de las tropas de Mola por el Norte y las de Franco por el Sur.

Fuente: Enciclopedia de Humanidades
Fuente: Enciclopedia de Humanidades

Un propósito que se vio frenado por las tropas republicanas durante los años 37 y 38. A pesar del equilibrio de fuerzas entre ambos bandos y de la fuerte oposición de la República, la balanza comenzó a inclinarse hacia los sublevados.

A principios de 1937 conquistaron Málaga y, tras renunciar a la toma de Madrid, se dirigieron a conseguir la cornisa cantábrica. Esta zona tenía un gran valor estratégico puesto que se trataba de un área industrial. La operación acabó con la posesión de la cornisa.

Para aligerar la presión sobre el norte, los republicanos abrieron durante el verano de 1937 los frentes de Brunete y Belchite.

“La V no es para mí la de la Victoria sino la de estar Vivo. Haber salido vivo de Belchite”, explicó Moreno manifestando lo inhumano que fue participar en la Guerra Civil y el temor de haber podido enfrentarse a su hermano que se encontraba en el bando contrario.

En un último intento para impedir el ataque definitivo de los franquistas en Madrid, los republicanos iniciaron en diciembre de ese año la campaña de Teruel donde fracasaron. Tras la pérdida de este territorio en febrero de 1938, los nacionales arrasaron a las defensas republicanas en Aragón y lograron penetrar en Cataluña.

Grandes pérdidas

La descomposición política de la República por sus propias divisiones internas adelantó cuál sería su resultado en la Batalla del Ebro, que finalizó con su derrota en noviembre de 1938 tras cinco meses de combates.

Esta batalla se recordará como una de las más sangrientas de la historia y la que preparó el camino para la caída de los republicanos en Cataluña.

En 1939, ante este panorama, sin apenas resistencia, miles de republicanos, militares y civiles se exiliaron en Francia.

“Nosotras nos fuimos con lo puesto, lloviendo a mares porque una vecina le dijo a mi madre que había escuchado que como nuestro abuelo y hermano se habían ido vendrían a por nosotras”, explicó Josefa Gómez.

El exilio marcó el punto clave de inflexión de la guerra, el final de esta era inmediato y así se reflejó en los acontecimientos que se sucedieron en los primeros meses de ese año.

Republicanos exiliados rumbo hacia Francia/ La Vanguardia

El 27 de febrero de 1939 el gobierno de Franco fue reconocido por Francia e Inglaterra, lo que provocó la dimisión de Manuel Azaña como presidente de la Republica. El 28 de marzo de 1939 los sublevados tomaron la capital, lo que significó el fin de la guerra que se corroboró con la firma de Franco del último parte oficial el 1 de abril.

El fin de esta dio paso al balance de las pérdidas que se sufrieron en ambos bandos entre bajas militares y ejecuciones sumarias.

“Aquí murieron entre 18 y 21 personas, todos eran hombres menos una mujer a la que también mataron a sus 4 hijas”, explicó Merchán al contabilizar el número de fallecidos en Yunquera.

“Sus cuerpos los enterraron en un “testero”, los pusieron ahí aparte”, añadió.

“En la lápida con los nombres de los fusilados del pueblo creo que hay 11 escritos”, intentó recordar Custodio Sánchez cuando le preguntaron sobre las víctimas de Villanueva del Rosario.

Pérdidas mortales aproximadas/ Santander de la Salle

Tres años de conflicto que no solo dejaron víctimas, sino un país despoblado por el exilio de miles de españoles; y un ambiente de destrucción y devastación que les imposibilitó participar en la Segunda Guerra Mundial y devolver así las ayudas recibidas a sus aliados nazis y fascistas.

“Al final de la guerra, se dio la huida de gente de izquierda y de derechas, aclaró Gómez.

La sobremortalidad vivida en estos años se tradujo en la pérdida de 110.000 hombres y 22.000 mujeres en territorio nacional; y de 154.000 hombres y 59.000 mujeres en el republicano.

Un número que se elevó a los 540.000 muertos contando a los que fallecieron debido a las malas condiciones de vida, la mala salud o la desnutrición.

“Las víctimas era gente con dinero y sin él”, sentenció Merchán.

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